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Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

El clavo de oro del Ferrocarril de Nariño

Ferrocarril, Puente El Pindo, Tumaco.
Ferrocarril, Puente El Pindo, Tumaco.

 

Para nadie es un secreto la ambición que despertaba el oro de Barbacoas y de Iscuandé a los pastusos, por eso tuvieron serias rivalidades con Popayán y Quito, quienes a toda costa intentaban dominar este extenso territorio; por eso ahí Mosqueras y Agualongos hicieron su teatro de Marte, no por la causa de la independencia o de la libertad para cientos de esclavos que trabajaban en sus minas, sino con el único interés de sacar sus tesoros y destinarlos a sus causas, muchas veces no tan santas.

Además, fruto de lo que yo denomino el “pastocentrismo”, que no es más que el ánimo de tomar una parte por el todo en un departamento cuya principal característica es su diversidad, en todo el hondo sentido de la palabra; muestras fehacientes son los trabajos que se realizan en la Academia Nariñense de Historia, que debería seguir conservando su nombre primigenio: Centro de Estudios de Pasto; de igual manera, y para no enclavarnos en discusiones que no merecen este espacio, la rancia oligarquía que nos ha gobernado a los nariñense ha sido en su mayoría originaria de su capital, buscando a todas costas que la hermosa ciudad de Pasto saliera de la endogamia que la estaba corrompiendo y se volviera más cosmopolita, eso sí, dejando en claro que es La Capital, así en mayúsculas, de tal manera que es por ello que aún encontramos en algunas guías turísticas señalando al Santuario de Las Lajas como perteneciente a dicha ciudad, o quienes siguen creyendo que Nariño se únicamente sierra y desconocen la importancia del litoral Pacífico nariñense dentro del contexto de la nación.

El malogrado Ferrocarril de Nariño, que supuestamente comunicaría a la sierra con la costa, tiene múltiples historias que reafirman lo anteriormente dicho; el trazado Pasto – Tumaco se terminó de delinear en 1922, dejando a Barbacoas por fuera de éste, de tal manera que la ciudad de oro emprendió una campaña para que su territorio no quedara olvidado, además se reclamaba cómo el puerto sobre el Telembí había sido escenario de entrada y salida que comunicaba a la sierra con el mundo; pese a ello, las razones de los ingenieros se antepusieron y Barbacoas quedo por fuera del dichoso trazado.

Vía férrea entre el Diviso y Tumaco. 1926.
Vía férrea entre el Diviso y Tumaco. 1926.

 

El ferrocarril inició sus obras en la década de 1920, que según muchos decían empezaba en un punto de la selva y terminaba en otro, en alusión a que su construcción se inició en Agua Clara, para llegar posteriormente a El Diviso y después de algunos años hasta la mismísima ciudad de Tumaco; el Puente del Pindo y la Avenida Férrea son los únicos recuerdos que quedan de él. En 1925 se inaugura el inicio de las obras, suponemos que con bombos y platillos, con presencia de lentejos y manzanillos, curas y obispos a bordo y los lagartos que nunca faltan.

Para ello, se contrató a un orfebre barbacoano, para que con el oro extraído de sus minas se elaborara un clavo de oro, con el cual se iniciarían todas las dichosas obras, como si dejarlos por fuera del trazado no hubiese sido suficiente afrenta. Conducido en un cojín de terciopelo carmesí, fue llevado delicadamente por alguna comitiva para ser entregado a los encargados del dichoso evento. Ahí, las manos sacras de un cura bendijeron la pieza, las manos pulcras de un gobernante debieron pasarlas al apuesto ingeniero, paisa o extranjero, nunca lo sabremos, para que finalmente un obrero raso le diera el golpe final con la masa y lo hundiera en la tierra. Y pare de contar.

Sin embargo, la historia no para ahí, todo corre con la suerte del ferrocarril que jamás comunicó a la sierra con la costa, ya que en las obras se suspendieron en 1929, y sólo hasta 1944 se hizo el tramo Agua Clara – Tumaco, y en la década de 1950 se le dio la estocada final y se desmanteló la carrilera, los rieles sirvieron para hacer monumentos en algunos pueblos, cuando no para sostener las humildes casas de los habitantes de las orillas y no sabemos si el gobernador que ordenó su desmantelamiento total ganó unos cuantos denarios con el producto de la venta del famoso hierro, considerado ya como chatarra.

