LAS DOS PERDICES -LAS OTRAS INDEPENDENCIAS EN NARIÑO-
El mito de las dos perdices El mito de las dos perdices es originario del pueblo Pasto, ubicado originariamente desde el sur del cañón del Guáitara, en el departamento de Nariño, hasta el Valle del Chota, en la provincia del Carchi, en Ecuador. Cuenta la tradición que dos viejas brujas tenían el poder de…
El mito de las dos perdices es originario del pueblo Pasto, ubicado originariamente desde el sur del cañón del Guáitara, en el departamento de Nariño, hasta el Valle del Chota, en la provincia del Carchi, en Ecuador. Cuenta la tradición que dos viejas brujas tenían el poder de convertirse en perdices, una negra venida del oriente y otra Blanca venida del occidente; estas podían discriminar el aquí y el ahora, el ayer y el mañana, lo adentro y lo afuera, el arriba y el abajo, la vida y la muerte, en fin, la representación del dualismo propia de las comunidades primigenias. En una ocasión debieron determinar al mundo, de tal manera que decidieron lanzar una flor al aire y, mientras esto sucedía, determinarían qué le correspondía a cada territorio desde su centro; así danzaban, volaban, hasta que al momento de caer la flor al piso la ubicación de estas determinaría al mundo Pasto.
La perdiz negra quedó mirando al occidente, de ahí que ahí quedó determinado por el oro y la riqueza, la selva y lo oscuro, el peligro y la belleza, lo fantástico y el mundo de los muertos, la vida después de la muerte, lo espiritual y lo femenino; por su parte, la perdiz blanca quedó mirando al oriente, determinando para este territorio los poderes de arriba, de la agricultura, lo claro y la luz, el mundo de los vivos, la sociedad y la civilización, lo frio y lo masculino, los cerros y las nubes, los santos y las mamitas.
Lo anterior justifica el objetivo de este artículo, rastrear la posición de los habitantes del actual departamento de Nariño respecto a la gesta independentista que les llegó por el sur y por el norte. Ahí hubo una resistencia enconada, baste mencionar que mientras la mayoría de ciudades de lo que era la Gran Colombia, más Perú y Bolivia, habían declarado ya su independencia, Pasto aún suspiraba por el rey, el Deseado Fernando VII, pero así mismo los pueblos de los Pastos, con excepción de Pupiales, fueron adeptos a la independencia desde el primer momento en que Quito buscó declararla en agosto de 1809. Y mientras la indómita Pasto hacía todo lo posible para resguardar sus principios y su autoridad, resaltando el nombre del mestizo Agustín Agualongo, los Pastos ponían en el listado de los mártires de la Independencia los nombres de los hermanos Narváez.
Han pasado más de 200 años, y aun hoy existen las contradicciones. Hijos de Pastos y Quillacingas, de Tumacos y Sindaguas, los mitos se siguen perpetuando en nuestra cotidianidad, las dos Perdices siguen aún acompañándonos en nuestros dualismos. Aun hoy resuenan en Pasto, alentados por fanáticos historiadores, los gritos de Viva el Rey, muera Bolívar, y así mismo, en tierra de Pastos, otros tantos fanáticos siguen exhibiendo las reliquias y los caminos de un Libertador ya lejano.
Las actuales situaciones sociales de la costa y la sierra nariñense, en pleno siglo XXI, recogen más que nada las contradicciones de las dos Perdices, el oro no ha hecho sino empobrecer a indígenas y negros, la avaricia de los foráneos no ha hecho sino acrecentar sus miserias; las tierras de la sierra, inmensamente productivas, durante años no hicieron si no engordar los capitales de los descendientes de don Pelayo, hasta hace unos pocos años han sido reconocidos los derechos de las colectividades indígenas.
Intentamos que las dos Perdices sigan aquí manifestando su danza y perpetuando su vuelo, sobre un pueblo transido en su destino, cuya mirada únicamente se ha centrado en la sierra, pero que es también Pacífico y Amazónico, en un dualismo permanente que ha forjado nuestro carácter, nuestra forma de ser, y hasta nuestra forma de hablar.
Las contradicciones internas
San Juan de Pasto, fundada posiblemente en 1537, se constituyó en un enclave importante para el comercio y las comunicaciones que corrían de Popayán a Quito y viceversa. Los cañones que la circundan, como el del Guaítara y el del Juanambú, hicieron que creciera aislada del resto de ciudades que le eran cercanas, forjándose una casta que se anquilosó en el tiempo, donde el orgullo de la sangre española y la estirpe de bravos conquistadores era más valorada que el trabajo y el empeño que indígenas y negros hacían para sostenerla.
