Pazifico, cultura y más

Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

Pacífico: propósito 2021

La Carbonera, Tumaco.
La Carbonera, Tumaco.

 

Cada año que empieza nos llenamos de buenos propósitos, es como un tiempo que nos tomamos para planear nuestra vida en los nuevos tiempos que llegarán; así muchos se proponen dejar los vicios o bajar de peso, otros tantos estudiar o leer más, y hay quienes buscan socializar con más personas o emprender labores solidarias con los demás y con el planeta. Y las fuerzas van apareciendo como un rio, que crece en las gotas trémulas de las montañas, para ir cobrando su caudal a medida que desciende y finalmente llegar plácido al mar. Muchos de esos ríos desaparecen en el intento o mueren de sequedad, otros son absorbidos por otras corrientes y terminan olvidándose. Unos cuantos, sin embargo, logran formar verdaderos estuarios que llegan a transformar la vida. En todos ellos hemos estado inmersos, somos dueños de emprendimientos fallidos, absorbidos y también de algunos pequeños logros que han sido nuestros estuarios.

Una de mis mayores felicidades ha sido el poder vivir en el Pacífico colombiano, específicamente en el nariñense, recorriendo el Sanquianga, descendiendo al Pacífico Sur y navegando por el triangulo del Telembí; ahí he conocido gente buena y laboriosa, muchos de ellos se han hecho mis amigos en los sueños de búsqueda para transformar el territorio, y al son de cununos y marimbas me han compartido su legado ancestral, que ahora es también mío, en voces y en cantos, en décimas y arrullos que se han posesionado de mi sentir y mi querer.

Ahí me he sumergido por los esteros y ríos para encontrarme con mis raíces perdidas, y entundado como estoy, he ascendido al mundo espiritual para encontrarme con las deidades naturales, las propias que vencieron el miedo a la espada y la cruz, y las que llegaron en la sangre de quienes rompieron las cadenas que nunca lograron vencer su libertad. A veces siento que son ellas las que me dictan este sentimiento por el que me dejo vencer, y entonces me siento plenamente Pacífico.

Duele, claro que duele, ver cómo la desidia estatal y la indolencia social van en aumento frente a un territorio que lo ha dado todo por la patria, esa que les es tan ajena a muchos, a aquellos a quienes les han asesinado a los suyos, a quienes han debido ceder a las presiones del narcotráfico porque no hay más nada que hacer para generar recursos para el hogar, a aquellos que deben dejar su tierra y convertir sus herramientas de trabajo en armas para la muerte, a aquellos niños y jóvenes que deben contentarse con una educación a medias porque en este territorio no hay conectividad y donde todos los servicios básicos escasean.

Duele, como no va a doler, pero lo triste es que muchos se han acostumbrado a ese dolor y entonces el cumplimiento de sus derechos les parece una dádiva o una excepción. Por eso son muchos los lideres sociales que son asesinados, porque hablar puede ser peligroso, porque ahí pareciera haber verdades a secas, imposiciones que llegan desde todos los bandos y en donde vivir pareciera ser una subversión.

Por ello me uno a los propósitos de miles de mujeres y hombres que siguen forjando la vida desde esa verde franja occidental, donde la naturaleza pulula y, pese a todo, se resiste a morir; me uno a los propósitos de esos miles de niños y jóvenes que deben surcar esteros y caminos para ir a estudiar, porque hacen de esas chozas, que les sirven de escuela, el palacio de sus anhelos; me uno a los propósitos de todos los sabedores que han mantenido el legado de la alegría de vivir en este espacio, superando así las carencias y forjando un verdadero mundo nuevo sostenido desde la ancestralidad.

Me uno a los propósitos de mis amigos, quienes estoy seguro me aguardan con un abrazo y con un viche en la mano, muchos de ellos forjadores silenciosos de esa resiliencia que aquí es mucho más que una sonora palabra, quienes desde su trabajo y su experiencia de vida van realmente transformando positivamente este territorio, quienes retoman el camino andado por muchos para recuperar la esperanza y la fe ancestral que les permitirá vivir en armonía con los demás y con ese hermoso espacio que a todos acoge; me uno a los propósitos de toda esa gente buena, generosa, amable y acogedora que bulle en el territorio, quienes alimentan la vida desde la practicidad del trabajo honesto y el estudio desde la vivencia plena de sus propias experiencias.

Me uno al propósito de saber que la paz es un camino y no una meta, de que el diálogo nos permite encontrarnos realmente con los otros para encontrar puntos de convergencia en las diferencias, de que con nuestra revolución de las pequeñas cosas podemos derrotar los terribles tentáculos de la corrupción, de que los verdaderos premios vienen en el apretón de mano con quienes hemos compartido estas quimeras que pueden y deben ser una realidad, de saber que juntos podemos cambiar aquello que se nos ha impuesto y que la solidaridad es el verdadero camino para superar todos los miedos.

Me uno a los propósitos Pacíficos de todos quienes amamos y nos sentimos plenos, uno más entre todos, y que nuestra errancia nos permita nuevamente caminar y navegar por entre esos pueblos que nos ennoblecen con todas sus querencias. Estamos seguros de que ahí estaremos nuevamente, palabreando nuestros sueños y escuchando los ecos incesantes que nos dictan los rituales para vivir felices, sabernos cada vez menos necesitados de lo banal y con más apetito por aprender más y más de este territorio que ahora nos es todo.

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