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Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

Batalla de Bomboná, 200 años.

Bomboná, por José E. Ordóñez .
Bomboná, por José E. Ordóñez .

 

El 7 de abril de 2022 se conmemoran 200 años de una de las batallas más cruentas y menos conocidas de nuestra Independencia, llamada de Bomboná, por el lugar de la hacienda donde se presentaron los hechos, enfrentando al ejército patriota en cabeza de Bolívar y a los realistas pastusos en cabeza de Basilio García, militar español que había llegado a América en 1815, con el grado de capitán, en la expedición de Pablo Morillo, en la mal denominada “Pacificación”.

Desconocida, sí, porque la historia grandilocuente colombiana se ha concentrado en aquellas batallas donde el nombre de los libertadores salieron victoriosos, como lo fue la del Pantano de Vargas o Boyacá, de tal manera que bajo el estigma del centralismo con que se formó la nación, los monumentos y textos quedaron anclados en estos espacios, quizá buscando con ello animar ese espíritu santafereño que tanto daño le ha causado al país durante siglos, centralismo que también se replica en las regiones, de tal manera que todavía sigue pululante la historia de las periferias que necesita ser redescubierta y revalorada, no solamente por las academias, sino por los propios colombianos.

El escenario no puede ser otro que Pasto, la indomable Pasto, como bien la llamaron los patricios colombianos desde el inicio de la búsqueda de la independencia. Primero fueron los quiteños los vencidos en La Tarabita de Funes en 1809; posteriormente los caleños, al mando de Caycedo y Cuero, quien fue fusilado, junto con otros patriotas, en Pasto en 1813; y luego, en 1814, el mismísimo Antonio Nariño, cuando fue vilmente traicionado por su propia tropa y su ejército vencido, para finalmente entregarse a los pastusos y de ahí salir deportado a España.

Durante menos de 7 años los pastusos viven una relativa calma, en tanto que en Santafé, Popayán y Quito, entre otras ciudades, la gesta de la causa patriota parecía imparable, inclusive dentro del mismo territorio del actual departamento de Nariño, particularmente en la Provincia de Los Pastos, donde hubo connatos independentistas. No es sino hasta 1821 cuando el Ejército Patriota, al mando del general venezolano Juan Valdés, siguiendo órdenes de Santander y de Bolívar, intentan tomar otra vez Pasto, siendo nuevamente derrotados en la llamada Batalla de Genoy el 2 de febrero de 1821. Con seguridad muchos de estos nombres son desconocidos para la mayoría de colombianos, recalcamos la forma oficialista como fue narrada nuestra propia historia, además, recordando el viejo pero verídico adagio de que la historia la escriben los vencedores, tal y como acontece en lo que aquí vamos narrando.

Para 1822, ya el ejército libertador había vencido en Boyacá y Carabobo, y gran parte del norte de Colombia estaba bajo el mando de un gobierno civil patriota y se buscaba libertar de la Corona española el resto de América del Sur, principalmente el Perú, lleno de una historia de riquezas que aún seguía despertando el interés de muchos. Así que Pasto seguía siendo la piedra en el zapato para conectar al norte con el sur, siendo necesario vencerla para continuar la ruta trazada por los patriotas.

Bomboná, Piedra de Bolívar, 2022.
Bomboná, Piedra de Bolívar, 2022.

 

Pasto, sin embargo, mostró siempre el apego a sus tradiciones, entre las cuales estaban el respeto a su fe y a su rey, quien pese a estar en total lejanía, física y moralmente, seguía siendo aclamado por los pastusos con tedeums y procesiones, a la usanza de las mejores épocas de un Carlos I de España. Las explicaciones que se buscan dar a tal terquedad, si es que así puede llamarse al apego de sus convicciones, llenan tesis y tratados, aduciéndolo a su aislamiento geográfico del resto de urbes, dada su condición de estar entre cañones; otros afirman la manipulación odiosa que hicieron las principales familias, herederos de los conquistadores, sobrinos de santas y de hijodalgo, sobre la masa principal popular, mayoritariamente indígenas, quienes veían a éstos como los protectores de esa fe que fue asimilada a punta de cruces y espadas; y no falta quien llegó a afirmar que la altitud de la ciudad provocaba un sentimiento de aceptación de lo dado que era difícil romper con los esquemas tradicionales, como si la propia Santafé o Tunja no estuviesen sobre altitudes semejantes.

Lo cierto es que ante todo intento de invasión, los pastusos respondieron con toda su fuerza para impedir que cambiasen sus costumbres, la famosa frase del Ayuntamiento de la ciudad resume ese interés: “Déjennos en paz, vuélvanse a Popayán tranquilamente”. Esto, ante la avanzada del Ejército Libertador en cabeza del propio Simón Bolívar, quien había emprendido la Campaña del Sur, en octubre de 1821, y se dirigía con más de tres mil hombres, entre los cuales figuraban sus mejores generales y sus mejores batallones. Santander, conocedor de la geografía humana antes que de la física, intentaba convencer a Bolívar de que tomara a la ciudad por medio de la persuasión antes que por las armas, sin que haya sido atendida su sugerencia.