Para entonces, lo que hoy es el Departamento de Nariño, dependía de la Real Audiencia de Quito, quien a su vez formaba parte del Virreinato del Perú o del Virreinato de La Nueva Granada. Los principales asentamientos del territorio eran la ya mencionada Pasto, el territorio de los Pastos y Barbacoas. Pasto dependía de varias jurisdicciones: para la administración y la justicia administrativa de Popayán; para la justicia civil y penal, de Quito; y para lo eclesial, teóricamente dependía de Popayán, pero en la práctica su relación era con Quito. Entonces en el territorio no había ni mitra, ni casa de moneda ni universidad o colegio mayor, de tal manera que quienes optaran por estudiar o a lo que en lenguaje moderno llamamos “lagartear un puesto”, debían salir a Popayán, Quito y, en el mejor de los casos, a Santafé.
Fue así como cada vez más se aíslo la élite pastusa. Crecieron a su antojo y bajo el mandato de dos o tres familias que transmitían propiedades y linajes en una endogamia que terminó por defender lo suyo a costa de lo que fuese. Los más privilegiados tenían minas en Barbacoas, puerto fluvial a orillas del río Telembí, que los conectaba con el Océano Pacífico, de ahí a Panamá y así, con el Mundo entero. Por este puerto entró la cultura occidental al sur occidente colombiano y norte ecuatoriano. Por ahí los pianos, los libros, la imprenta, las suntuosidades y las banalidades que entretenían a los forajidos que se atrevían a vivir en un clima malsano, donde las alimañas hacían su asiento y donde guerreros indomables, los Sindawas, dueños originarios de esas minas, reclamaban lo suyo a punta de incendios y de ataques sorpresivos.
Ya la costa pacífica nariñense había sido conquistada por los ambiciosos viajeros que llegaron con las huestes de Pizarro, de tal forma que Santa Bárbara de Iscuandé se convirtió en la puerta de entrada a Barbacoas y de ahí a los Andes. Sus relaciones fueron más próximas con los caleños y bugueños, de tal forma que también ahí se asentó una élite, más liberal y más abierta a las influencias que le llegaban de otros rincones del planeta. Tumaco apareció después como un punto medio entre Iscuandé y Esmeraldas, ubicada en el actual Ecuador, y poco a poco fue ganando importancia, a medida que las élites buscaban otros escenarios para ganar fortuna. Iscuandé y Barbacoas se convirtieron en los principales centros auríferos de esta región, de donde salían inmensas riquezas que sustentaban a cientos de criollos, españoles, naturales, negros y advenedizos.
Independencia en tierra de Pastos
Los Pastos, por su parte, ubicados al sur de San Juan de Pasto, en límites ancestrales con los Quillacingas, tenían mayor contacto con Quito, ya que era paso obligado entre ésta ciudad y Pasto; la mayoría de sus habitantes eran indígenas, congregados en resguardos y acostumbrados al mando del cabildo. La fertilidad de sus suelos hicieron que pronto fueran los principales centros productivos de todo el territorio, ahí la agricultura y la ganadería tomaron una importancia vital para toda la región, convirtiéndolo además en punto obligado de intercambio con Barbacoas, donde se canjeaba oro y sal por carne serrana y toda clase de productos agrícolas. Además, se convirtió en importante despensa de Pasto, que regentaba su organización y cobraba los respectivos impuestos para remitirlos a Popayán y de ahí a España.
Lo anterior permite entrever las diferencias que existen en un mismo territorio. Particularmente se ha creído que todo el departamento de Nariño fue afecto al rey durante la época de la independencia, tomando la parte por el todo. Sin embargo, como veremos ahora, fueron diferentes las ideologías que se movieron dentro del territorio y diversas las posiciones frente al proceso de Independencia que se inició en Quito el 10 de agosto de 1809, cuando los criollos se rebelaron contra el presidente Ruiz de Castilla, declararon insubsistente el gobierno de la Audiencia y crearon una Junta de Gobierno.
Esta Junta de Gobierno solicita representantes de los cabildos que conforman la Gobernación de Quito, en tal caso así se espera atraer a Pasto, Popayán y los pueblos que las conforman. No sobra mencionar que las reformas borbónicas buscaban engrosar las arcas con los gravámenes que afectaban principalmente al pueblo llano, a los indígenas y a los campesinos, razón por la cual había un terreno preparado para sumarse a la causa, tales como los Comuneros del Sur, donde habitantes de Los Pastos se levantaron contra tales medidas, al igual que en Barbacoas y Tumaco, sin mencionar al mismo San Juan de Pasto, donde el descontento llego al punto de asesinar al Teniente General de la Gobernación de Popayán.
