Desde este miércoles 22 de febrero y hasta el próximo 1º de marzo la Cinemateca de Bogotá presenta el “Ciclo Cine Sin Tiempo”, en la que rescatan obras maestras del cine silente claves para poder releer la historia del cine y reencontrarnos con universos poéticos cuya energía aún puede contagiar al presente.

La inauguración, programada para el 22 de febrero en la Sala Capital de la Cinemateca de Bogotá, está a cargo del especial “Accidentes de la historia”, compuesto por tres películas incompletas del período silente del cine colombiano: “El amor, el deber y el crimen” de Pedro Moreno Garzón y Vincenzo di Doménico (1925), “La tragedia del silencio” de Arturo Acevedo Vallarino (1924) y “La novela familiar” (Invasión Cine, Inédito) acompañadas con música en vivo del ensamble de Carlos Quebrada.

Esta función especial busca que los espectadores se acerquen a estos fragmentos como si fueran obras plenas, obras en las que intervino inicialmente el impulso creador de sus autores, pero cuyo resultado está determinado por las contingencias de la historia.

Este evento, organizado en alianza con la Fundación Patrimonio Fílmico y que se puede disfrutar con entrada libre, cuenta con el conversatorio entre Pedro Adrián Zuluaga, Carlos Quebrada y Jerónimo Atehortúa, quien el 2 de marzo estrena en cines “Mudos testigos”, una historia de ficción que codirigió con Luis Ospina.

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En “Ciclo Cine Sin Tiempo: obras maestras del cine silente” los cinéfilos pueden disfrutar en la pantalla grande una selección total de once películas nacionales e internacionales en las que “la modernidad late con fuerza y el uso poético de los recursos cinematográficos tiene la capacidad de interpelar y perturbar el modo en que vemos el mundo”, dicen los organizadores.

Por ejemplo, “Vampyr” y “La caída de la casa de Usher” son obras donde la plasticidad de la imagen y el clima onírico y oscuro suspenden la aproximación causal y lógica al mundo.

En el programa de cortometrajes de la cineasta francesa Germaine Dulac hay un esfuerzo por revitalizar el arte de narrar, lejos de los códigos decimonónicos de la novela; mientras que en “Amanecer” y “La golondrina y el herrerillo” vibra una pulsión realista, que entiende que la imaginación en el cine se da en un proceso de tensión con la realidad.

Por su parte, en “El inquilino” ya están presentes los típicos tropos del cine de Alfred Hitchcock, quizá el más grande creador de formas cinematográficas de la primera mitad del siglo XX, mientras que en “La caja de Pandora” de G. W. Pabst hay un perturbador estudio del deseo masculino y la representación femenina; una película que a los ojos de hoy resulta sumamente pertinente y audaz, lejos de cualquier reduccionismo o moral monolítica.

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