Por: Adriana Patricia Giraldo Duarte
Que nadie se atreva, mujer, a solidarse con tus lágrimas.
Déjalas que te nublen. Llegaron para ablandar tu sonrisa y para recorrer una melancolía que será pasajera, permeando un abismo que solo tu conoces y marcando el camino en el que solo a ti te interesa seguir avanzando.
Esa crueldad inexorable que hoy te las arranca es sólo el secreto de una raíz salvaje que nunca va a pertenecerte.
¿Para qué quieren ellos llegar al fondo y clavar una visión que explique lo inexplicable? Pobre de él que no entiende que el abismo es la grieta de un corazón insolidario, absurdo, insondable en el misterio de las despedidas.
Tú estás hecha de milagros capaces de esperar en soledad, de superar los propios dolores allá donde el mundo de lo artificial nos ha dicho, que otros dioses tienen respuestas disfrazadas de fórmulas y medicamentos.
Pero tú las tienes en una mirada capaz de esperar, aún cuando te limitaron los abrazos y los besos, porque el amor nació y murió una y mil veces en tus carnes.
No sufras cuando llores. Desde hace siglos que las mujeres te dicen que existen los dulces milagros, donde las rosas y las estrellas brotan de las manos.
Puedes deshacer el abismo que creaste y superar el río de desilusiones que padeciste. Ya te ocurrió hace 27 años, cuando escondiste las lágrimas y trataste de convencerlos de tu abnegación y amor para reconstruir un falso mundo que quedó en cenizas.
En esta orilla, ya no tienes que convencerlos, mucho menos al hijo que no te abraza.
Ya encontraste el punto medio, el que está en tus razones frenéticas, las únicas, las verdaderas, las que nacen del perdón y no del olvido, porque para las mujeres y las madres siempre nacen los milagros.
Y tú, Guiselle, llora tranquila y sin temores, sin armar nuevas razones, porque cumpliste y ya estás en paz, y porque te aseguro de que él volverá con el paso de las horas a terminar de escribir ese capítulo contigo.
No llores más tu soledad, que ambas sabemos que ocurren los dulces milagros:
“Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Y murmura al verme la gente que pasa:
«¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!»
Un texto para Guiselle, quien se atrevió en Lloronas de abril con https://blogs.elespectador.com/lloronas-de-abril/2016/07/22/el-balsamo-de-mi-soledad/
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