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Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

100 años del encuentro presidencial Suárez – Baquerizo en Rumichaca. Su visita a la sierra y a la costa nariñense.

Presidentes Baquerizo del Ecuador y Suárez de Colombia, Rumichaca, 1920.
Presidentes Baquerizo del Ecuador y Suárez de Colombia, Rumichaca, 1920.

 

El 4 de abril de 2020 se conmemora el primer centenario del encuentro de los presidentes de Colombia, Marco Fidel Suárez, y del Ecuador, Alfredo Baquerizo Moreno, en el histórico puente de Rumichaca. Sea esta la oportunidad para afianzar los lazos de hermandad entre estos dos países, cuyas fronteras no separan, sino que unen, así lo hemos demostrado sus habitantes desde que se marcaron las artificiosas fronteras, recordando que las nubes verdes de Ipiales transitan por el mismo territorio Pasto, que es uno sólo, así como las hermosas playas de Tumaco y Esmeraldas reciben la visita del mismo verde mar Pacífico. Hoy algo del itinerario del presidente viajero, el primero que visitó oficialmente el departamento de Nariño, en un recorrido que lo llevó desde La Unión hasta Iscuandé, pasando por montañas y valles, franqueando precipicios y navegando plácido por mares y esteros.

Mi abuelo materno, Guillermo Bustos Cabrera, era de esos liberales convencidos, así lo manifestaba en sus creencias y en su comportamiento, aunque no fue nunca un fanático, siendo siempre un ciudadano a carta cabal; cuando pasaba tardes enteras escuchando sus historias, en el almacén de calzado que siempre tuvo, se emocionaba cuando llegaba al tema de “Don Marco Fidel Suárez”, como siempre se refirió, entonces decía: “fue Presidente de la República, siendo hijo de una lavandera, pero su inteligencia lo llevó a los más altos peldaños”, y con más entusiasmo narraba: “era hijo natural (así llamaban entonces a los hijos habidos fuera del matrimonio), y su padre no lo quiso reconocer, siendo niño necesitó algo de su padre, lo encontró, pero en una calle de Bogotá éste le dijo: no reconozco hijos en la calle. Pasado el tiempo, llegó a ocupar cargos muy importantes, entonces su padre lo buscó, y don Marco Fidel le respondió: no reconozco padres en la calle”, entonces, mi abuelito alcanzaba casi a llorar contando estas historias, desde luego le creí y le sigo creyendo. Y continuaba con otra anécdota, diciendo “cuando todo estaba listo para tomar el cargo de ministro, su madre, doña Rosalía, que era una humilde mujer paisa, fue atrapada por un grupo de mujeres de la alta sociedad bogotana, con el fin de emperifollarla en vestido de finas telas, joyas, maquillajes y perfumes. Cuando su hijo la ve, le dice que ella no es su madre; de tal manera que doña Rosalía, convencida también de que esa no era ella, se quita todos esos aditamentos y acompaña a su hijo al palacio de San Carlos como la mujer humilde que siempre fue”.

Siendo conservador el presidente Marco Fidel Suarez (1918-1921), quizá la admiración de mi abuelo le vino cuando regresó de uno de sus viajes al norte del país, coincidiendo con la visita que hiciera el presidente al Sur de Colombia, especialmente en el encuentro que tuvo con el presidente del Ecuador, Alfredo Baquerizo Moreno (1916- 1920), en el histórico puente fronterizo de Rumichaca, los primeros en visitar el lugar para ratificar el tratado de 1916 sobre la frontera entre los dos países. Curiosamente, el presidente Baquerizo era liberal radical, sin embargo, ambos aparecen como progresistas, además con caracteres parecidos, ambos afables, intelectuales y hasta bonachones.

Nos ha sido muy difícil encontrar el itinerario y detalles del viaje del presidente Suárez desde Bogotá a Ipiales, sin embargo, lo imaginamos difícil y fatigoso, como escuetamente lo recoge su biografía, además así lo atestiguan los telegramas que recibió a fines de abril de 1920 a su llegada a Bogotá, desde Cúcuta le dicen: “El largo y penoso viaje hasta la frontera ecuatoriana que acabáis de realizar es nuevo, elocuente testimonio vuestro acendrado patriotismo. No sólo regiones honradas con vuestra visita, sino país entero, os agradecen grandes esfuerzos en pro del bienestar nacional.”

