Otro mundo es posible

Publicado el Enrique Patiño

Venezuela, vista por los periodistas venezolanos

1. Así han sido estos días

Sara Carolina Díaz

Periodista de El Universal de Caracas

Desde los años 2002-2003, cuando el golpe de estado contra Chávez y el paro petrolero, Venezuela no vivía momentos tan tensos como los de ahora.

La polarización vuelve a las calles luego de que un grupo de estudiantes del estado Táchira (hoy día militarizada) saliera a principios de febrero a reclamar por los altos índices de inseguridad (se calcula casi 25 mil homicidios el año pasado). La respuesta gubernamental fue desproporcionada y eso alimentó el ánimo de la protesta.

Ya no son solo los estudiantes los que manifiestan sino gente común que no comulga con el Gobierno del presidente Maduro en medio de altos índices de inflación, escasez de alimentos, insumos médicos y productos.

El clamor, luego de más de 15 días de manifestaciones, es que paren la actuación de grupos armados motorizados que crean zozobra en la población y la represión desmedida de las autoridades civiles y militares, cuyos abusos han quedado registrados en videos y fotos de los mismos ciudadanos. En este nuevo conflicto, a diferencia de otras ocasiones, el poder de las redes sociales ha hecho posible que los venezolanos se enteren de lo que pasa cuando hay una alta presión del Gobierno sobre los medios de comunicación, especialmente los radioeléctricos.

Justo por ese periodismo ciudadano se pudo presumir la presunta vinculación de funcionarios del Sebin con la muerte de un joven en La Candelaria, luego de una multitudinaria marcha a la Fiscalía el 12F. La reacción gubernamental en ese caso, tal vez la única, ha sido la destitución del director del organismo y la supuesta detención de uno de los involucrados pero sobre este punto no hay mayor información.

Desde el Gobierno se limitan a decir que está en marcha un golpe de Estado. Mientras tanto, en medio de la crisis, se pusieron en evidencia los conflictos internos de la oposición venezolana: por un lado, los que buscan una salida inmediata del Gobierno de Maduro (que cuenta con el aval de la mitad del país) haciendo focos de protestas y trancas de calle: Leopoldo López ahora detenido y María Corina Machado. Y por otro lado, los que esperan conquistar más voluntades del chavismo y continuar con protestas enfocadas y organizadas que no inviten a la violencia: Capriles Radonski, que ha señalado públicamente su respaldo a López y se niega a dialogar con el Gobierno «en medio del chantaje y con una pistola en la cabeza».

El Gobierno no parece dar marcha atrás y felicita a sus cuerpos de seguridad por la actuación en los últimos días mientras aglutina sus filas, hasta hace poco fragmentadas, en contra de lo que llaman “fascismo”. La oposición debate el camino a tomar cuando se hace más difícil “recoger” el sentimiento de indignación por la represión y la actitud del gobierno. Mientras tanto, siguen los heridos de bala y los muertos.

Hoy preocupa especialmente el trato que cuerpos militares y policiales dan a la prensa. Hasta ahora el gremio periodístico cuenta 55 agresiones a comunicadores que van desde gritos y empujones hasta salvajes golpizas, además de amenazas con armas de fuego. Periodistas y fotógrafos corren riesgos en la cobertura. Eso ha motivado que grandes corporaciones de medios como CNN se abstengan de enviar corresponsales. Los ciudadanos que toman fotos y videos también han sido agredidos por las autoridades. Cada vez es más difícil la cobertura de lo que pasa en Caracas y en el resto del país.

 

2. Venezuela el país del miedo

Paula M. García (nombre alterado)

Fotógrafa

Si en este momento, y quizás desde hace unos años, alguien me preguntase cómo describiría a mi país, lo describiría así: es el país del miedo.

Antes, en un pasado inmediato, era el miedo a salir en la noche, el miedo a ser atracado, el miedo a no conseguir el medicamento que sostiene tu salud, el miedo a pagar vacuna, el miedo a ser agredido por el (mal) humor cotidiano del venezolano de ahora, el miedo a morir en una emergencia, el miedo a morir en las carreteras llenas de huecos y malandros al acecho, el miedo a que te secuestren si gracias a tu trabajo tienes algo de dinero. En resumen, el miedo a casi todo lo que puede suceder de la puerta de tu casa para afuera.

