Cuatro imágenes pueden decir quizás más que muchas palabras.
Apenas una breve introducción: Martini Blues es una obra que transcurre en Casa Ensamble, en Bogotá, un lugar de artes que combina el teatro, las exposiciones artísticas, propuestas salidas de todos los formatos, clases y varias propuestas más.
Allí, bajo la dirección de Alejandra Borrero, se está haciendo por el mundo de la creación lo que quizás logró en su tiempo Fanny Mikey, cuando gestó y generó un movimiento cultural importante e histórico alrededor del teatro. Hoy Casa Ensamble es la más fuerte e interesante propuesta totalitaria a favor del arte por los riesgos que corre y por las grandes apuestas que hace.
Lista la introducción: El tema es el musical Martini Blues, que no es específicamente musical tradicional, porque a la vez es circo, actuación, strip tease y cabaret, con música en vivo de blues y géneros clásicos traídos de Broadway… e incluso tango.
Natalia Bedoya es la protagonista, cantante y alma del espectáculo, y la acompañan Patricia Polanco y Carolina Ramírez, entre otros, bajo la dirección de Tino Fernández y la dramaturgia de Juliana Reyes, con una buena banda en vivo. Quizás le falta hilación a la historia, pero lo interesante es la manera en que en un espacio no convencional, que es más una casona tradicional con sillas (algunas poco cómodas) adaptadas para tomarse unos tragos, se pueda ver un espectáculo que combina tantos géneros y que lo hace con eficacia.
Lo importante es eso, precisamente: que se arriesgan, se saltan lo convencional, y aunque apelan a lo conocido, rompen esquemas y permiten disfrutar de una voz y un talento que el mundo comercial de la música no nos permite. Natalia Bedoya es un diamante.
Eso es todo. Las imágenes las hice durante la presentación. Más allá de la obra, lo importante es ser conscientes de lo que se está gestando en Casa Ensamble: la renovación del arte en muchas de sus facetas.
Además, justo estrena, en un formato de tinglado, una especie de peleas entre actores: El Club del Tropel, basadas en la improvisación de cada protagonista, que seguramente pondrán al público de pie; responden a una pregunta de un árbitro que suelta un tema y los enfrenta al uno contra el otro.