Por fortuna, mujer, tienes incrustada en la piel la idea de un amor radical y sin miedos. Sin duda, es la que debe seguir moviendo tus días.
A los demás les enseñaron risas burlonas para el cálculo de los pasos, los convocaron a rayar una libreta de apuntes con códigos descifrables y sin novedad, y quizá les dijeron que los atrevimientos estaban prohibidos.
En cambio, tú tienes que sacar pecho. Mirar al cielo y tirar un besito desde la ventana, sonreír y seguir la intuición con mucha frescura y sin remordimientos, como una nominada a la buena vida.
Las nominadas ya son ganadoras. Tienen el asombro del compromiso, la tranquilidad de cumplir con el papel que se autoimpusieron desde el principio, alimentan una pequeña rigidez que se acaba cuando desbordan ese mar de ternura listo para volverse un tsunami.
Son la mirada obligada en la pista de baile, se olvidan de los puños y las ofensas, crecen porque hablan con los ojos, en un tono luminoso, atrayente, que tiembla como cuando se abre camino la hortensia azul que estaba lista para brotar.
Les gustan las flores porque son capaces de renovarse, abrir y cerrar una puerta de aprendizajes y entender que cada episodio que las quebró, fue un regalo que les abrió los ojos a las siguientes horas.
Estás nominada; no lo dudes, ¡siéntete ganadora!.
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