Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

El tiempo perfecto de la soledad

soledad

 

 

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Si me lo preguntas, claro que puedo esperarte. Tomarme sola el jugo de naranja y entender los compromisos que tienes en la mañana.

Brindar sin compañía por la satisfacción de alargar un poco más la estadía en la cama, pensando en que algún día podrás reemplazar mi soledad.

Esperar a que seas tú el que no tenga afanes, ni delirios. Ser tan comprensiva para entender que debo acomodar el tiempo de las oportunidades, a tus tiempos, a esos tiempos en los que probablemente no soy yo la que figura en primer lugar.

Me he acostumbrado a ver las señales, a soñarlas y a disfrazarlas de conveniencias. Esquiva, he aceptado tus excusas de medio día, las que planteas como retrasos del trabajo, cuando realmente tienes pánico de que nos descubran.

He tenido que dejar de pasar rabias.  Consumirme sola porque no puedo gritar a los demás que busco un cúmulo de minutos de mujer caprichosa, y que realmente he detestado tus frágiles posturas, que a la larga, resumen mi estado vulnerable y segundón.

Te he visto planear viajes sin mí.  Me he quedado esperando a que un día de repente me sorprendas, y sea yo la que tenga que decidir entre quedarme o marchar, siempre con la prioridad por marchar para ser tu compañía.

Nunca he entendido tus descoordinadas palabras de afecto.  No las digo yo, y creería que tampoco necesitarías decirlas, si acaso solo quieres que pasemos un tiempo corto, descomprimido, desconectado y sin después.

En el fondo, tal vez todos probamos el mismo picante de la soledad.  La diferencia es que yo lo lleno con pasiones que me permiten desaprobarte.  Añorarte sin más pretensiones que las de conocer mi propio cuerpo.  Odiarte temporalmente y vincularte sin remedio a nuevos tiempos.  Saber que vas y vienes.  Que por alguna exclusividad que te gusta, aún no me dices adiós.

Lo que no sabes es que el tiempo perfecto de la soledad, duerme y se levanta conmigo como un aliado natural.  Se vuelve sólido sin ti, mientras yo dejo de preocuparme por una carrera social en la que tengo que mostrar un trofeo.  Ya avancé con más placer que culpa y  me llené de verdaderos motivos para hacer de tu compañía una opción evaporada.

Si me lo preguntas, claro que puedo responderte. Crees que te necesito, pero en el tiempo de la soledad, YO MUJER, soy perfecta para mí.  No te has dado cuenta que no hay brindis, ni despertares, ni viajes por planear. Que soy la misma loca que te mira y aún no te has dado cuenta de que no existes en mi tiempo cómplice y perfecto de la soledad.

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