La Provincia de los Pastos, casi en su totalidad, fue afecta a la causa revolucionaria que condujo a nombrar Junta de Gobierno en Quito; a tal punto que el siete de septiembre de 1810, la tenencia de los Pastos, con excepción hecha de Pupiales, firma su posición de autonomía frente al Cabildo y autoridades reales de Popayán, y por ende de San Juan de Pasto, así como de apoyo a la Junta de Quito, que en el fondo no era más que el camino para lograr una total y abierta independencia respecto a España, como se lograría posteriormente.
Sin embargo, su posición será castigada y reprimida por las autoridades realistas, primero por Sámano y luego por Boves, con la aquiescencia de los realistas pastusos y quiteños. No se puede desconocer que el pueblo Pasto buscó la mejor manera de defender sus prerrogativas y sus tierras, de salvaguardar sus costumbres y tradiciones, por eso hubo momentos que no parecen muy claros respecto a su posición de defensa de la causa libertaria, toda vez que algunas de sus tierras, como Llano de Piedras en Cumbal, fueron repartidas, por el propio Bolívar, a los militares de la campaña libertadora, desconociendo la tenencia del pueblo Pasto sobre las mismas, igual respecto a la reducción de contribuciones e impuestos, ya que tanto realistas como patriotas buscaban atraerlos a su causa con esta estrategia. Pero así mismo no se puede desconocer el reconocimiento del pueblo Pasto, en sí mismo, de su posición de enclave entre Quito y Popayán, entre las élites pastusas, que ejercieron su control durante trescientos años, y las elites quiteñas, que lograron atraer su atención respecto al ejercicio de su propia autonomía y, consecuentemente, de su libertad.
De Ipiales son también los primeros mártires de la Independencia en lo que hoy es Colombia, ya que en la Tarabita de Funes se llevó a cabo el enfrentamiento entre quiteños y pastusos, cayendo en el campo de marte varios habitantes de la tenencia de los Pastos, otros hechos prisioneros y fusilados por los pastusos, entre estos también mujeres.
Pocos saben que un 14 de noviembre de 1817, junto con La Pola, cayó asesinado por las balas españolas de la reconquista el subteniente Francisco Arellano Sandoval, nacido en Ipiales. Los antecedentes quizá se remontan a la presencia de don Francisco Antonio Sarasty, quien en 1810 proclama la Independencia de Ipiales, y quien favoreció a los Quiteños, que desde 1809 proclaman la Independencia y reciben el apoyo de los ipialeños y de los municipios de la ex provincia de Obando, con excepción de Pupiales, para invadir a los realistas de Pasto. Quizá la figura del patricio payanes influyó para que Francisco Arellano siguiera las huellas patriotas dejadas por muchos otros y entonces embarcarse en la nave de la lucha revolucionaria, en donde conoció a Alejandro Sabaraín y a otros patriotas, quienes daban información a La Pola para actuar en favor de la causa libertadora. Participó activamente en la Campaña del Sur, donde fue hecho prisionero, junto con Alejandro Sabaraín, en la Cuchilla del Tambo, luego fueron conducidos a Bogotá, para ser finalmente puestos en libertad.
Arellano conforma la red de espías que, junto con La Pola, brindaban información estratégica a los patriotas que se estaban agrupando en los llanos, desde la casa de doña Antonia Ricaurte, donde trabajaba la Pola como empleada, se entretejía el entramado para conocer con detalles los pasos del ejército realista, finalmente parte en grupo hacia los Llanos, sin embargo son delatados por un espía venezolano y finalmente son capturados en septiembre de 1817, a los pocos días es detenida La Pola. El cruel Sámano, saltándose todas las leyes y los protocolos militares y civiles, condena a la heroína y a 8 militares más, entre estos el ipialeño, al patíbulo. En los claustros del Colegio de Rosario compartió capilla junto con La Pola, Alejandro Sabaraín, José María Arcos, Jacobo Marufú, Manuel Díaz, José Manuel Díaz, Joaquín Suárez y Antonio Galeano. Finalmente, el ipialeño Francisco Arellano, es fusilado por la espalda y luego ahorcado en el costado Sur de la Plaza Mayor, para pasar a engrosar el listado del martirologio a causa de la libertad de la patria.
