Me desploma este sentimiento de cambio, de finitud, de tragedia que le revierte el orden a la sonrisa.
Camino junto a ti en este último tramo, con una foto y varios círculos blancos y porosos en mi mano. Respiro por obligación divina, en estado natural de esta vida prestada por tan corto tiempo.
Sin saberlo, lloro y me solidarizo. Paso a ser amiga de todos los desconocidos que me miran en vivo, por las redes del mundo, en tiempo pasado y en tiempo presente. Que me editan en este mundo real al que le rinden culto, irremediablemente tan ajeno a lo que estoy deseando.
Está Lucía; pasando todavía el río, con su torrente de dolor, esquivando el agua que debe venerar, porque le trae el recuerdo de su hijo amado en los troncos de madera que abraza en el taller, en el hogar, en la memoria.
Está María Claudia; viendo correr un fantasma, pegada a la súplica de un milagro para burlar la soledad, aferrándose al latido de las máquinas, sin cuestionar nada, solo con la fe pegada a sus argollas.
Está Sebastián, aceptando su hoy desde una fila gris a la que no quiere pertenecer, exponiendo públicamente sus demonios, mientras resiste el paso de los minutos y de los pensamientos que no le corresponden, mientras recupera su esencia.
Está el verdugo, sentado en el lugar equivocado. A los ignorantes no les gustan los libros ni el placer del olor de las nuevas letras.
Y estoy yo, comprobando que las cosas duelen por más que me digas que soy fuerte e impenetrable, comprobando que el pasado toca de repente, rebluja tu corazón y vuelve incontenibles las lágrimas, mientras te recuerda que la sobrevivencia es un bien comunitario.
Y estás tú, absorto en un mundo privado, protegiendo tus dones en compañía de otras diosas, mirándome por última vez desde el lugar impuesto en el que no quiero estar, sonriéndole al aire que trae canciones a tu cara.
Y estamos todos los que por un momento olvidamos la sonrisa, en la promesa de que tarde o temprano regresa la luz y nuestras manos tocan la hierba verde.
Adriana Patricia Giraldo Duarte
Las lloronas hablamos de todo lo que nos ocurre en la carrera de la vida: pasiones, amores, aprendizajes, sueños, dolores, esperanzas. Por eso este blog es un espacio para que rayes todo lo que escribes a solas. Se trata de descifrar ese femenino inagotable, sin culpas, sin adelantos, ni pretensiones diferentes a las de hallar el verdadero lugar de nuestro yo, a través de la escritura.
Es un ejercicio compartido que nos permite transformar la rabia en creatividad y la impaciencia en expresión, sin que tengamos que consolarnos o crear disculpas letales.
Envíame tu texto a
[email protected] para verlo publicado en Lloronas de Abril. Es hora de pensar en lo vistoso y sanador que pueden ser nuestros días, si dejamos atrás el falso consuelo que no nos pertenece. Revivamos este impulso. Hablemos como necesitamos hacerlo. Espero tu texto.