Ahora sin duda confirmo que es el país del miedo, porque además de todos los miedos anteriores, hoy 23 de febrero del 2014 se suma el miedo a no saber cuál es la verdad, miedo a expresarse libremente, el miedo a salir a la calle a protestar por lo injusto, el miedo a enviar los hijos al colegio, el miedo a decir algo “indebido” en una cola para comprar alimentos que escasean, el miedo a que algún “amigo” chavista te traicione y te delate exponiéndote ante la jauría de chavistas radicales, enceguecidos y feroces, el miedo a decir la verdad sin adjetivos calificativos, el miedo a SER, a ser un venezolano que anhela un futuro realmente mejor.

Y el deber sería enfrentar ese miedo, confrontarlo y superarlo… Sin embargo, me pregunto, no estando bajo nuestro control las circunstancias por las que Venezuela se convirtió en el país del miedo, ¿es posible superarlo con sólo confrontarlo?

¿Cuándo podremos volver a vivir nuestros días en tranquilidad y seguridad garantizada?

Hace una semana una mujer de mis contactos hizo una captura de uno de mis estatus a favor de la resistencia y lo publicó en Twitter y rodó por las redes del chavismo y recibí amenazas e insultos delicados. Desde ese momento tuve que bajar la intensidad: no tengo una maquinaria atrás que me proteja o ayude si a los chavistas locos y con más poder les da por pedir que me abran una investigación. Hoy, estoy censurada y amenazada.

 

 

3. Una situación aterradora

Por Silvia Martins

Periodista independiente

La situación de Venezuela en este momento es realmente aterradora. Lo que comenzó como una manifestación de estudiantes hartos de la inseguridad y del caos de un país asediado por el desabastecimiento de bienes tan básicos como la comida y las medicinas, y por una de las inflaciones más altas del mundo, se ha convertido en uno de los episodios más dolorosos de nuestra historia reciente.

En menos de diez días han muerto al menos ocho personas y hay decenas de heridos. Si bien aún se desconoce a los culpables, los opositores han responsabilizado a los cuerpos de seguridad del Estado y a los grupos armados paramilitares, conocidos como «colectivos», a los que acusan de actuar bajo la anuencia de las autoridades.

Asimismo, organizaciones como el Foro Penal Venezolano y el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello han denunciado serísimas violaciones a los derechos humanos de las personas detenidas por protestar. Golpizas atroces, descargas eléctricas, violaciones y arrodillamientos durante horas han sido algunas de las vejaciones reportadas por las víctimas.

Ante un panorama tan amargo y angustiante, el gobierno −que concentra todos los poderes públicos− no sólo ha desoído las demandas de los manifestantes y ha evadido su responsabilidad como garante de la seguridad y la integridad de sus ciudadanos, sino que además ha optado por silenciar a los medios de comunicación, evitando que salgan al aire canales como NTN24 y abriendo procesos administrativos contra CNN para evitar sus transmisiones en el país. Esto, aunado a la censura impuesta a los periódicos y estaciones de radio y televisión nacionales.

Sobra decir que urge una solución que permita acabar con la violencia y reestablecer la paz en el país.

 

4. En sus horas más oscuras

Julio González

Director AVANT GARDE RP

Hace pocos días leía un tweet de un amigo periodista venezolano: “Lo que ocurre hoy no es malo. Lo otro sería el silencio de la dictadura”. Creo que son menos de 140 caracteres que sintetizan lo que hoy vive mi país. Luego de recorrer todos los caminos democráticos: referéndums, elecciones, marchas, solicitudes ante organismos internacionales, solicitud de apoyo a la comunidad internacional, en fin, todo lo inimaginable para lograr que el gobierno recobrara la cordura y devolviera la paz al país, hoy el país se levanta cansado de no ver soluciones.

La protesta, que comenzó en los Andes venezolanos, ya cubre toda la geografía nacional. Los jóvenes – y cuando digo jóvenes me refiero a casi niños de 15 años – son quienes están dando la mayor batalla. Una batalla que es avalada con su silencio de la comunidad latinoamericana. Es impresionante ver lo cómplice que se han vuelto del tirano. Pocos líderes políticos, religiosos y artísticos han salido a manifestar los atropellos contra mi pueblo, un pueblo cuyas fronteras mediáticas han sido cerradas, cercenadas, bloqueadas. Sí, la no entrega de divisas a los periódicos los han reducido al mínimo, los canales de TV han sido censurados o les obligan a no transmitir nada por miedo a perder sus concesiones. El canal NTN24, que intentó seguir comunicando lo que acontecía, también fue sacado de las grillas de programación de las cableras venezolanas. Y CNN parece que correrá el mismo destino.

