Tres preguntas pueden definir a un hombre. Y tres respuestas pueden explicar qué es y cuál es el propósito del Ballet de Leipzig, uno de los más importantes del mundo.
Las preguntas son para el maestro alemán Mario Schröder. Sus respuestas dejan en claro que él es uno de aquellos hombres que respeta e irrespeta al mismo tiempo la tradición. Parte de ella, pero la quiebra de inmediato para crear algo nuevo.
A cargo del Ballet de Leipzig, uno de los más importantes del mundo, que presenta en Bogotá La gran misa, un montaje coreográfico con música de Mozart, y que conjuga la liturgia, la danza, la poesía, la danza y la música tanto clásica como contemporánea, hará su debut este viernes y sábado en el escenario del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en Bogotá. Bajo su dirección estará la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, la Coral Santa Cecilia, cuatro solistas y más de cuarenta bailarines, todos vestidos de blanco.
¿Qué hace que la de Leipzig tenga sea una de las compañías más reconocidas del mundo? ¿Cómo logra mantener un estándar de alta calidad?
El Ballet de Leipzig tiene una tradición muy intensa de hace cientos de años. Y nace de la misma ciudad. Porque Leipzig es un lugar que logra influir en sus habitantes y afectar a los artistas. Ese influjo ha dejado huella en todos. Por lo tanto, el Ballet ha adoptado ese carácter singular que se transmite en sus obras y que cada integrante plasma en el escenario. Fuimos pioneros en el tratamiento estético de la danza, y ese sello de calidad ahora está en todo. Coreógrafos determinados como Uwe Scholz (figura alemana de la danza) han dejado un rastro auténtico, que ha creado un vínculo estrecho con el público y forma parte del trabajo creativo de esta ciudad. Leipzig no es sólo ballet: es también una tradición musical, de comercio y arquitectónica que han traído riqueza cultural a esta ciudad.
¿Qué se conserva del legado de Uwe Scholz?
Fui bailarín durante diez años bajo el mando del director Uwe Scholz. Tenía 16 años y bailaba como solista. El trabajo a su lado me marcó. Para mí, personalmente, en el desarrollo artístico, no puedo dejar de pensar en Scholz porque además de un amigo y un mentor, influyó en mi trabajo, no sólo como bailarín, sino también como coreógrafo y además en la forma de pensar y vislumbrar la carrera. A partir de él para mí siempre ha sido claro que la danza tiene un mensaje, al igual que lo fue para Uwe, y que la danza tiene algo que decir. La obra de Uwe Scholz no busca preservar lo que se conoce, al estilo de las piezas de museo, sino poner en diálogo al ballet con otras artes y culturas.
¿Cómo balancean la actuación con la música en el escenario?
La danza es más abierta de lo que veces pensamos o creemos. Es un lenguaje que es posible usar en cualquier lugar y que permite expresar mucho más rápido las emociones, intercambiar ideas, compartir temperamentos y tradiciones culturales. Es intemporal y transfronteriza. Pero en la danza, lo vital es salir del círculo conocido y abrir nuevas puertas. Todos somos creativos en el trabajo de un grupo de danza. Desde el coreógrafo hasta cada integrante. No se trata sólo de la reinvención del movimiento, sino de tener un lenguaje, y encontrar una fórmula distinta para describir las cosas. Lo importante de la tradición es partir de ella porque entre más sepamos, más podemos abrir el futuro y continuar naturalmente el devenir de las artes.