Qué podemos ofrecer que no hayamos dado ya? ¿Qué queda por recortar, vender o hipotecar? ¿Qué más sacrificios se le puede exigir a un pueblo español desarmado, vencido, exprimido hasta la última gota y que se desangra día a día?
Rebajamos el sueldo de los funcionarios, congelamos las pensiones, suprimimos las ayudas a la natalidad, aprobamos una reforma laboral que nos devuelven al siglo XIX, subimos las tasas universitarias, reducimos el número de becas, despedimos a miles de profesores y aumentamos el número de estudiantes por aula, cerramos quirófanos, dejamos a los inmigrantes irregulares sin sanidad, hacemos pagar por los medicamentos a los que menos tienen, aumentamos los impuestos sobre la renta y el consumo, disparamos el recibo de la luz, terminamos con la Ayuda al Desarrollo, suspendimos las ayudas para la Dependencia, finiquitamos las rentas para la emancipación, dejamos en la estacada a los opositores con unas tasas de reposición raquíticas, nuestros mejores estudiantes se marchan fuera, nuestros parados sobreviven con lo poco que tienen, nuestros jóvenes no ven el futuro, nuestras familias son desalojadas de sus casas y nuestras empresas cierran una tras otra en una larga cuenta sin final que vacía las ciudades.
¿Cuánto tiempo más tendremos que aguantar en esta guerra sin cuartel, este laberinto sin salida, esta angustia que no nos deja vivir? ¿Cuánto tiempo más tendremos que portar en nuestra frente con la marca de Caín? ¿Cuánto tiempo más tendremos que ofrecer nuestro cuerpo al águila enviada por Zeus? ¿Cuánto tiempo más tendremos que arder con la herética doncella de Orleans? ¿Qué podemos ofrecer si no la ceniza, la casquería, las sobras, el barro de lo que fuimos?
