Parsimonia

Publicado el Jarne

El Brexit y yo

Acabo de contestar a un correo que me envió mi padre hace unos días. Entre los típicas preguntas que siempre aparecen en estos correo»¿Cómo estás? ¿Qué vas a hacer en verano?» hay una que se repite insistentemente: ¿Qué tal el Brexit? Y ahora que vuelvo a Madrid unos días y quedaré con la gente volverá a salir. 

El Brexit. El gran tema. Vamos a contestar a la pregunta y así me evito contestar uno por uno. Es algo que me preocupa muy poco. Cuando estaba en España, si que era un asunto que me traía por la calle de la amargura. Recuerdo que el día siguiente al referéndum vi la noticia en la web y me dio una sensación de salto al vacío.

El sitio con el que llevaba soñando ir desde hace tanto tiempo y por el que trabajé de 12 a 14 horas diarias para ahorrar el dinero, se cerraba en mis narices. Recuerdo coger el avión con miedo y tener la misma sensación los primeros meses. Como un yonkie de las malas noticias, leía el periódico todos los días y siempre que veía la palabra Brexit en el titular, pinchaba en el enlace para inyectarme mi dosis diaria de droga.

Con el tiempo, la verdad es que he dejado de leer sobre ello. Había otros retos más importantes, como sobrevivir literalmente, porque me quedé sin blanca (no tenía ni dinero para pagarme que me sacaran una muela que me daba unos dolores terribles) y estuve a punto de perder el trabajo. O que no entendiera nada de lo que me decía la mayor parte de la gente.

Sentirse sólo, estar en un país que no es el tuyo, trabajar entre 45 y 50 horas. O estar tan cansado que el día que estás libre que no te queden ganas de hacer nada. De perder entre 15 y 20 kilos por trabajar por primera vez y espero que última en una cocina. En fin, historias de ser un puto inmigrante. Carne para la picadora.

Bastante tenía y tengo con sobrevivir como para preocuparme del Brexit. Me he hecho al trabajo, he ahorrado algo de dinero y he mejorado bastante mi inglés, pero aún así la sensación de fragilidad no se va. A fin de cuentas, en el trabajo me pagan el mínimo, no he conocido a mucha gente inglesa y lo que tengo se mete en una maleta y un trolley.

Inglaterra me ha dado madurez e independencia, pero todavía no he podido exprimirla al máximo porque uno comienza desde abajo y hay que pelearlo todo para recibir un poquito. Si mañana nos deportasen a todos -algo improbable, por cierto-, no tendría la sensación de perder una gran oportunidad. Simplemente, empezaría en otro sitio. Bares y cocinas para deslomarse hay en cualquier parte del mundo.

Para la gente que lleva más tiempo o que está en otra situación es distinto. Has echado raíces: tienes pareja, casa o un buen sueldo y supongo que será jodido ver cómo todo tu mundo puede estar en el aire. Hay incertidumbre. Y no es algo que fueras a esperar, te rompe tus seguridades. Todo lo que que has construido se tambalea.

El Brexit se convierte en una obsesión. Quedas con españoles o con gente de la UE y siempre sale. Comentas las declaraciones de May o la de alguno de los botarates de los tories sobre que eres una especie de carta o ficha de casino. La última noticia del Daily Mail o The Sun sobre los benefits que piden los inmigrantes también sirve. O sobre los problemas de papeleo que se están dando.   

Si no estás en este grupo, el Brexit es algo muy diferente. Es algo que no va contigo. Bastante tienes con pagar el alquiler o saber qué vas a hacer en verano como para plantearte algo más. Hay otras preocupaciones. Aunque todos tenemos una certeza: será más papeleo. La burocracia siempre triunfa.

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