Lloviendo y haciendo sol

Publicado el Pilar Posada S.

Gato

Una mujer que vive sola

adopta un gato

que ha estado merodeando

desde hace una semana

por la cuadra.

Unos y otros

le han dado leche

en platitos desechables,

diciéndole:

Ven minino

que estás todo mojado,

tengo algo para ti,

está tibia, arrímate.

Se siente llamada

a hacer la causa suya

y habla con su hermana

y las vecinas:

¿Qué debo hacer?,

se pregunta y les pregunta,

y todas,

sintiendo en su corazón un ramalazo

de deseo de hacerse cargo

de otra vida, le dicen:

Pobre, no tiene quien lo cuide,

es bueno tener una mascota,

qué lindo es el gatito,

qué bonito,

oye como ronronea

cuando alguien lo acaricia.

Tiene miedo.

Lo sabe y siente.

¿Cómo será ser la guardiana,

ser la que decide si da,

o no, comida,

si habla, si mima,

si ignora, si se irrita;

cómo será estar acompañada

siempre que ande por la casa

o lea, o dormite

sentada en la poltrona de la sala?

Seré, de ahora en adelante,

la que te cuida.

Vivirás conmigo

y dormirás a los pies de mi cama.

Te llamaré, sin más, Gato.

Cambiaré la minúscula

por mayúscula, y ya está.

Tu nombre común será el propio.

Estás bautizado.

Va a la tienda de mascotas.

Compra arena

-le dijeron que inodora-

especial para excrementos.

Canasta con espuma

forrada en dulceabrigo.

Un plato rojo,

entretenedor, afilador de uñas.

Comida para gatos

sin colorantes ni deshechos;

ni la más cara ni la menos.

No sabe si es feliz

o infeliz.

Cuando la visitan las amigas

habla de Gato.

Cuando abre la puerta

vigila que no se escape la criatura.

Comentarios