Por: Liliana Alvarado Ospino
Te invito a un café, dulce como mis noches, o amargo como tus días.
No tengo mucho que brindarte, simplemente un café. No sé si lo prefieras caliente como mi piel o frío como tus palabras.
Vamos al parque de allá, a ese mismo en el que se van las horas.
No inventemos historias, no digas que me habías esperado, simplemente tomémonos este café.
No toques mi mano, no roses mi piel, alteras los sentidos. No mires la hora, apaga el teléfono y siente el aroma.
Hablemos de aventuras o desventuras, de poemas o canciones, lo que prefieras mientras lo degustamos.
¿Recuerdas aquella tarde inesperada en que nos conocimos? Llevabas la camisa de cuadros que llevas ahora.
El café. ¿Endulzado con panela o con miel?. A mí me gusta con jengibre o canela. Canela como tu piel y picantico como tu mirada.
No me hables de mañana, escúchame ahora antes de que se acabe esta taza de café. Te doy excusas de invitarme a un café, más tarde.
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