
«No hay progreso si conocimiento y no hay conocimiento sin educación»
Imposible ir a Tumaco y no visitar el parque Colón, bueno, la mayoría de los turistas no conocen la ciudad más que por las playas del Morro, muchos ni siquiera se toman la molestia de averiguar un poco sobre el lugar que visitan; ignoran que Tumaco es uno de los puertos más importantes sobre el Pacífico colombiano, el segundo municipio más grande en extensión de Colombia y puerta de entrada o de salida de los bellos territorios Sanquianga, Pacífico Sur y Telembí.
Sin embargo, cuando se vive en Tumaco, el parque Colón evoca muchas cosas. Fue el marco donde se fueron asentando las familias herederas de migrantes que llegaron sin nada y encontraron todo en esta hermosa ciudad, de ahí quizá su nombre y el contexto de un parque estilo europeo, pese a las reformas que se han hecho. Una maravillosa ceiba es la casa de un grupo de iguanas que son la atención de propios y extraños, sobre todo cuando descienden por sus ramas y su grueso tronco buscando las cáscaras de frutas que ahí algunos bondadosos ponen.
Pero lo más llamativo, es encontrar ahí la Bicibiblioteca que, como su nombre lo dice, es un contenedor de libros que es jalonado por los principios cinéticos de una bicicleta. La idea se le ocurrió a un antioqueño, Jairo García Cuartas, quien prefiere que no le digan paisa, porque ese es un sinónimo de cultura del mal llamado “vivo-vivo”, de tal manera que ahí se empieza a entender un poco a su creador y la ideología que se mueve en este maravilloso proyecto, único en el Pacífico colombiano.
Junto con su compañera, Viviana Vanegas, es común verlos entusiasmados llevando la Bicibiblioteca al parque, cerca al monumento de la Libertad, como una expresión más activa y menos simbólica de lo que significa precisamente la Libertad, porque ahí son miles de personas, niños especialmente, quienes se han visto atraídos por un libro, por la pintura, la música o el cine, ya que este espacio se ha convertido en el único espacio cultural abierto al público con que cuenta Tumaco y todo el territorio.
También están sus hijas, quienes con seguridad han aprendido con el ejemplo la importancia del servicio público en el fomento de la literatura, en una ciudad donde existe una gran biblioteca, donada por el gobierno del Japón, pero que nunca ha sido realmente puesta al público, cuyas obras están al amparo de las goteras y las computadoras están hoy perdidas y donde se mantiene una burocracia inoperante.

Ese vacío fue el que Jairo y Viviana se propusieron llenar hace 8 años, primero improvisando una pequeña carretilla para llevar libros para que el que quisiera leer lo hiciera, pero en el fondo sabían que todo era un proceso, que en un país donde realmente no se lee esa era una lucha titánica, ya que implicaba ir en contra de lo culturalmente empotrado en las comunidades afrodescendientes, buscando generar una cultura en la lectura pero, aún más allá, crear un pensamiento crítico que, partiendo de la lectura, brinde a los niños y adolescentes las herramientas necesarias para leer su propio territorio.
En 8 años han logrado tener 3 bicibibliotecas rodando en algunos lugares claves de la llamada Perla del Pacífico, buscando que sea el libro el que llegue a las comunidades, en espacios en donde se hacen también talleres, inclusive con los profesores, para que se valore la lectura como una posibilidad de ampliar el horizonte de miles de personas que viven o han vivido en medio de una guerra no querida. Más libros y menos armas, parece ser el lema que mueve a esta familia para seguir impulsando la lectura y el arte en los parques y colegios de Tumaco.
Hay que decir que Jairo es un crítico de la realidad en la que optó por vivir junto con su familia, por eso sus palabras generan resquemores, especialmente en esos politiqueros que no pasan de las palabras y se amparan en las promesas para seguir obteniendo caudales, de esos que en lugar de personas ven o votos o dinero; por eso Jairo no tiene temor en tomar los micrófonos y denunciar el abandono y la desidia que acá se vive. Generales, gobernadores y ministros se han tomado fotos en la Bicibiblioteca, seguramente reposan al lado de las promesas incumplidas para que este proyecto reciba realmente la atención oficial, ya que se mantiene con la ayuda de algunos particulares y con las ganas inmensas de mantenerla que pervive en Jairo y Viviana.
Además de brindar este espacio maravilloso, sin el cual es ya difícil imaginarse el Parque Colón, también han realizado los Bicitoures, en donde un grupo de niños de las instituciones educativas viajan a la ciudad de Pasto; para muchos de ellos, es su primera visita a la capital del departamento, recorriendo la Biblioteca del Banco de la República, el Observatorio Astronómico de la Universidad de Nariño, la Biblioteca de los barrios Sur Orientales, hacen un recorrido por la Universidad de Nariño, incluyendo su biblioteca, visitan la Gobernación donde tienen una charla sobre gobernanza, para finalmente terminar el recorrido visitando una de las mejores salas de cine de Pasto, un remate de esparcimiento para niños y jóvenes que no han tenido esa oportunidad.

Como si eso no bastara, y sin la ayuda de ningún ente administrativo, ni distrital ni departamental, gracias a las gestiones que hacen, han obsequiado miles de libros a los habitantes de este hermoso territorio. No son libros de segunda, son libros nuevos, con temáticas amplias y profundas, propias para las diferentes edades, que terminan por atrapar los hogares de quienes los conservan como un gran tesoro. Cuenta Jairo que en una oportunidad un viejo politiquero se acercó con la intención de hacer una donación, cuál no sería la sorpresa al ver un bulto de libros viejos, descuadernados, enmohecidos, ilegibles, ante lo cual su reacción fue llevarlos a una caneca de la basura y exigirle a este respeto por la dignidad de los niños y los jóvenes de la ciudad. Así de contundente es Jairo.
Además, tienen una paciencia benedictina, sobre todo en este año de pandemia, donde todo debió quedar encerrado y en donde la economía no pasa por sus mejores momentos; por eso, cuando la Bicibiblioteca reabrió, fue un latido esperanzador para todos esos chiquillos y jovenzuelos que encuentran ahí un espacio de esparcimiento, aprendizaje y comprensión; sobre ruedas, gracias a estos valiosos amigos, sigue girando el libro en el Pacífico nariñense.
Particularmente, me gusta ir al parque – al que espero algún día alguien le cambie el nombre por un personaje más digno para la memoria de los tumaqueños – y conversar con Jairo; hablamos de política, de cultura, de libros, de autores, en fin, mientras Viviana atiende con un cariño maternal a los niños que llegan a pintar en los caballetes dispuestos para ello, mientras Jairo interrumpe su discurso vehemente para prestar un libro o para orientar una jugada de ajedrez a las personas que gustan del llamado juego ciencia. Así transcurren tardes maravillosas, en donde la confianza reaparece y se eleva, desde las ruedas de la Bicibiblioteca, para alimentar los sueños de quienes amamos este territorio y creemos que la paz no puede ser un mero discurso ni la guerra un pretexto para lucrarse de ella.
Tumaco, octubre 26 de 2020