Balsada Virgen del Carmen, 2024.

Quizá la palabra balsada venga de balsa, esa construcción de troncos amarrados que permiten la navegación, y que las comunidades afrocolombianas del Pacifico emplean para referirse a una celebración de carácter religioso, decorando lanchas y barcos con flores, bombas y luces de colores, ubicando imágenes de vírgenes y santos con el fin de rendirles tributo llevándolos de un puerto a otro.

Poco imaginarían quienes crearon la Orden del Carmelo, por allá en el siglo XII en Jerusalén, que sus advocaciones llegarían también a una tierra extraña a finales del siglo XV e inicios del XVI, a lo que mal denominarían “Nuevo Mundo”, coincidían ambos en la lógica que acompañó a los europeos a explorar el mundo y ampliar sus horizontes: la riqueza, con los primeros mediante las Cruzadas y con los segundos mediante la Conquista, imponiendo idiomas y creencias.

Llegaron a lo que denominarían América con el deseo ferviente de enriquecerse con el oro, la plata y las piedras preciosas que veían a graneles en los territorios que poco a poco iban ganando mediante la imposición de la espada y de la cruz. Reaparecen entonces nuevamente los caballeros, hace tiempo extintos, pero no con la norma que a estos los caracterizaba, la de “desfacer agravios y enderezar entuertos”, a la mejor manera de un loco que parte a destiempo para tal fin.

Con la conquista la población nativa se vio menguada víctima de las guerras, las invasiones inmisericordes y de las enfermedades que llegaban con los europeos, principalmente españoles y portugueses, quienes cuando se embarcaban para esta tierra desconocida para ellos, debiendo atravesar mares llenos de monstruos y de tentaciones, para lo cual las esposas de los marineros ataban a los barcos imágenes de la Virgen del Carmen para evitar todo mal, entregando escapularios, buscando la promesas de que si sus maridos perecían en la travesía, fuesen sacados por la Virgen del purgatorio y llevados al paraíso prometido. De tal manera que no demoró en tomar asiento la advocación del Carmen en este “Nuevo Mundo”, que enriqueció a tantos y enloqueció a otros tantos.

Luego llegan miles de hombres capturados en el África por portugueses e ingleses, generando el comercio humano más atroz que allá visto la humanidad, esclavizándolos y embarcándolos para América para que ayudaran en todas aquellas labores que se necesitaban, particularmente la agricultura y la minería, de ahí que los principales asentamientos fueron en valles fértiles y en donde se encontraba el oro y la plata, así como las perlas y las piedras preciosas. Al verse desamparados, no perdían las esperanzas de que sus dioses les ayudasen en esos difíciles momentos, de tal manera que fueron depositados sus dioses en la imaginería católica, dentro de las estatuas de santos y vírgenes venían al Pacífico colombiano y ecuatoriano las prácticas Yuyus y los dioses Lumbalús.

Así, obligados a aprender el catequismo católico, aparecen las décimas cimarronas y en las fiestas religiosas, como la del 16 del julio, dedicada a la Virgen del Carmen, aprovechan con sus cantos para alabar a esas deidades que veneraron sus ancestros. Así nace un sincretismo que ha generado manifestaciones religiosas únicas en los diferentes contextos afrocolombianos, reconocidos y valorados por la Constitución de 1991, que permitió las prácticas religiosas propias al reconocer en su artículo 19: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva.” Pero mucha tinta y mucha sangre tendría que pasar para ello.

Hay que reconocer que no todos quienes llegaron fueron sanguinarios, muchos religiosos y muchas religiosas buscaron verdaderamente la protección de los indios, fray Bartolomé de las Casas, y de los afros, san Pedro Claver, por mencionar solo algunos. Muchos otros desde los preceptos propios de sus comunidades, hicieron una labor silenciosa para calmar, aunque sea un poco, tanto dolor generado en el holocausto de la conquista y de la colonia. Fue así como muchas congregaciones religiosas se asentaron en los lugares más recónditos, en particular en este litoral que por tanto tiempo vivió al amparo de su propia suerte.

Con seguridad algunos franciscanos, dominicos y agustinos, los primeros en llegar, buscaron de una u otra forma no caer en las garras de la ambición y la codicia, para realmente aliviar espiritualmente el ultraje causado por tantos otros. Y se van imponiendo esas imágenes que tanto indígenas como afros fueron aceptando en la medida que los veían como mediadores de sus propias deidades, por eso no hay pueblo donde no se venere una imagen religiosa católica, baste mencionar el Nazareno de Magüi Payán, la Virgen de Atocha de Barbacoas y la Virgen del Carmen en Tumaco.

Esta última advocación existía ya antes de la llegada de los Agustinos Recoletos al Pacífico colombiano, particularmente al Pacífico Sur, en donde tuvieron especial injerencia cuando el padre Bernardo Merizalde del Carmen, agustino recoleto, es nombrado prefecto apostólico de esta importante región del país. Él mismo menciona en su libro “Estudio de la Costa Colombiana del Pacífico” (1921), como la Virgen del Carmen es muy común, hasta el punto de que los afros llevan escrita una oración a la cual le otorgan poderes infalibles, la cual transcribimos completa por considerarla un elemento etnográfico valioso:

Oración a Nuestra Señora del Carmen.