Pese a ello, en sus famosos “Sueños de Luciano Pulgar”, hay algunas notas respecto a sus impresiones de este Sur, que para entonces era tan lejano y donde existía el temor de una separación, así como 17 años atrás lo había hecho Panamá, además, el tratado con el Ecuador de 1916, que venían a ratificar Suárez y Baquerizo, para algunos desfavorable para Colombia, especialmente para Ipiales, que cedía gran parte de su territorio del Pun a Ecuador, territorio fértil y lleno de petróleo, para desgracia nuestra, desaprobación que recoge el sabio pastuso Rafael Sañudo en el ensayo “Otro panamismo: el tratado colombo-ecuatoriano” (1917), y para otros desfavorable para el Ecuador, ya que cedía territorios del Caquetá y del río Putumayo, hoy odios y resquemores superados por el hermanamiento continuo durante tantos siglos de vida común.

El viaje, según el propio Suárez, inició dos meses antes, es decir a mediados de  febrero sale de Bogotá; el 15 está en Ibagué; del 17 al 21 de marzo está en Popayán; el 28 de marzo, domingo de ramos, está en Pasto; el 1 de abril, jueves santo, en Túquerres; del 3 al 5 de abril está en Ipiales, el día 4 se da el célebre encuentro en Rumichaca; el 9 de abril se encuentra en Barbacoas, ahí es agasajado por los pobladores, inclusive el célebre compositor Jeremías Quintero lo recibe con algunas de sus composiciones, dejando un recuerdo permanente del hermoso puerto sobre el Telembí, ahí recibe algunos telegramas de algunas localidades del Ecuador, como Cotacachi, felicitándolo por el encuentro celebrado días antes en Rumichaca; el día 11 está en Tumaco, es de suponer que de ahí salió para Buenaventura, pasando por Iscuandé, para llegar al Chocó y de ahí a Bogotá, donde arriba el 17 de abril. Sabemos que en su viaje visitó Cundinamarca, Tolima, Valle del Cauca, Cauca, Nariño y Chocó, lastimosamente ignoramos su itinerario y su recorrido, especialmente en tierras chocoanas.

La reunión de los presidentes se dio a las 4,30 de la tarde, en el límite fronterizo de Rumichaca, en un evento preparado por el presidente Baquerizo, quien estaba acompañado de sus ministros y hasta de banda de músicos, la que posteriormente acompañaría al presidente Suárez hasta Ipiales, al lugar donde se hospedó; ahí se sirvió un banquete para los mandatarios, lugar en donde brindaron el Ministro de Obras Públicas de Colombia y el de Relaciones Exteriores del Ecuador. Ahí colocaron la primera piedra del monumento que se levantaría en conmemoración del deslinde internacional, obra que, hasta donde sabemos, jamás se realizó. Luego se dieron un abrazo de despedida. La gente de Ipiales y de Tulcán se arremolinó por los alrededores, algo agrestes realmente, pero más puede la curiosidad que otra cosa, de tal manera que éstos fueron testigos del encuentro.

El presidente Baquerizo lo recibe diciéndole, entre otras cosas: “Estos campos sagrados ya por dolor antiguo, consagrados queden por nosotros, mas no con la ruidosa y vana pompa de palabras sonoras y fugaces, sino esparciendo a manos llenas la semilla de amor y de esperanza, que brote, crezca y florezca con lozanías de inmortalidad, para brindarnos luego el dulce fruto sazonado de una fecunda y bienhechora paz”; y don Marco Fidel le responde: “No se trata en este sitio ni en esta hora de una simple cortesía, ni de un acto meramente formulario como son algunos de los que expresan las relaciones entre los Estados. Se trata del signo extraordinario de la amistad mejor comprobada; se trata del recuerdo de hechos indestructibles que honran recíprocamente a las Repúblicas de Colombia y del Ecuador, exaltando a la vez la generosidad de sus sentimientos y la discreción de su conducta”.

