Ahora que entiendo que te gusta más el frío que el sol, o la oscuridad que te obligó a pensar en tu propia luz, resuenan en mí dos líneas de tu última carta: “el amor es eterno porque es la cura para superar cualquier situación”.
Unos cuantos dijeron que eras trastornado, y otros, creímos en lo que hoy aflora con naturalidad en tu pensamiento. Por eso lo mejor que me recuerdas a tus 19, es que juntos fuimos los niños del barquito de letras; aquellos que después de sobrevivir no quieren comportarse de la misma manera.
El regalo que nos das es ayudarnos a comprender que hemos estado tan equivocados pensando que el mundo necesita más héroes endurecidos, cuando en realidad solo requiere del corazón extraterrenal del Gokú, del guerrero dispuesto a morir y nacer, y morir y nacer, una y otra vez.
Ahora que entiendo este momento. Sé que llegaste como un mensajero bendito, como el hombre que analiza su camino, mientras se deshace de aquello que bloqueó su alegría, porque un día solo le trajo humo y niebla.
La valentía del guerrero está en saber ver por la hendija sus días venideros.
Extraer quietud luego de sus decisiones y ser capaz de resistir frente a la estupidez, la intolerancia o el tiempo detenido de cada noche ausente de violencia.
El samurái tiene una maleta propia de lealtad y honor. La guarda desde chico, luchando por proteger a sus amigos, los débiles, con esa necesidad quemante de conocer el borde de sus propios límites.
Su sensibilidad lo hizo sentirse amenazado, pero su fuerza en la adversidad logró que no se aísle y perciba la libertad como el único gozo que puede abrazarlo.
Abrió sus lógicas, se anticipó a sus miedos y decidió verse como el guerrero poderoso que avanza con fuerza sobrehumana y capacidad para transformarse.
Aprendió que sus poderes le permiten calcar emociones en común, guardar distancia emocional, detectar lo disimulado y lo oculto. Se hizo consciente en la soledad, en el duelo, en la muerte, en lo espacial, en el error, en la intuición, pero ahora lo vemos actuando con nuevas razones para dejar atrás el desierto.
Lo vemos entendiendo que antes de hallar al guerrero sabio de gran responsabilidad con el mundo, debe integrar al niño salvaje y de apetito insaciable; al joven impulsivo y apasionado con fuerte sentido de justicia.
En este casting de la vida, va aprendiendo sobre la magia de la amistad, la verdadera superación personal y la lucha por los ideales.
Felices 19, guerrero del camino, hermoso Gokú, niño índigo que me escribe cartas diciendo: “valiente no es el que no pide ayuda, sino el que tiene la capacidad de pedirla”.
Adriana Patricia Giraldo Duarte
Las lloronas hablamos de todo lo que nos ocurre en la carrera de la vida: pasiones, amores, aprendizajes, sueños, dolores, esperanzas. Por eso este blog es un espacio para que rayes todo lo que escribes a solas. Se trata de descifrar ese femenino inagotable, sin culpas, sin adelantos, ni pretensiones diferentes a las de hallar el verdadero lugar de nuestro yo, a través de la escritura.
Es un ejercicio compartido que nos permite transformar la rabia en creatividad y la impaciencia en expresión, sin que tengamos que consolarnos o crear disculpas letales.
Envíame tu texto a
[email protected] para verlo publicado en Lloronas de Abril. Es hora de pensar en lo vistoso y sanador que pueden ser nuestros días, si dejamos atrás el falso consuelo que no nos pertenece. Revivamos este impulso. Hablemos como necesitamos hacerlo. Espero tu texto.