«Virgen purísima, que diste a luz al Salvador del mundo, hermosa azucena más que la flor y que la maravilla del mundo.» «Eficacia de esta oración. Cogieron a un hombre, le colgaren la oración, y lo maniataron y lo arrojaron al mar; se fue rebalsando por encima del agua y no se ahogó; de manera que las gentes de ese lugar se quedaron espantadas de ver ese gran suceso. Por acabar de probarla se la pusieron a un perro; lo maniataron le amarraron cien ladrillos y lo arrojaron al mar. Pasó lo mismo: fue rebalsándose por encima del agua y no se ahogó. Le quitaron la santa oración y se ahogó fácilmente. Si alguna mujer hubiese de parto y no pudiese dar a luz se le podrá poner esta santa oración en el pecho y alumbrará sin peligro. Vendrá la Santísima Virgen a echarle su santísima bendición o sea la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Amén. «Si algún enfermo hubiese de muerte y no pudiese morir, se le podrá poner esta santa oración sobre la barriga y se le arrancará el alma; retirará al diablo seis leguas mar afuera; vendrá la Santísima Virgen a echarle su santísima bendición que será la de Dios padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Amén. «Así es que el que sabe esta santa oración no será perseguido de ningunas visiones, ni de las justicias. No creas en oración del enemigo. Cree en esta santa oración: que, si crees en ella y así lo hicieres, te verás gloriado. «En la casa donde saben esta santa oración no caerán rayos, ni centellas; quien la rece no muere en guerras, ni muere con balas, ni muere ahogado, ni tendrá muerte de repente, ni muere des auxiliado. Vendrá la Santísima Virgen a cogerlo en sus brazos echándole su santísima bendición que será la de Dios Padre, y la de Dios Hijo y la del Espíritu Santo. Amén.»

De tal manera que no es raro que el 16 de julio sea una fecha muy especial en el Pacífico nariñense, particularmente en Tumaco, desde temprano se organiza una balsada donde va la imagen de la virgen, con seguridad estatuaria española importada por algún religioso, a quien la música de marimbas, cununos y guazas acompañan los alabados que entonan jóvenes y ancianos, todos unidos en una fe que pareciera conmoverlos hasta lo más profundo de sus entrañas. A un lado de la lancha están los sacerdotes carmelitas descalzos, quienes remplazaron a los agustinos en 1954, ataviados con sus hábitos característicos, cuyas capuchas les sirve para protegerse del sol. El barco de mediano calado ha sido decorado con bombas que hacen alusión al carmelo, café y crema, y los cantos no dejan de interpretarse un solo segundo. El padre Hevert Lizcano está atento para que todo salga bien, que la virgen esté bien peinada y que pueda ser vista por todos aquellos que salen a saludarla en su visita por las aguas de la Bahía de Tumaco, los tres sacerdotes están felices y complacidos de ver tanta religiosidad de un pueblo verdaderamente resiliente.

Quizá la imagen que el padre Hevert peina con amoroso cuidado, es la misma que el 12 de julio de 1903 unos tumaqueños le arrancaron un broche de no mucho valor, ya que la odiosa actitud del obispo de Pasto, el celebre fray Ezequiel Moreno, le había ganado la animadversión de la población costera, sobre todo porque miraba a su grey no como el pastor que debe protegerla, sino como el lobo que está siempre dispuesta a atacarla. Imagen silente a la que el viento Pacífico la mece para merecer el fervor de este pueblo creyente, aun en contra de personajes biliosos como el mencionado obispo de mala recordación para el país.

Hoy los religiosos son más cercanos a sus comunidades, alejados de toda vanidad, ellos mismos son parte de este mundo con todas sus pasiones, desde luego que para los creyentes hay una fuerza que les permite anclar su fe en un apostolado de vida que no muchos entendemos hoy en día. Sin embargo, los sacerdotes y las religiosas que van en la balsada se integran a la comunidad mediante las costumbres que mantienen vivas, por eso nada de rato tiene verlos sonreír, tomar un sorbo de un licor espirituoso y hasta pedir en los muelles un vallenato, preferiblemente alguno de los 17 que Diomedes Diaz le dedicó a la Virgen del Carmen.

La balsada pasa por El Morrito, por el puente del Morro, por los muelles, y la gente se arremolina para ver a la virgen que veneran, algunos se persignan en señal de devoción, otros agitan su mano para saludar a toda la comitiva, inclusive en uno de los muelles están en pleno jolgorio, quizá vienen desde el domingo con la resaca de un torneo que no se ganó, y mientras todos bailan, al ver a la lancha, inmediatamente suena una canción de Diomedes, como sumándose a la fiesta, una perfecta aleación de lo religioso y de lo profano en un mismo lugar.

Finalmente volvemos al muelle flotante, los padres están atentos para que la imagen sea conducida a un vehículo donde iniciarán un recorrido por las principales calles de la ciudad; mientras tanto, tengo el gusto de degustar un delicioso pusandao en la casa de la maestra Licenia Gallo, ahí su familia y su grupo Cueros y Chonta, descansan un poco de la faena que continúa en la noche, ya que en la parroquia de La Misional celebrarán la misa a las 7:00 pm, donde nuevamente la marimba, el cununo, el guazá y las voces ancestrales se unen para venerar esta advocación mariana. Afuera del templo, cientos de personas esperan salir a la procesión, las colegialas, impecablemente vestidas con sus uniformes blancos, esperan encender los faroles que acompañarán el cortejo religioso por las principales calles de la ciudad.

Los padres carmelitas descalzos dan testimonio fiel de los cambios que ha dado la iglesia después del Concilio Vaticano II, de las conferencias de Puebla, Medellín, Aparecida, de una iglesia que debe estar en, con y para los pobres, como predicó el propio Jesús, y que en gran parte se sintetiza en el pensamiento de Camilo Torres: paz con justicia social. Que eventos como esta balsada permita comprender el compromiso de la iglesia con las necesidades reales del Pacífico Nariñense, únicamente así lograremos ese anhelo tan esquivo a veces, pero siempre tan necesario: la paz.

Avatar de J. Mauricio Chaves Bustos

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.