Además, el evento tiene unos matices bien interesantes, ya que desde Rumichaca invitan a los gobiernos de Venezuela, Perú y Bolivia a imitar el ejemplo y buscar salidas concertadas a los problemas limítrofes, la importancia de dicho encuentro la anota el propio Suárez: “Este acontecimiento, que no ofrece antecedentes entre nosotros y muy raro por su naturaleza en las relaciones de los pueblos, tiene un significado histórico y puede tener un significado futuro; el por una parte, al recordar el Tratado de límites de 1916, conmemorando un acto de civilización y de paz entre Colombia y el Ecuador; por otra, puede influir para estrechar más y más el grupo de los Estados emancipados por Bolívar, grupo llamado de las Naciones bolivianas, federación pacífica de los pueblos que aquél libertó, conjunto de algo como veinte millones de hombres que pueden presentarse ante el mundo unidos por amistad fraternal y en pos de un porvenir dichoso mediante el cultivo de las relaciones políticas y comerciales y la resolución de defender activa, resoluta y pacíficamente sus intereses y derechos. Estos votos son el sentido del telegrama dirigido desde Rumichaca a los Presidentes de Bolivia, el Perú y Venezuela, por los Presidentes del Ecuador y de Colombia”.

Desde Ipiales dicta el Decreto Ejecutivo, por la cual se destinaba la suma de treinta mil pesos para construir la carretera Ipiales – Pasto, por la vía San Juan, Capulí, Tagua, suma que, hasta donde hemos averiguado, nunca fue invertida en la dichosa carretera. Precisamente, una de las intenciones del viaje era conocer el estado real de las vías, ya en 1919 había recorrido la costa Atlántica colombiana, de tal manera, que estos viajes le permitieron tener una perspectiva real del país. Llama mucho la atención la referencia que hace del camino de Barbacoas, así lo anota en los famosos sueños de Luciano Pulgar, nombre con el que publicó 173 ensayos entre 1923 y 1927, “Otro tanto podemos decir de los caminos de herradura, en que Nariño se lleva la palma con su vía del Espino a Barbacoas, la cual es en su género el mejor camino del país, haciéndose en él tres jornadas y media sin que el pie de la caballería encuentre el menor obstáculo”, curioso, ya que en 1907 Miguel Triana, en el célebre libro “Por el sur de Colombia”, menciona que, si bien hubo mejoras gracias a los ingenieros Julián Uribe Uribe a fines del XIX y a Víctor Triana a inicios del XX, aún se quejaba de lo difícil que resultaba el viaje hasta salir a La Provincia, es decir Túquerres; ya a mediados del siglo XIX José María Córdovez Moure relata las peripecias de precipicios y culebras que dificultaban su camino, contrario al de Triana, éste lo hizo de la sierra a la costa nariñense. De tal manera que resulta muy curioso, sobre todo para quienes tuvimos que padecer el trayecto Junín – Barbacoas hace unas tres décadas, leer de don Marco Fidel que éste resultó ser el mejor de su género en el país en 1920, algo que nos parece realmente asombroso.

Desde su llegada a Nariño, el presidente Suárez siente lo que muchos viajeros relataron y siguen relatando, el cariño y el afecto del paisano, así lo anota: “nos hizo manifestación especial la laboriosa ciudad de la Unión en Nariño, tal que para atender a sus amistosos llamamientos hicimos un gran rodeo en nuestro camino a fin de permanecer algunas horas en su seno, recibiendo de ella las más afables manifestaciones, lo que también experimentamos en Ipiales, cuyos habitantes nos ganaron los más gratos recuerdos con sus demostraciones amistosas”.

Siendo un intelectual, conocía de sobra la historia de la comarca, por ello afirma; “los lugares donde se libraron las jornadas de Palacé, Calibío, Tasines, Bomboná y Juanambú. Aquí, en este último sitio, fragoso como el que más puede serlo en nuestra topografía, no se comprende hasta dónde llegó la audacia del Precursor de nuestra Independencia al intentar escalar peleando los riscos donde hoy anidan efectivamente los cóndores y donde se sienten amagos de vértigo en presencia de los abismos por donde corre un río enfurecido, entre rocas resonantes que hacen recordar las descripciones de la Divina Comedia. Saliendo de La Unión, ciudad puesta hoy en el sitio de la antigua Venta y andando menos de medio kilómetro y entrando a mano derecha por una senda pendiente y resbaladiza a causa de la lluvia, llegamos después de recorrer unos pocos metros al sitio donde según la tradición pereció Sucre al golpe de manos asesinas que lo sacrificaron juntando en uno la gloria, la virtud y el infortunio; y al subir de la montaña, intentamos en vano, porque nos lo impidió un aguacero torrencial, desviarnos del camino para entrar en el campo donde Caín, huésped de esas trágicas comarcas, hirió también mortalmente a don Julio, el lugar de cuya muerte divisamos luego en una profundidad de Berruecos. Los nevados de la Cordillera Central se ocultaron a nuestra vista, velados tenazmente por nubes de invierno desde el Ruiz hasta el Cumbal y el Chiles”