Las represalias no se hicieron esperar, y por allá en 1822, cuando Bolívar pasó a Quito, sintiéndose vencedor en la Batalla de Bomboná, fue recibido como todo un héroe en la tenencia de los Pastos, a tal punto que en Ipiales una ninfa, Josefina Obando, lo coronó con laureles en representación de ese pueblo tan afecto a la Independencia. Meses después, sería conducida al patíbulo por orden de los realistas pastusos, y fusilada en el atrio de la Capilla de la Escala, conocida desde entonces como la ninfa mártir.
La independencia en la Costa nariñense
La costa nariñense, durante el fin de la Colonia y el inicio de la Independencia, se encuentra sumamente aislada de la sierra, ya que se demoraban 8 días en un viaje entre Túquerres y Barbacoas, y entre sí también está aislada, ya que el mismo número de días conectaban a Tumaco con Iscuandé. Además, la relación entre Barbacoas e Iscuandé es semejante a la que existe entre Pasto con Ipiales o Túquerres, en donde se asienta una elite ociosa, mala administradora y que busca a toda costa enriquecerse. Y mientras Pasto es realista, al igual que Barbacoas, Ipiales es patriota al igual que Iscuandé. Sin embargo, los documentos de la época demuestran que la relación de las aristocracias barbacoanas estaban más ligadas a las payanesas que a las pastusas, hasta el punto que era indiferente decirse vecino de Barbacoas que de Popayán. No hay, en este periodo, ningún pastuso propietario de minas. Tanto en Pasto como en Barbacoas, existen unas endogamias familiares que vienen de tiempo atrás, las mimas que buscan a toda costa preservar sus supuestos derechos adquiridos.
Fue Iscuandé el principal escenario donde patriotas y realistas se enfrentaron para decidir la suerte del territorio y de la patria. La influencia valluna fue y sigue siendo importante, a tal punto que ahí llegaron las tropas confederadas del Valle del Cauca para defender la causa patriota, y el 28 de enero de 1812, en las aguas de Iscuandé, se llevó a cabo la primera batalla naval por la independencia de la actual Colombia.
Las tropas patriotas, que contaban con algunas canoas y unos viejos cañones, enfrentaron al bergantín San Antonio de Morreño, al cañonero La Justicia, y a la flota española con 200 soldados bajo el mando del español Ramón Pardo, acompañado del gobernador del Cauca Miguel Tacón, llevándolos hacia los esteros de Iscuandé, donde finalmente encallaron y fueron derrotados el 29 de enero. Del recuerdo de esta batalla son estas coplas que aún persisten en las voces de los viejos que recuerdan y transmiten la historia local:
Te acordá hermano, te acordá
cuando vino el gran Tacón,
di que a tomarse Iscuandé
con mucha gente y cañón?
Si me acuerdo, mano Juan
que aquí Tacón se jodió
porque el río taba bravo,
y el Riviel se lo tragó.
Y dale, dale nagunderé…
si fue el Riviel mano Juan
el que a Tacón se comió,
porque tenía que quitarle
las joyas que se robó.
Como si lo anterior fuese poco, sus aguas fueron testigos no mudos del periplo que debió enfrentar la corbeta británica La Rosa de los Andes, bajo el mando del inglés Juan Illingworth Hunt, contratado por el gobierno chileno para atacar embarcaciones y puertos bajo bandera española, en pocas palabras, un mercenario al servicio de la causa patriota. Casi por más de un año recorrió las costas de Perú, Ecuador, Colombia y Panamá; alentado por la victoria de los patriotas en Boyacá, se dedicó a atacar a cuanto barco español cruzara por el Pacífico colombiano, con tantas victorias que quiso inclusive invadir Panamá. Perseguido también por las corbetas españolas, luego de unos combates en Cabo Manglares y frente a la isla Gorgona, se internó por el río Iscuandé, para atender a los enfermos y hacer las reparaciones del caso, recibiendo el cariño y el auxilio de los iscuandereños.
La Rosa de los Andes fue reparada y siguió durante unos meses con su periplo con la intención de dañar el tráfico comercial realista, así como crear las condiciones para permitir el avance del ejército patriota hacia Pasto y Quito. Lastimosamente el rio Iscuandé atrapó a esa rosa y no permitió que partiera; sin embargo, su capitán y varios de sus hombres, siguieron prestando sus servicios a la causa independentista, para luego retornar a sus sitios de origen. Iscuandé quedaba entonces en lo que hoy es el puerto Carrizo, pero se internó 7 leguas para protegerse de las represalias de parte y parte, causando ello la pérdida de importancia geográfica que tenía, y delegándola luego al municipio de El Charco.