Todo esto se convirtió en una oportunidad. Los jóvenes y el pueblo, en su apoyo, tomaron las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram y hasta aplicaciones de comunicaciones para convertirlas en sus propios medios de comunicación. Allí están, sin filtro editorial ni poder económico, los videos, las violaciones de derechos humanos, los gases venenosos, las balas, los perdigones, las muertes. Todo está en las redes. Pese a eso, Latinoamérica sigue silente, como si esto fuera solo de Venezuela. Pues no, no es de Venezuela, es un cáncer que puede extenderse, que puede carcomer otras naciones.

Ninguna nación es inmune a la opresión, y aquella que lo crea estará cometiendo el mismo error histórico que hemos cometido todas las naciones al ignorar el dolor vecino por sentirlo ajeno. El triunfo de la voz de la libertad en Venezuela es urgente y necesario, pues es el único antídoto que el resto de los países de la región pueden aplicar hoy, a la peste castro-comunista que se está infestando sin tregua en nuestro continente.

 

5. Polarización y poca visión de futuro

Por Norka M. López

Periodista independiente radicada en España

 Casi 6.000 kilómetros de distancia no son suficientes para dejar de sentir la polarización que se vive en mi país, Venezuela. Diez años han pasado desde que emigré a España y aún cuando conozco a un venezolano lo primero que me pregunta es si soy chavista o no. La conversación continuará según la respuesta y, obviamente, según la tendencia política de quien pregunta.

Obviamente, no toda la población venezolana llega a ese punto de intolerancia pero son muchos los que permanecen encallados en una posición ideológica. Como consecuencia, el país no avanza en la reconciliación y en su desarrollo económico, político y social. Este freno es más visible aún en el Gobierno, porque es quien debería liderar este cambio, admitir algunos errores y sentar las bases para la reconciliación. Esto, obviamente, no quita responsabilidad a la oposición, no muy dada a dar concesiones en sus posiciones. En todo caso, aunque lo intentara, intuyo que es demasiado tarde: hay votantes del ala dura que ven en posibles acercamientos un acto de debilidad hacia el ‘enemigo’.

En Venezuela, lamentablemente no han surgido movimientos sociales que canalicen las necesidades de cambio que pide la sociedad, de manera independiente, lo que hace más difícil que se cumplan las expectativas sociales. No creo que ningún partido político pueda aglutinar esas aspiraciones y necesidades, menos un único líder, aunque los venezolanos somos muy dados a esperar mesías.

Así veo desde la distancia a mi país: con una fractura social muy pronunciada que además tiene que padecer uno de los índices de delincuencia más elevados del mundo, la inflación más alta (casi del 60%), censura, llamados constantes a la violencia y desabastecimiento de insumos básicos.

Pero todo ese escenario terrorífico no me inquieta tanto como la certeza de que los venezolanos no hemos avanzado en el debate de qué tipo de país queremos. Las opciones políticas diferentes al  chavismo no expresan claramente cuáles serán sus políticas y eso marcará una diferencia. Por ejemplo, se me ocurre que un país con poquísima industria y dependiente de las exportaciones no debería privatizar la explotación de sus recursos naturales. Se me ocurre que Venezuela debe ser  un país aconfesional, respetuoso de los derechos civiles sin distinguir entre razas o credos. Se me ocurre que las inversiones más importantes del país en los próximos años deban ser en educación, sanidad pública e investigación y desarrollo. Crear industria hoy en día es difícil, pero no lo es tanto crear industria tecnológica y del conocimiento, pero son años de inversión y hay que tener paciencia. Temo que cometamos el mismo error de hace 15 años, creer que nada en el país servía. Sí, porque tampoco es cierto que en la Venezuela chavista no sirva nada, por algo han tenido un respaldo social tan duradero.

 

6. Hay muertos en las calles

Eduardo Fuentes

Fotógrafo independiente

En esta ciudad de la furia hay muertos por parejo. Todo el mundo anda en la calle. Los medios no están informando porque la represión es total y los líderes de la oposición brillan por su ausencia. Está grave la situación. Es bien delicada la situación de Venezuela.

El panorama es confuso. Informaciones van y vienen. Los últimos acontecimientos o revueltas o como se les quiera llamar han golpeado profundamente la estima del venezolano. Los dos bandos se han ido a la calle cuando realmente esa no es la salida. Esto es una locura, pero la realidad es que la escasez y la inseguridad son las que mandan.

Yo sigo saliendo porque es parte de mi oficio y vivo de esto y me mueve la adrenalina.

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