Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Tormenta del pasado

Por: Jesús Rafael Baena M.

Sembrado en lo mas profundo de su corazón, se encontraba aquel sentimiento tan hermoso y placentero, diluido en su torrente sanguíneo, y recorriendo todo su cuerpo.

Cuando los recuerdos despertaban, activaba en su mente todos sus circuitos cerebrales, inundándose de momentos inolvidables que aún repercutían en su ser cada vez que la nostalgia lo invadía, o en el solaz esparcimiento que seguía a sus faenas diarias.

Entonces sus pensamientos se alineaban uno a uno, quedando inmerso en la película de su vida, especialmente en los capítulos de amor truncado, y que a pesar de esto le resultaban agradables las escenas de lo vivido.

Las fechas de aniversario, cómo y cuándo se conocieron, el primer beso, el primer disgusto y todo lo relacionado cruzaba por su memoria. Ya parecía una monotonía rutinaria, sobre todo cuando lo abatían los estados depresivos. Entonces solía decir, que las tragedias y sinsabores eran el ornamento de su vida y que al parecer todas las maldiciones juntas, lo reclamaban como su hijo primogénito.

La decepción de este amor frustrado le trajo consecuencias graves; no supo afrontar el problema y se sumió en la rabia y desesperación, cometiendo actos desagradables, no acorde con su personalidad, de carácter apacible y buenos modales.

Aquella mañana se levantó enojado y pensativo, entrando en una fase de meditación, dando inicio a una serie de autoanálisis y conclusiones absurdas, en las cuales se creía culpable por la falta de lucha y cobardía demostrada. Luego, al caer la noche del mismo día, quedó profundamente dormido, sintiendo en un sueño la fuerza invisible y poderosa que lo halaba, acompañada de una sensación de angustia terrible, provocada por el sentimiento de culpa. Oró a Dios al despertar sobresaltado, para salir de la horrible pesadilla.

Más tarde y sentado al borde de su cama, trató por todos los medios de obtener una explicación. Al no hallar respuesta satisfactoria, se conformó con saber de su propio raciocinio que aquello fue un «estado mental alterado», debido a la presión ejercida por el mismo.
Tras todo esto, las cosas empezaron a marchar mejor, se sentía raro, pero no profundizó más en esto. Tiempo después comprendió que su mente no quiso anidar dentro de sí ese recuerdo, y el vómito mental se dio. La tormenta había amainado.

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