La ciudad comienza a ser inaguantable. El calor entra por ventanas y balcones para desesperación de los vecinos. Los niños y adolescentes han vuelto a casa; los padres recuerdan por qué los habían apuntado a todo tipo de actividades y estuvieran ocupados hasta las siete de la tarde.
También se ha terminado las actividades que mantenían ocupados a los abuelos. No quedan muchas obras en Madrid que puedan ver y con las deudas que tiene el Ayuntamiento, pasarán años para que Madrid vuelva a ser aquella urbe mítica de obras donde se podía uno pasar más de 18 horas viendo picos, palas y zanjas.
Esa urbe mitificada a nivel nacional por sus habitantes más viejos en todo el territorio español gracias a los viajes del IMSERSO. Madrid como una ciudad fantástica en el imaginario colectivo donde siempre había entrenimiento y diversión gracias a sus miles de zanjas y tuneladoras que garantizaban el disfrute y los días eternos apoyados sobre las vallas.
Nuestros queridos mayores también contribuyen al recalentamiento general a través de sus quejas repetidas y sus historias en blanco y negro. Sumado todo al agotamiento producido por llevar más de un año sin vacaciones, la ciudad se convierte en un infierno terrenal digno de Munch.
En este Madrid agónico y veraniego, el ejército de reserva del proletariado va a tomar la ciudad. Ataviados con toda clase de títulos, con mucho conocimiento teórico y escaso práctico, los becarios se disponen a asaltar al poder a la menor oportunidad que se les deje. Dispuestos a sacrificar el verano por cuatro perras, llevar cafés, aprender a utilizar el aire acondicionado y hacer las tareas más aburridas con esmero y dedicación, el ejército de reserva del proletariado va a tomar la villa y corte.
Da igual que sean periódicos, despachos de abogados, talleres o bancos, la gente se quiere ir vacaciones y alguien tiene que hacer el trabajo durante el verano. Es la ley de la oferta y la demanda y en estos tiempos de neoliberalismo salvaje, el sistema económico impone la ley de la selva a todos los miembros de la sociedad.
Tienes que ser becario para lograr experiencia laboral y llegar al ansiado triunfo: un contrato laboral a tiempo completo que se retribuya con más de tres cifras. Algo harto difícil en los tiempos que corren sin experiencia previa, así que te toca ser becario.

Fotografía de Marcela Paz.
P.D: ya no soy becario, pero este texto siempre estará vigente.
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