Cada dos semanas tengo que huir de Oxford. Si no lo hago, empiezo a ponerme nervioso. Duermo poco, trabajo peor y pienso más. Enmudezco. El curro, el dinero, mejorar el inglés; lo que venga se me arremolina en la cabeza. Necesito cambiar, escapar. Hay vida más allá de este villorrio para estudiantes ricos o lumbreras. Me tengo que largar sin falta.
El día que tengo libre suelo aparecer en Londres. Que ciudad. Uno se baja en el el Oxfordtube y aparece en un mundo distinto. Me siento como esa gente de provincias con el botijo a cuestas y bajando del coche de línea. A uno se le llevan por delante en las aceras o en los cruces, le tientan todas las luces y mira con extrañamiento y curiosidad a la gente que tiene a su alrededor.
Un reverendo sudista llamaba a Nueva York ´La puta de Babilonia´ por su propensión al dinero y a los placeres. Si hubiera conocido esta urbe pensaría lo mismo. Uno puede gastar el dinero en Londres hasta hartarse de mil formas diferentes. Sólo es cuestión de buscar y encontrar. En esta ciudad vive los brókers de la City y los príncipes saudíes. Ambos se gastan su ingente dinero a su manera.
Es cara, muy cara. Cuando me iba a venir pensé primero en Londres. Miré alquileres. Habitaciones minúsculas en zona 14 y que costaban muchas libras. Desistí. Era demasiado. Ahora que manejo el inglés me tengo que pensar si me mudo. Tampoco me complico la cabeza. Ya vendrá. De momento la visito de poco en poco y se me quita el mono.
No todo es dinero, uno se apaña con lo que hay. Esta también ese Londres radical, del West End y que asustaba a los caballeros. Más barato, tirado. Puedes visitar museos. Siempre queda uno al que no has ido. Los de la Reina son gratis. Ir a Camdem Town. Perderse en el Soho. Tomarse un perrito caliente al lado del río y pensar que Joe Strummer vive.
Patear y patear. En este país odian las alturas. Las ciudades son enormes y hay que andar y andar. Es extraño. No es París con sus grandes avenidas y donde se camina sin parar y sólo se ven grandes edificios a lo lejos, como un espejismo. Es más compacto. Apretado pero tampoco sofocante. A veces caótico, pero ordenado. Inglés, muy inglés.
Paso el día y me vuelvo. Se me van todos los males, como a los viejos después de los viajes del Imserso. Llego a casa tarde, pero al día siguiente sonrío. Piensas que las cosas no están tan mal y que vamos tirando. Aprieto limpiando las ollas o pelando las cebollas. Miro el reloj y ya estoy terminando. Se me fue la tarde pensando en la próxima escapada.