Pazifico, cultura y más

Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

El litoral recóndito.

El Pacífico nariñense.

En 1934, Sofonías Yacup denunciaba en su celebérrimo libro “El litoral recóndito”, la situación de abandono y de desidia centralista frente a una realidad que no es diferente a la actual; lo recóndito se reconoce como lo alejado, lo olvidado y distante; por su parte el litoral siempre será visto desde el enfoque de frontera, un límite puesto o impuesto. En 1948, Arnoldo Palacios, en “Las estrellas son negras”, novela quemada en el Bogotazo, debió ser reconstruida de memoria por el autor chocoano, mostraba la realidad de muchos negros sumidos en la miseria, donde la vida se convierte en toda una tragedia; Carlos Arturo Truque narra lo tenebroso de las guerras y la violencia, y desde su posición de mestizo, describe también las dificultades al encontrarse en el meridiano de lo negro y lo blanco.

Estos tres autores tienen coincidencias que sirven para iniciar esta serie de relatos: son negros, del Pacífico colombiano, escritores que narran una realidad vivida desde sus primeros años, de la cual hacen una denuncia que pocas veces fue escuchada; coinciden, además, en épocas donde ser negro era un problema, sin embargo, los tres lograron ser conocidos y reconocidos en los campos literarios, sociales y políticos; sus vidas, como la de muchos escritores negros, pueden dar testimonio de lo que es vivir en nuestro Pacífico.

En el caso particular de Nariño, se replica lo que en todo el territorio nacional, en donde se construye desde los Andes para enfocar, con las manos sobre los ojos, lo que nos es distante, como si la altura geográfica diera esa posibilidad. El litoral Pacífico nariñense ha sido también visto, no solamente por los políticos de turno, sino también por los parroquianos de a pie, como un lugar recóndito donde es mejor no ir o tener las debidas distancias. Por eso hasta hace pocos lustros, para poder desplazarse de la sierra a la costa, había que transitar por una carretera en pésimo estado, cruzar abismos, bajar por montañas y ríos, y después de un largo, pero largo trayecto, divisar el mar. Por eso Barbacoas, uno de los centros auríferos más importantes del país, hace unos pocos años está siendo conectada por una carretera pavimentada, escasos 56 kilómetros, cuya construcción ha demorado más de 500 años, y como bien lo dijo un vecino barbacoano “esa carretera debería estar pavimentada en oro”. Y ni qué decir de la vía que conduce de Barbacoas a Magüi Payán, mejor no hablar; siguiendo el Telembí, se llega a Roberto Payán, municipio en pleno desarrollo.

Una buena vía conecta a Tumaco con la sierra, pasando por Mallama y Ricaurte, lugares en donde el agua corre mágicamente y en donde las alturas de las montañas bendicen sus caídas con hermosas y cristalinas cascadas, tierra donde habitan ancestralmente los indígenas Awá, algunos de los cuales aún hablan en su original awá-pit, y en donde los ecos de las marimbas, pese a la modernidad, aun se escuchan, aunque con cierta modestia. Sus líderes han sido perseguidos, muchos han debido desplazarse y hoy enfrentan problemas con los colonos y campesinos mestizos que son dueños de las tierras.

Ya en la costa, la comunicación se hace vía marítima, por esteros que parecen una maraña, solo descifrable por los expertos lancheros que conducen a los viajeros, primero a Francisco Pizarro, cruelmente bautizado con el nombre de un exterminador, y cuya cabecera recibe el nombre de Salahonda; luego se llega a Mosquera, que recuerda al celebérrimo Mascachochas; nos encontramos luego con Bocas de Satinga, cabecera del municipio de Olaya Herrera, uno de los municipios con mayor comercio de la región; siguiendo el río Sanquianga, se llega al municipio de La Tola, un hermoso lugar que se extiende glamurosamente a lo largo del río del mismo nombre; tomando el río Tapaje, en su desembocadura, está el municipio de El Charco, destruido en más de una ocasión por los maremotos, hoy conocidos como Tsunamis; luego está el municipio de Iscuandé, cuya cabecera es Santa Bárbara de Iscuandé, lugar privilegiado en oro y en historias, en cuyo río se llevó a cabo una de las primeras batallas navales de la independencia, por allá en 1812.

Los costos de transporte son altísimos, por eso muchos enfermos mueren en el camino o en las míseras camas de los puestos de salud que están siendo llevados por las mareas y las corrientes; sin embargo, en cada puerto siempre hay música y cantos, no ya de marimbas, sino de potentes equipos modernos que permiten, desde los esteros, presentir que ya se está llegando. En el Pacífico, como en ninguna otra región nariñense, los líderes de los Consejos Comunitarios también están siendo silenciados, los sonidos de las rockolas, sin embargo, continúan con sus tonadas de fiesta y de empache.

El Pacífico nariñense se divide en las siguientes subregiones: Pie de Monte Costero – Mallama y Ricaurte-; Telembí –Barbacoas, Magüi Payán y Roberto Payán-; Pacífico Sur – Tumaco y Francisco Pizarro; y Sanquianga – El Charco, La Tola, Mosquera, Olaya Herrera y Santa Bárbara.

11 de estos municipios pertenecen al Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial –PDET-, donde la Agencia de Renovación del Territorio – ART- debe implementar los acuerdos de Paz firmados entre el Estado y las Farc, particularmente el punto referente a reforma rural integral. El abandono del Estado, la fuerte presencia de grupos al margen de la ley, el narcotráfico y la pobreza, fueron algunos de los factores para determinar qué municipios serían priorizados en las 16 regiones PDET del país.

Las experiencias vividas en estos 11 municipios, serán recogidas en las crónicas del Pazifico, cultura y más, que emprendemos con esta breve presentación; un territorio marcado por el narcotráfico, por la presencia de las disidencias y nuevos grupos al margen de la ley, con los niveles de pobreza y de abandono estatal más altos del país, territorio que debe ser consideraro y re-considerado, construido y re-visitado desde diferentes perspectivas, es por ello que, sin desconocer la dura realidad que se vive día a día, estas crónicas buscarán también retratar la otra cara de la moneda, de mujeres y hombres que habitan uno de los territorios más ricos del planeta, con historias de resiliencia que muestran que para la humanidad no hay límites, de niños y jóvenes que hacen de sus playas, en ríos y costas, un escenario de fiesta y jolgorio, donde aún vive la paz y donde siempre vivirá la esperanza.

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