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Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

Crónicas de viaje III. La Vía Láctea de Galicia: Santiago de Compostela.

Signum peregrinorum, en Santiago.
Signum peregrinorum, en Santiago.

 

Los romanos, siguiendo la tradición griega, veían como una mancha láctea la estela que forma nuestra galaxia en el firmamento, ya los pobladores indígenas y los celtas que llegaban del norte habían alzado la mirada al firmamento y habían depositado en él su propio destino, de ahí que una de las versiones sobre la etimología de Compostela sea el de campo de las estrellas. En el medioevo, ante las dificultades que representaba peregrinar hacia Jerusalén y ante los embates políticos que se desataban en Roma, siguiendo las estrellas, muchos llegaron a Santiago de Compostela, precisamente para venerar el cuerpo del apóstol Santiago el mayor, lugar donde predicó y donde fue llevado su cuerpo después de haber sido decapitado en Jerusalén. Fue así como desde al año 813 empezó el lugar a ganar prestancia y a iniciar una serie de peregrinajes de todo Europa hacia Santiago, a tal punto que la Vía Láctea empezó a ser conocida como Camino de Santiago, ya que era la forma como se guiaban para llegar a dicha ciudad, es decir el GPS de entonces.

Al llegar a Santiago, una llovizna constante nos recibe, entonces recuerdo a la célebre poeta gallega Rosalía de Castro, quien con razón anota: “Una tarde de abril, en que la tenue / llovizna triste humedecía en silencio /de las desiertas calles las baldosas, /mientras en los espacios resonaban / las campanas con lentas vibraciones, /dime a marchar, huyendo de mi sombra”, aunque no fue abril, sino julio, los anfitriones manifiestan esta constancia del clima gallego, para mí un segundo bautizo, el primero no buscado ni pretendido, y este segundo para abrirme a una ciudad de peregrinaje que recibe también a los agnósticos con repliques de campanas, tal y como me sucedió.

Como todas las ciudades gallegas, en su parte moderna, de anchas calles y de edificaciones muy bien mantenidas, con parques llenos de árboles y de verdores, Santiago no es la excepción, y al cruzar la calle que separa la ciudad nueva de la ciudad vieja, la bandera arcoíris en el piso, que recuerda las celebraciones del orgullo gay en España, nos adentra también en el casco urbano llena de callecillas y escondrijos que, con toda seguridad, guardan también viejos secretos de aventureros que buscaban placeres ocultos bajo la cómplice oscuridad de la noche.

Entrando por estrechas calles no se me presentó don Perfecto Feijoo con la gaita interpretando alalás, muñeiras y esos cantos que templan la morriña céltica, sino un jovencito de a lo sumo 20 años, interpretando el instrumento celta con tanta gracias y profesionalismo, buscando que los transeúntes le colaboren para sus estudios. Melancólicas notas que llevaron a decir a Rosalía Castro: “qu´eu podo decirche non canta, que chora.” La lluvia persiste, pero lo que se mira es un aliciente para continuar siguiendo las conchas -signum peregrinorum- en bronce que aprecié desde Orense, ahí la Plaza del Obradoiro, abierta al mundo y pareciera que al cielo mismo, inmensa y sobria, pese a todo el conjunto que la rodea: al occidente el Palacio de Raxoi, sede del ayuntamiento de la ciudad, magnífica construcción de estilo neoclásico; al sur el Colegio de San Xerome; al norte el bellísimo Hostal dos Reis Católicos, cuya historia data de 1486 cuando éstos visitaron la ciudad y dieron los recursos para crear una casa para los peregrinos, quizá parte del oro que llegó de América permitió iniciar la construcción en 1501 y finalizarla en 1511, ostentando una maravillosa fachada de estilo plateresco, hoy un lujoso hotel que recibe a nobles y plebeyos con buenos fondos en sus cuentas; y al oriente la Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Compostela, cuya construcción va del 1075 al 1211, ahí el románico, el gótico y el barroco se hermanan en una construcción a la que es imposible dejar de admirar.

Sarcófago de Santiago Apóstol.
Sarcófago de Santiago Apóstol.

 

La construcción alcanza 100 metros de largo, 70 metros de ancho y 32 metros de alto, estructura que cubre en total 8 mil metros cuadrados. La fachada del Obradoiro y el Pórtico de La Gloria –“poema de piedra” lo llama Unamuno – no hacen sino confirmar el inmenso poder económico del catolicismo español, así como la simbología que se resguarda en el que se cree son los restos del apóstol Santiago; las tres torres, las cuatro fachadas, las 19 capillas interiores dan fe de ello. Desde hace siglos los europeos han peregrinado hacia Santiago, Roma ha perdido su esplendor y los moros han recuperado Jerusalén, de ahí que este espacio sea tan importante no solo como lugar de peregrinaje religioso, sino que los caminos francés, portugués, del norte, inglés, de Finisterre y la vía de la plata permitieron un intercambio socio-cultural muy importante.

La piedra es la que cubre toda vista, sin embargo, como destellos de luz que entran por entre las rendijas de las vanidades, el oro y la plata cobran su importancia en el retablo principal o en la urna que contiene los restos del Apóstol. Santos, santas, vírgenes,  reyes, reinas y cristos parecen testigos mudos de la riqueza estética que ahí se asienta, tan distante del evangelio podría pensar también un escéptico como yo.

Pese a que está tan próximo el Atlántico, no se percibe la sensación salina que ocupa no solamente el olfato sino también los sentimientos. Como todo espacio turístico, los suvenires  y las mercancías innecesarias copan las calles y los espacios. Deliciosos aromas salen de los restaurantes, ahí las langostas, las vieiras y los pulpos compiten para despertar el apetito de peregrinos y profanos. Mis anfitriones se ocupan de que los aromas y los sabores sean también parte de este peregrinaje, Stella -cuyo nombre aquí cobra mayor significado, su mamá y su hermana, hemos sido convidados por la hermana de Xavi, Mercedes Casares, quien nos recibió con un delicioso aperitivo de café y nos permitió en un delicioso restaurante deleitarnos con un guiso de cola de res, como para recordarnos nuestro origen telúrico.

Pontevedra, pequeña pero acogedora ciudad, considerada una de las ciudades europeas más cómodas para vivir; Vigo, el municipio más poblado de Galicia; Baiona, testigo del arribo de Colón a lo que creían era el Asia, ya que el 1 de marzo de 1493 Martín Alfonso Pinzón arribó a sus costas a bordo de La Pinta, siendo el primero en anunciar la importante noticia; hasta alcanzar el río Miño, son lugares que me permiten adentrarme por esta Galicia que se ha vuelto ya una saudade.

Catedral de Santiago de Compostela.
Catedral de Santiago de Compostela

 

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