Parsimonia

Publicado el Jarne

La resurrección de la vieja izquierda

El domingo pasado, la coalición de izquierdas Siryza ganaba las elecciones en Grecia. Con un discurso antiausteridad y crítico con las autoridades europeas, el secretario general de partido, Alexis Tsipras, se quedaba a un par de escaños de la mayoría absoluta. Los mercados se agitan con esta victoria mientras la Eurozona vuelve a rodearse de incertidumbre. La vieja izquierda que algunos creían muerta, resurge de sus cenizas. 

Tras la caída del Muro de Berlín, parecía que cualquier alternativa al sistema actual había pasado a mejor vida. Con el derrumbe del comunismo y la consolidación de la Revolución Conservadora, el mundo en los 90 se encarrilaba hacía el Fin de la historia que pronosticaba Fukuyama. La caída de la URSS alumbraba un relato en la que la democracia y el sistema capitalista iban a ser el puntal de un nuevo amanecer en el que se superaría el totalitarismo del siglo XX.

La izquierda democrática también quedó en entredicho. Los socialistas europeos dejaron de ser una barrera imprescindible frente al avance del comunismo. La alternativa que encarnó la socialdemocracia frente al liberalismo puro y duro tras la Segunda Guerra Mundial con la construcción del Estado de Bienestar se había ido deshilachando a partir de los años 70. El canto de cisne fue la Tercera Vía de Blair, que terminó por difuminar las fronteras entre socialistas y conservadores.

El liberalismo se convirtió en hegemónico a nivel global y con él, sus dogmas económicos. Los países fueron sometidos a duros planes de ajuste según las ordenanzas de las instituciones internacionales. Para un análisis de este período y de las consecuencias económicas que dejaron la ceguera y la cerrazón, les recomiendo dos libros ya clásicos: La doctrina del shock de Naomi Klein y otro con una visión menos crítica, pero mejor fundada; El malestar de la globalización, de Stiglitz.

En paralelo a esos planes de ajuste, surgieron procesos de resistencia a la globalización. Por donde pasaron las grandes instituciones internacionales con sus planes, dejaron un terreno fértil para que surgieran líderes que arriaran la bandera. De orígenes muy diversos, pero con un mensaje muy claro de recuperar la soberanía y del regreso del Estado a esferas de las que había sido apartado. Pasó en Argentina con los Kirchner, en Rusia con Putin o Correa en Ecuador.

Creíamos que habían sacado alguna enseñanza  en el manejo de estas crisis, pero no fue así. Tsipras ha ganado las elecciones con un discurso antiausteridad y defensa de la soberanía nacional tras un período planes desastrosos a cargo de la troika. Lo que nadie esperaba es que incluso a estas alturas del partido, pudiera surgir un partido de izquierdas y un discurso nacionalista en Europa, donde el declive electoral de la izquierda es palpable desde hace tiempo.

Las viejas advertencias del pensamiento crítico se convirtieron en realidad. Los planes de ajustes han sido desastrosos y han empeorado las condiciones de una parte de la población. La cesión de soberanía a instituciones supranacionales no muy democráticas, la apertura de mercados sin análisis más cuidadosos y la reducción de la protección social y laboral  han dejado extenuados a los griegos, que han votado a los únicos que tienen voluntad de renegociar la partida y repartir nuevas cartas: Syryza.

Como nos advertía Owen Jones en Chavs, la izquierda había dejado las viejas cuestiones del trabajo o de defensa de las clases trabajadoras apartadas para centrarse en la lucha y protección de las minorías, especialmente en Europa. Con la nueva línea de política que abre la victoria de la coalición de izquierdas en Grecia, parece que resurgen viejas cuestiones y problemas que se habían abandonado hace tiempo. Y es que la vieja izquierda, vuelve a respirar.

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