Que me digan ilusa pero prefiero abandonarme a lo hermoso que ha costado vidas en primavera. En esta orilla, persigo la utopía, los artistas, los nuevos románticos, los que intentan que lo correcto sea lo probable.
Que me digan ilusa pero prefiero abandonarme a lo hermoso que ha costado vidas en primavera. En esta orilla, persigo la utopía, los artistas, los nuevos románticos, los que intentan que lo correcto sea lo probable.
Por: Luna Cósmica Roja
Crecimos con la falsa creencia de que el camino conduce a una única vía, a un insuperable destino.
Nos dijeron que debíamos esquivar las grietas del dolor, y que en esos senderos y pistas, las huellas tenían una única dirección, porque nosotros y sólo nosotros, fuimos los únicos responsables de enredar este mundo.
Pero un rayo nos partió una y otra vez.
Pasamos por el ojo del huracán sin entender que la desgracia imprevista nos vuelve invencibles.
Comprendimos que esa descarga de gran intensidad solo tenía una intención: demostrarnos la existencia de la divergencia y los desvíos; las variantes que ya no van a aniquilarnos, porque nos presentan una nueva herramienta para la sanación, para volver al privilegio de los sentidos.
El rayo nos acerca a la trampa, nos parte, nos reduce las percepciones de la vida.
Pero ese eterno retorno que nos obliga a pasar por la cueva del dragón, hace flotar nuestro relato en el camino de regreso, nuestra ruta a la fuente única, a la esencia.
Nos lleva a pensar cuál es la historia que nos vamos a seguir contando y en cuál queremos ser protagonitas. La engañosa; la de los violentos efectos del irrespeto con el pensamiento; la de la visión decadente de la civilización; o por el contrario, la de sincronizar nuestra armonía con los demás, con el todo, con el Ser, con la luz.
¿Qué puede entonces confundirnos?
Adentro está la contracción que bombea sangre al cuerpo y los pulmones, el pálpito que nos salva porque aleja las dudas de cómo modificar la letra de la canción: “corazón en fuga/herido de dudas de amor”.
Cuando el rayo nos parte nos da la respuesta: los sentidos son irremplazables y nos traen las señales de la creatividad, de la espiritualidad; nos asoman al delirio, al polvo, a la locura, pero también a lo que nos acelera y nos cambia.
La luz del rayo nos muestra la ruta alterna de los amores que se convierten en historias profundas, los recuerdos que nos salvarán de lo innombrable, al amar sinceramente, amar sin el poder y amar sin la ley.
Si solo la tecnología es una herramienta del rayo, del progreso, la extensión material de nuestro cuerpo, es preferible que nos llamen incivilizados.
Yo creo en el fuego, en los símbolos, en las esencias, en los abrazos, en el beso que no me has dado y me llegará algún día en la banquita del parque, en el ímpetu de nuestras vidas originales.
Que me digan ilusa pero prefiero abandonarme a lo hermoso que ha costado vidas en primavera. En esta orilla, persigo la utopía, los artistas, los nuevos románticos, los que intentan que lo correcto sea lo probable.
No perdamos la visión, la consigna: ser humanos, ser demasiado humanos en el mundo de los sueños privados, del horizonte que nos trae de vuelta a los ausentes, del universo donde no tenemos amos, ni esclavos.
No estamos abandonados.
Seguimos siendo los adultos del mañana, los que estamos al alcance del cambio, los permeables, los que no tenemos enemigos, los revolucionarios que pudieron integrar su oscuridad, los que defendemos una y otra vez, que al final de este viaje comienza el camino de regreso.
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