Te recuerdo con voz dulce y cómoda. Sentado ahí, en una banca sin más, en medio de un mar de caras que con profunda tristeza despedían a un ser querido.
Pero nosotros no estábamos en ese contexto.
Te recuerdo generoso con el tiempo y con la palabra, con tu mirada profunda y ese delicioso olor.
Retorno a la conversación mediada por tapabocas que solo nos permitió ver los ojos; espejos del alma, dicen algunos; los tuyos cálidos y oscuros.
Hablamos de pandemias, de miedos, de los hijos, de acaparadores, de cómo nos cuidamos durante ese aun extraño 2020.
Ese día solo conocí tus ojos y ese particular tono de voz que vuelve a mí como marca inquieta que aún tengo grabada.
Te recuerdo, como se recuerdan los placeres dulces, o un paseo bajo la lluvia, o caminar para ver un horizonte verde. Te evoco como se recuerda el momento en el que se cruzan las miradas, en cualquier esquina, en cualquier ciudad.
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