La Academia Colombiana de la Lengua abre sus puertas a las otras Colombias.

La Academia Colombiana de la Lengua, es una institución fundada en Bogotá el 10 de mayo de 1871 por el bogotano José María Vergara y Vergara, entre otros; durante mucho tiempo fueron 12 sus miembros, en alusión a las supuestas 12 chozas que levantó Jiménez de Quesada cuando fundó Santafé de Bogotá, obviamente todos hombres y casi todos bogotanos de vieja prosapia, como Rufino José Cuervo y Miguel Antonio Caro. Debieron pasar 107 años para que una mujer fuese nombrada miembro correspondiente, la poeta bogotana Dora Castellanos,  pasar 113 años para que una mujer fuese nombrada miembro de número, la escritora santandereana Elisa Mújica, y pasar 154 años para que una mujer afro, Mary Grueso Romero, y una mujer indígena,  Bárbara Muelas Hurtado, integraran dicha academia.

Surge la Academia Colombiana de la Lengua, la primera en su género después de la Real Academia Española, en un periodo donde existía una añoranza hacia lo que denominaban algunos “la madre patria”. Entre 1870 y 1872 gobernó el país el liberal bogotano Eustorgio Salgar, un periodo de relativa paz que le permitió auspiciar las artes y las ciencias, fundando instituciones como la ya mencionada, además de la Academia Nacional de Ciencias Naturales, se crearon las Escuelas Normales para formar a los maestros del país y se fundó el Banco de Bogotá, se inauguró el ferrocarril de Barranquilla a Puerto Salgar, línea del denominado Ferrocarril de Bolívar, el segundo después del de Panamá. Quizá la juventud del presidente, 39 años, lo impulsó para llevar a cabo obras que buscaban ingresar al país en la modernidad que se avenía.

Pese a todo ello, el país era dirigido por una élite blanca, masculina y andina desde Bogotá. Jamás imaginarían las familias “blancas”, linajudas y encopetadas, que afros e indígenas conformarían estas academias, supuestamente fundadas por ellos y para ellos, los años transcurridos para darse una apertura son prueba fidedigna de ello. Sería con la Constitución de 1991 que el país integraría formalmente a afros e indígenas a la vida cultural del país, ya que siglos atrás lo habían logrado mediante luchas constantes y reclamos justificados, ahí Benkos Biohó, Juan Chiles, Arnoldo Palacios, Quintín Lame, y miles de mujeres y hombres que forjaron el reconocimiento de sus comunidades para lograr entender que Colombia es un país pluricultural y pluriétnico. El artículo 10 de la Constitución Política estipula: “El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será bilingüe”, es decir que la inclusión real y concreta recién se está dando por parte de academias y centros de intelectuales, empiezan a apreciar lo que ya millones de colombianos hemos valorado durante siglos: los saberes propios.

La profesora Bárbara Muelas Hurtado es indígena misak, nacida en Silvia – Cauca, fue una de las encargadas de traducir la Constitución Política de 1991 a su idioma, el nam trik, es lingüista y activista guambiana, ha publicado varios libros que dan fe de su trabajo tesonero para conservar la cultura de su comunidad, sus tradiciones y sus historias, logrando que niños y jóvenes comprendan la importancia de conservar esos saberes a través del tiempo. Este aparte de su discurso de posesión como académica resume su lucha y su pensamiento: “Nací en ɵskɵwampik, en Silvia, Cauca, hace ya casi ochenta años. Crecí inmersa en una cosmovisión donde el mundo no es simplemente algo externo a nosotros, sino una red compleja de relaciones en la que cada palabra tiene vida propia. Para los Misak, nombrar es un acto íntimo con la naturaleza que implica gran responsabilidad y
conciencia, pues al nombrar no solo describimos el mundo, sino que lo creamos, lo sostenemos y lo comprometemos con nuestro propio destino.

Mary Grueso Romero nació en Guapi – Cauca, ha vivido gran parte de su vida en Buenaventura, desde donde desarrolla su labor como profesora y como escritora. Accedió a la educación formal cuando ya estaba casada, gracias al apoyo de su esposo alcanzó varios títulos académicos. Su partida temprana la inspiró para escribir poesía, aunque cargada de mucha nostalgia, quizá por ello puso luego su atención en la literatura infantil, a tal punto que sus cuentos y sus poemas son lecturas obligatorias para las comunidades afrocolombianas, su propia vida es inspiración para comprender que el mundo no es como lo pintan las figuras de los libros de textos que les llegan de afuera, de ahí que Mary viera la necesidad de relatar el mundo desde sus propias experiencias, desde las formas y los colores que los rodean, reconociendo y valorando el gran aporte que las comunidades afros han hecho a la construcción de este país, por eso no tiene obstáculo para decir: “Yo tengo mi raza pura / Y de ella orgullosa estoy / De mis ancestros africanos /Y del sonar del tambo”, hermosa evocación ancestral en la escritura de ese gigante llamado Candelario Obeso, y que ahora la Academia Colombiana de la Lengua reconoce y valora.

Con la poeta Mary Grueso Romero me une una amistad de hace varios años, en la fría Pasto nos conocimos, junto al poeta y traductor bogotano Nicolás Suescún, donde compartimos la misma ruana para arroparnos; en la encantadora Tumaco nos volvimos a encontrar, al son de marimba y guasá, en la Fiesta del Libro; y en la sabanera Bogotá nos hemos vuelto a encontrar, bajo el amparo de las voces y los libros en la FILBO. Gigante como una palmera del Pacífico es Mary, con su voz amorosa y tierna que conquista a todo aquel que se le arrima, ya que es un imán, donde va es buscada por sus ávidos lectores, por quienes valoramos inmensamente su maravilloso trabajo literario y, sobre todo, por su generosa amistad.

El ingreso de Mary Grueso Romero y Bárbara Muelas Hurtado a la Academia Colombiana de la Lengua implica reconocer la apertura a los países que habitan Colombia, a reconocer la importancia de las diferentes formas de hablar que hay dentro de una misma nación, a reconocer la manera como cada comunidad o territorio interactúa con el universo desde su propia aldea, en donde “Las lenguas son la Patria”.

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