Cuáles fueron los antecedentes
En este punto, imposible no hacer mención de los antecedentes que de una u otra manera condujeron al descontento y tomar causa por la Independencia; obviamente incide las causas sociales descritas, tales como el interés de las élites, la importancia del poblado, la rivalidad con las ciudades cercanas, el apego a derechos supuestamente exclusivos, así como las medidas tomadas por parte de la administración contra los intereses y las propiedades del pueblo llano, dentro de estos tenemos:
1764, motín en el poblado de Ipiales, ligado al levantamiento realizado en Quito con poca anterioridad, lo que demuestra la constante influencia de esta ciudad con los habitantes, especialmente indígenas, de esta localidad y de sus contornos.
1778 – 1779, levantamiento en los pueblos de Los Pastos por el intento de establecimiento del estanco de aguardientes.
1781, asesinato del Teniente de gobernador Peredo en Pasto y prisión del Teniente de Gobernador en Tumaco, ciudad en donde aparece la figura del negro liberto Vicente de la Cruz, tan importante en la gesta revolucionaria de la costa nariñense.
1784, intento de revuelta en la localidad de Males.
1786, agitación en la Provincia de los Pastos, y revuelta en la vecina ciudad de Tulcán.
1791, revuelta de negros y mulatos libres en Barbacoas.
1800, levantamiento en Guaitarilla, Túquerres y los demás territorios de la Provincia de los Pastos, conocido como Comuneros del Sur, contra los Clavijos.
1801 – 1806, continuos levantamientos de indios en la provincia de los Pastos.
A muchos de estos eventos, los historiadores oficiales han buscado restarles méritos, aduciendo el lugar donde acontecen así como quienes hacen los levantamientos, a esto suman el negarle la conexidad con los movimientos de Comuneros ocurridos en varios lugares de América, especialmente con los de Túpac Amaruc en el Perú.
Hoy por hoy, podemos decir que existió una conexión, aún los Chasquis ejercían su función, a tal punto que se pagaba por ello, de tal manera que las noticias de uno y otro territorio eran conocidas, apareciendo personalidades como Sarasty y Ante, en Ipiales, con contactos permanentes con las élites quiteñas que buscaban desconocer a las autoridades locales e implementar las propias Juntas de gobierno, y quien tenía nexos familiares con un Teniente de Gobernador en Iscuandé, lo que demuestra la proximidad ideológica de estas dos ciudades. La conexión existe a tal punto que ya en 1781, los envalentonados tumaqueños gritan a voz en cuello: “Viva el Rey, muera el mal gobierno”, y años antes, en 1764, se escucha en Túquerres los gritos de “Mueran los chapetones”.
El papel de Vicente de la Cruz en Tumaco, no puede obedecer simplemente al capricho de una élite que busca tener como Teniente de Gobernador a un miembro de esas elites; su papel se extiende y se relaciona con los negros que se sumaron a la causa de José Antonio Galán en Santander, quienes hicieron proselitismo para que se levantaran en las minas y haciendas de Antioquia y Cauca, esta última tan próxima a la costa nariñense.
Conclusiones
Un mismo territorio, donde convergen Andes, Pacífico y Amazonía, Nariño. Lleno de contrariedades y contradicciones, ahí vuelan las dos perdices aún. No se puede decir que un territorio haya sido exclusivamente Patriota o Realista, lo cierto es que cada comunidad buscó forjar su destino en una época difícil, donde el rompimiento con la corona española implicaba perder una serie de privilegios, pero así mismo, la causa patriota traía como consecuencia la incertidumbre y el cambio de esquemas, a los cuales estaban acostumbrados nuestros ancestros por más de 300 años.
Esas contradicciones han sido ocultas o minimizadas. Por eso el título de este artículo y el símbolo utilizado. Importante en este bicentenario afianzarnos en nuestras diferencias afianzando nuestras singularidades, pero por sobre todo, reconociendo nuestro acontecer histórico, lo que nos ha forjado en lo que hoy somos y lo que nos impele a forjar un destino fundado en el conocimiento de lo que hemos sido.
J. Mauricio Chaves Bustos
Facilitador en procesos de diálogo para construcción de paz, escritor de cuento, ensayo y poesía, cervantista, gestor cultural.
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