Meditaciones Absurdas

Publicado el Iván Eduardo Montoya

Cuatro problemas sobre la educación en Colombia (II)

La educación se ha convertido en una mantis religiosa que, constantemente busca su perpetuación a partir de su propia devoración, con la gravedad de que no se está perpetuando el que hacer pedagógico, el mejoramiento continuo, sino que en nuestra cotidianidad, se ha legitimado la mediocridad.

Este paradigma cultural se ha ido construyendo por varias causas fundamentales, de las que me enfocaré en cuatro. Ya hablé de la primera en el siguiente enlace: https://blogs.elespectador.com/cultura/meditaciones-absurdas/cuatro-problemas-la-educacion-colombia-i

En esta segunda entrega, mencionaré:

2. El desplazamiento de la experimentación y reconocimiento de la frustración por el privilegio del elogio meloso y el enmascaramiento de las propias debilidades:

Colombia, un país que en doscientos años de historia ha vivido en medio de la violencia, jamás ha vivido un duelo por todos los muertos. Somos un país que no está acostumbrado a mirarse a sí mismo. En ese sentido, cualquier intento de mejoramiento y de adopción de políticas encaminadas a subir los niveles académicos de los mismos docentes, son mirados con recelo y como una amenaza.

Se supone que la pedagogía debe ser el dominio de la auto-evaluación, pero en realidad las evaluaciones de los docentes se volvieron una forma de persecución laboral en lugar de ser una forma de diagnóstico para atacar las falencias y buscar oportunidades de mejoramiento. De la misma forma, ya Freud explicaba que las rupturas eran necesarias en el desarrollo de los niños, pues sin ellas la maduración del sujeto se estancaría.

Así, a pesar de que un acto como el destete de un niño es una práctica dolorosa, traumática y, en cierto sentido frustrante, pero necesaria. El niño debe ser separado de su madre proveedora del alimento para que construya una autonomía, pero esa independencia del útero materno no es posible si no se pasa por un reconocimiento de la frustración y aceptación de la necesidad de ciertos traumas para adquirir un conocimiento.

No en vano hasta que un estudiante no experimenta el error y no hace un proceso meta-cognitivo de los errores, los aciertos producidos por los procesos de desarrollo de pensamiento, muy difícilmente tendrá un proceso académico exitoso. Infortunadamente, la educación en cambio se ha llenado de eufemismos, y de un discurso tan negativamente enmascarador de la realidad, que esos procesos meta-cognitivos se ven interrumpidos, porque se le tiene un miedo a las reacciones de las directivas, de las familias y de los mismos estudiantes. ¡Porque erradamente preferimos conservar su amistad!

El estudiante cada vez es más susceptible a escuchar las explicaciones del origen de sus equivocaciones y a aceptar una evaluación reprobatoria, y los docentes cada vez más optan por negociar las notas, derivado de los sistemas de evaluación que dejan de lado los niveles de exigencia y asumen la laxitud en las recuperaciones, y hasta el mismo estudiante pierde de vista la noción de proceso esperando que siempre van a existir segundas oportunidades y muletas que lo van a estar soportando.

De la misma forma, los padres de familia se despojan de la responsabilidad y la motivación intrínseca que deben proporcionar y motivar en sus hijos estudiantes, y cuando el estudiante pierde se anticipan a culpar al profesor y al colegio porque no le avisó a tiempo al estudiante.

En el paradigma de buscar un culpable siempre la culpa es de los demás y no propia.  De esa manera los estudiantes se despreocupan de su proceso de aprehendizaje y no desarrollan actitudes y comportamientos para apropiarse de sus procesos cognitivos y aprehender conocimiento.

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