En marzo se encuentra ya en el río Mayo, organizando todo para avanzar hacia el sur, con un ejército diezmado por las enfermedades y los enfrentamientos que encontraban en el camino, estimando que contaba con unos 2500 hombres. Mientras tanto, en Pasto se encontraba Basilio García, el obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso, quien desde el púlpito y con dineros propios contribuía a la causa realista, así como 1200 hombres y mujeres dispuestos a enfrentarse contra el “Demonio Bolívar”, como comúnmente era llamado en la ciudad.  Ubicados estratégicamente, los pastusos no pierden oportunidad para atacar bajo la forma de guerrillas al ejército que consideran invasor, inclusive lanzando grandes piedras desde los riscos, ante un terreno desconocido por la mayoría de patriotas. El 6 de abril parte del ejército patriota llega y acampa en Consacá, a 50 km. de Pasto, mientras el batallón Bogotá lo hace en la hacienda de Bomboná.

Finalmente, el 7 de abril, domingo de pascua, a las 2 de la tarde se enfrentan los dos ejércitos. La mayoría numérica de los patriotas es contrarrestada con las posiciones estratégicas de los realistas. A las 6 de la tarde, centenares de muertos cubrían el suelo donde se dio la batalla. La luna llena mostraba un campo fantasmagórico, en donde la muerte patriota y el desorden realista imperaban. Al amanecer del día 8, eran amontonados en pilas los soldados patriotas muertos, mientras que algunos pastusos habían quedado dispersos en el camino de Yacuanquer a Pasto, ya que la mayoría había retornado a sus casas, como era su costumbre en cualquier día de jornal.

Campo de Bomboná, 2022.
Campo de Bomboná, 2022.

 

Bolívar estaba totalmente desesperanzado, ya que si bien había ganado el terreno de combate, había perdido más de 500 hombres, mientras que los realistas no llegaban a 200 entre muertos, heridos y capturados. En vista de ello se vio obligado a retroceder hasta un punto denominado El Trapiche, hoy Bolívar en Cauca, iniciándose entonces un cruce de cartas entre Bolívar y García, cada ejército planeando sus tácticas para impedir el avance o el hostigamiento del otro.

Así pasa más de un mes, hasta que el 24 de mayo Sucre vence en Pichincha a los realistas quiteños, de tal manera que Pasto se ve en una encrucijada por el norte y por el sur, para finalmente aceptar un armisticio que favorecía a sus ciudadanos. Así se firma la capitulación de Berruecos el 6 de junio mediante la cual cesaban los enfrentamientos,  recordarán los lectores que fue en dicho lugar donde años más tarde caería asesinado el mariscal Sucre, sin que hasta la fecha se tenga claridad de quiénes fueron realmente sus perpetradores, sin olvidar el odio irrestricto que le tenían los pastusos por las consecuencias funestas que vendrían luego, particularmente en la llamada “navidad nefanda” de dicho año.

Pese al armisticio celebrado entre García y el Ayuntamiento con el Ejército Libertador, el pueblo se opuso, ya que consideraban que en el campo de batalla habían vencido y que se creía indigno dejar pasar sin resistencia a un enemigo que por la fuerza habían frenado. Pese a todo, el 8 de junio entra Bolívar con su ejército a la indomable Pasto, siendo recibido bajo palio, entrando a la Iglesia Mayor, en donde el obispo, terrible enemigo de los patriotas, celebraba un tedeum en su honor.

El día 9 le escribe a Santander: “En primer lugar la capitulación de Pasto es una obra extraordinariamente afortunada para nosotros, porque estos hombres son los más tenaces, más obstinado y lo peor es que su país es una cadena de precipicios donde no se puede dar un paso sin derrocarse”, y sobre la batalla, que siempre consideró una importante hazaña, anota: “La victoria de Bomboná es mucho más bella que la de Pichincha”.  Y hablando de sus jefes, remata la carta: “Creo que si hubieran tenido jefes numantinos, Pasto habría sido otra  Numancia”.

Le afanaba llegar a Quito, de tal manera que el 11 de junio sale hacia el sur, llegando a Ipiales el día 12, donde es recibido por una comitiva, donde se distinguía una jovencita disfrazada de ninfa, quien le ceñiría la cabeza con una corona de laureles, se trataba de Josefina Obando, quien sería asesinada el 10 de noviembre por los pastusos como represalia por el recibimiento dado a los patriotas. Bolívar llega a Quito el 16 de junio, en donde una corona de flores asestada en su cabeza sería el inicio de sus amoríos con Manuelita Saénz, a quien luego de muchas vicisitudes llamará “La libertadora del libertador”.

Lo que pasaría luego merece un capitulo aparte, ya que los pastusos no contentos con el armisticio, lo rompen e inician una campaña de reconquista de su ciudad, apareciendo en el escenario Agustín Agualongo, mestizo o indígena, que puso en jaque este territorio para el ejército patriota, incendiando ciudades como Barbacoas y jurando hasta último momento su fidelidad a un rey que siempre le fue ajeno, no solamente a Pasto, sino a toda América.

Estampilla conmemorativa 150 años.
Estampilla conmemorativa 150 años.

 

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