Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Crimen de amor

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#LloronasDeAmoryDesamor

Por: Marisol Ramírez

Era inquietante recordar qué fue y no fue, qué estuvo y no estuvo, qué amaba y no amaba. Siempre estaba entre el sí y el no, entre el puedo y no puedo, entre el amor y el desamor.

En ocasiones, era quien más demostraba querer.  Entonces era feliz porque la reciprocidad de nuestras entregas diarias eran tan atrayentes que me sumergía cada vez más en esa burbuja de amor que iba poco a poco flotando directo hacia el jardín de espinas. No me daba cuenta.

Bastaba solo una caricia para que mi cuerpo entrara en los más relajados momentos.  Una palabra al oído era como escuchar melodías que ponían a latir de forma acelerada mi corazón, pero que al mismo tiempo, no sé por qué motivo, cortaban un poco mi respiración.

Quizá el universo me avisaba que en ese instante, mi felicidad iba a ser un camino directo a la tristeza. Una tristeza que se revelaría luego pues no habitaba en mí.

Mi angustia era entender su actitud, ese aire de desinterés que se le notaba por momentos. Porque así como era quien más quería, otras veces era quien menos amaba.

¿Cómo saber el motivo de su amor y desamor?  ¿Era simple bipolaridad? ¿Inseguridad tal vez? No sé, ¡no sé! y tenía miedo de descubrirlo.

Con el tiempo, sus luchas internas se fueron exteriorizando, fue mostrando sus miedos, sus quebrantos, las heridas que aún tenía abiertas.

¿De qué manera? Con insultos, con rechazos, con miradas llenas de odio, con ausencia, con distancia.

Sí.  Habían hecho añicos su vida y ahora hacía añicos la mía. Fui yo quien pagó por lo que un día le hicieron, fui yo quien recibió su amor y desamor al mismo tiempo.

Solo quería jugar a la venganza. Era mentira que tenía un corazón dispuesto enteramente para mí.  Fui un juego que perfecto le salió, pero con la contrincante equivocada,  inocente,  libre de toda culpa.

Hoy llora, pide perdón, odia mi ausencia, clama mi presencia. Y yo, yo blindé mi corazón.

Ahora tengo un corazón prevenido con ganas de saciar esa sed de justicia por una condena que tuve que pagar por un crimen de amor que no cometí.

Para saciarla no utilizaré su misma técnica, solo tomaré esa mágica pócima que lo destruye o cura todo, una de dos, solo hay que ver qué  manos traen el diminuto frasco.

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