Construcción del tren de Nariño. En Ilustración Nariñense, Pasto.
Construcción del tren de Nariño. En Ilustración Nariñense, Pasto.

 

En la década de 1930 se sabía ya que el Ferrocarril de Nariño no tenía futuro, los intereses centralistas y otros factores económicos le iban dando poco a poco la estocada. Pero el asunto que aquí queremos tratar es el siguiente: incomprensiblemente, el clavo de oro con que se iniciaron las obras en Agua Clara, terminó en la Casa de Moneda de Medellín; como dice un documento de la época: “la municipalidad de Tumaco, creyéndose obligada por disposiciones legales, y obrando con la mejor buena fe, envío a esta Casa para ser fundido el clavo de oro que fijó el primer riel del Ferrocarril de Nariño”, ignorando quien tuvo la sesuda idea de remitir a un lugar ajeno lo que era su propiedad por derecho propio.

Lo cierto es que en mayo de 1932 el Concejo Municipal de Pasto solicitó a su par de Medellín hiciera los oficios respectivos para que la Casa de Moneda de Medellín devolviera el clavo de oro a Pasto, con el fin de “consagrar a esa reliquia venerada un recinto amoroso dentro de corazón esta histórica ciudad”, aduciendo que el Concejo de Tumaco fue un simple depositario de dicha pieza histórica. Hay un cruce de telegramas entre los ediles de las corporaciones de Medellín y Pasto, en donde se hace todo lo necesario para que esta pieza sea entregada al Cabildo de Pasto. La Casa de Moneda aprueba dicha solicitud en junio de 1932, y en julio el Concejo de Medellín se comisiona para entregar el clavo, gravado con la siguiente inscripción: ““La Casa de Moneda de Medellín a la Municipalidad de Pasto. Junio de 1932”, satisfaciendo los justos deseos de Pasto, según los documentos referidos.

La Casa de Moneda de Medellín obsequió el Clavo de Oro del Ferrocarril de Nariño a la Municipalidad de Pasto, con el fin de que conserve esa pieza histórica, evitando con ello que se fundiera o se le diera otro destino. Sin embargo, el 8 de diciembre de 1942 se coronó canónicamente a la Virgen de las Mercedes de la ciudad de Pasto, fundiendo el clavo de oro para la dichosa diadema. Ignoramos dónde y quién lo resguardó durante 10 años, lo cierto es que buscando evitar que el clavo sea fundido, Pasto se apropió de una pieza que no le pertenecía, para finalmente tener ese destino y coronar a la virgen patrona de Pasto.

 

Virgen de Las Mercedes, Pasto (Wikipedia).
Virgen de Las Mercedes, Pasto (Wikipedia).

 

Desde luego que el dichoso clavo de oro tiene un valor monetario e histórico, debió volver al Pacífico nariñense, a Tumaco o a Barbacoas; pudo allá ser resguardado y venerado, al mejor estilo sefaradita como lo propone y aprueba el Concejo Municipal de Medellín; y conociendo a nuestra clase dirigente, con seguridad pudo terminar en manos de un politicastro para sumarlo a sus glorias efímeras. Hoy corona la sien de una virgen ajena, símbolo de un poder centralista que afianza simbólicamente su fuerza idolatrando imágenes, lejos del sentimiento popular que ve en esta hermosa imagen a la madre cariñosa que a todos cubre con su manto y que infunde esperanza y caridad.

Quizá esa reliquia, que se convierte también en símbolo de un Estado que vive de espaldas a sus territorios, donde las comunicaciones siguen siendo una necesidad, de una obra inconclusa más, pudo servir para muchas obras sociales que tanta falta hacen en los 10 municipios del Pacífico nariñense. Lo triste es que hemos normalizado que en este país, de vírgenes y santos, se roben el clavo y vuelvan por el hueco.

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