Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Mi bella joven rubia

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Por: Arnoldo Cubillos

En la aurora de mi juventud tuve una fugaz ilusión de amor que me causó gran desilusión.  La hermosa oscuridad de la blanca niebla, opacó gran parte del sendero de mi bella vida.

El viento desplazó la bella niebla a otros lugares.  El rey iluminó más y más mi bello sendero, en el que luego tuve la grandiosa y feliz ocasión de encontrar mi bella joven rubia.  El sol del meridiano hizo brillar su rubia cabellera, también las arenas de mi camino, e iluminó mi integridad para que resurgiera la alegría, la felicidad.

Frente a la bonita capilla quise seguir viéndola. Llegaba muy feliz los domingos a la hora de la misa matinal.   Poco después, en noches de luna, subía a la casita blanca del ático, de mi esperanza, a la ventana de cedro de mis sueños, fiel  testigo de las pocas palabras que cruzamos; no de amor, ni románticas, ni de promesas. Bella ventana testigo de mis palabras no pronunciadas:  “quiero que seas mi esposa”.   

Me agradó siempre ver sus blancas y delicadas manos acariciando graciosamente el marco de nuestra ventana, nuestro templo de amor puro, de nobles principios, comuniones y valores.

Me embriagan los recuerdos. Regreso cada noche a mi apacible cabaña en la soledad de la  lluvia, o cuando el manto de la blanca niebla nos cobija, con el bello musical del divino silencio nocturnal.

Bajo el cielo de un diecisiete de enero de mil novecientos cincuenta y cinco, la bella joven rubia se convirtió en mi santa esposa;  y acrecentó mi dicha con nuestra pequeña hija, cada que tomamos el arrullador “tren de carbón”, y contemplamos los paisajes del Valle.

Fueron 35 años en el bonito Cali, hasta que  regresé con mi santa esposa a nuestra tierra natal.  Fueron 60 años de matrimonio en los que pude decirle que era el más bello ángel que Dios me asignó para estar conmigo en el puente, en el río, en el mar; en mis pensamientos, en mis sueños, en la risa y en mis cantos.

“Eres el hermoso y sagrado árbol que Dios plantó en mi camino, para protegerme con su sombra.   La más hermosa flor en el bonito jardín de mi vida, que con su exquisita fragancia reconforta todo mi ser, reanima mi integridad espiritual. El color y el amor puro y verdadero».

En tu voz percibo un bello y suave musical. Para mi siembre serás la bella joven rubia que conocí en mi muy lejana  juventud”, le decía.

Pero un 13 de mayo, nos levantamos.   Como es mi costumbre, salí al jardín  y contemplé las lindas flores;  al entrar, encontré  marchita la hermosa flor de mi vida; telefónicamente estaba tratando de pedir ayuda, y mi hermosa flor se dobló.

Ya me di cuenta lo que sucedió. No me desesperé, ni lloré, pero si sentí un inmenso dolor. Ya se opacó la bella luminosidad que reinaba en esa casa.  Ya no escucho la dulce voz que alegraba mi vida.  Ya no percibo el bello musical de la cascada que bañaba y reconfortaba mi integridad espiritual, aunque sé que esto es la voluntad de Dios.

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