No podía faltar Pasto, que lo recibe en plena Semana Santa, él tan católico llegaba a la ciudad más conservadora del país, anota entonces: “En ese espíritu se mezclan todavía, como en los primeros días de la República, la lealtad y el patriotismo, cuya concurrencia hizo vacilar a los de Pasto en ese entonces y ejecutar grandes acciones, convirtiendo al gran vencido en vencedor, de suerte que todavía al recordar los ciudadanos de esas comarcas aquellos tiempos inolvidables, se afanan sin motivo por comprobar y repetir que a pesar de todo son y serán los abanderados del patriotismo”.

En Ipiales visita el santuario de la Virgen de Las Lajas, para la época aun en construcción la actual basílica, “Tuvimos la dicha de visitar la hermosa capilla y de invocar a la Santísima Virgen, así como vimos la hermosa fábrica ya muy adelantada que sobre poderosos cimientos puestos a ambos lados del río, cubrirá a éste formando sólido puente sobre el cual se desarrollará una hermosa Basílica”, en dicho viaje, el Prefecto de Ipiales, Manuel María Rosero, tuvo un grave accidente, ya que los caballos que conducían el carruaje parece que se desbocaron y ocasionaron el grave incidente, del cual sobrevivió Rosero.

La naturaleza pareciera embrujarlo, así lo vemos en sus relatos, el estadista tiene tiempo también para gozar el paisaje que lo abruma, en su viaje a la costa anota: “y desde las alturas del camino de Barbacoas percibimos los horizontes de selvas que cubren nuestra costa occidental y donde, según es fama, yacen emporios de riquezas minerales por donde corren ríos tan bellos como el Telembí, navegable en su caudal de aguas azules y a cuyo extremo se encuentra Tumaco rodeada de mar y cubierta de palmeras, esperando que un Carlos Vélez Danies la defienda, como defendió la isla del Cabrero, de los embates del mar que la amenazan”, aquí hace alusión a un empresario cartagenero que realizó importantes obras en su ciudad.

Su preocupación constante son las carreteras y los caminos, el interés es comunicar al Sur de Colombia con el país, para lo cual se requieren diferentes obras de infraestructura, de Tumaco dice: “El puerto de Tumaco tiene graves problemas, algunos de ellos de difícil solución. La ciudad necesita que se ejecuten sin demora las obras de defensa necesarias contra las invasiones del mar que ya han sumergido gran parte de la isla Viciosa; el puerto exige obras de muelle y canalización muy costosas y su comunicación con el interior del Departamento debe hacerse más fácil y expedita”, situación que no ha variado mucho después de 100 años.

Quienes acompañaron a don Marco Fidel en este viaje, mencionan la sencillez y parquedad en su vida diaria, a tal punto que les preocupaba que enfermara por la sobriedad en los alimentos, además de ser abstemio, de tal manera que los brindis y los agasajos llegaban incluso a incomodarlo. De ahí la admiración de mi abuelo materno por este Presidente, también él vivió en una sencillez y una humildad que lo volvió un gigante.

Hasta aquí esta crónica que conmemora no solamente el encuentro Suárez – Baquerizo dado hace 100 años, sino que es un homenaje al sentimiento de hermandad que nos unen en 586 kilómetros terrestres y 200 millas mar adentro, en una historia que nos es común desde la época precolombina, en donde los Pastos habitaban un mismo territorio, así como los Tumacos compartieron un mismo horizonte marino. Hoy, nosotros, herederos de esos pueblos aguerridos, debemos seguir afianzando nuestro legado común para asistir a la ruina de las fronteras artificiales, a través de nuestra cultura y de nuestros encuentros cotidianos.

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