No imaginé que una obra en la que las palomas fueran protagonistas me impactara tanto.
Fui a Alonso Garcés Galería para ver “La caída” de Ruby Rumié. Aquí siempre presentan exposiciones que tienen un montaje que posibilita que uno se sienta dentro de la escena y, en esta ocasión, no fue diferente.
Al llegar al segundo piso de la galería giré hacia la derecha y, cuando me disponía a ingresar a la sala larga, me detuve porque la vi oscura. Es la primera vez que no la veo brillante.
Me quedé en la puerta tratando de entender a qué me enfrentaba y cuando bajé la mirada… Ahí estaban las palomas tiradas en el piso, una al lado de otra. ¿Están muertas o están descansando?
Aunque sabía que se trata de una obra y que no eran palomas reales, no fui capaz de caminar por la sala, aunque un camino y dos butacas me indicaban que sí se podía.
Desde la entrada vi el video que se proyecta una y otra vez sobre la instalación con la que Ruby Rumié llenó de ‘palomas muertas’ la Plaza de la Proclamación de Cartagena. En unas escenas se ven los animales cayendo al piso y en otras unos señores transcriben en máquinas de escribir mensajes que las palomas les han dictado.
La voz de una mujer recita entre escena y escena, otra mujer observa la caída de las palomas mientras escucha a otras mujeres entonar una liturgia y, de acuerdo con la sinopsis de este video, es posible que “el mensaje de las palomas no sea otro que el recordarnos la poesía que recibimos al nacer”. Por su parte, el sonido de un reloj recuerda que el tiempo responde a un ritmo universal.
“La paloma, en lugar de ser sujeto de su propio tiempo, está encerrada en él, se desorienta, se cansa y, como nosotros en el mundo contemporáneo condicionados al consumo, la sobreproducción e inmediatez de las acciones; pierde el sentido de ser parte de un todo universal que se fortalece en la contemplación y en la desaceleración del tiempo”, explica la artista.
“La caída” es una oda a la paloma, una de las aves que en palabras de Rumié es cercana al ser humano por ser considerada “mensajera confiable, portadora de esperanza, heraldo de buenas noticias y símbolo del espíritu humano”.
Teniendo como contexto la vida actual cuyo ritmo desenfrenado deja poco tiempo al ocio y al descanso, esta muestra propone una reflexión en torno a “la ruptura de los lazos afectivos del ser humano consigo mismo, su comunidad, memoria y entorno”.
Así mismo, invita a que nosotros mismos propiciemos y privilegiemos “momentos de pausa” que nos permitan pensar sobre las experiencias del día a día.
Cuando vi esta instalación y las palomas en el piso, no asumí que estaban muertas. Es decir, su postura da a entender que no estaban con vida, pero tal vez por el ritmo del video, la sala tenue me transmitió paz.
No sé, es raro… lo mismo me sucedió con los dibujos y las pinturas de la otra sala de la galería.
A pesar de la postura del animal, cuando vi la secuencia de imágenes no vi una paloma muerta cayendo al vacío; vi una paloma dejándose caer a su lugar de descanso.
Tal vez, influenciada por el texto curatorial, no vi palomas, sino seres humanos deseando estar quietos y en paz.
Ruby Rumié recuerda que, a pesar de la nobleza de las palomas, algunos seres humanos las ven como una amenaza. Yo soy una de esas personas que no las quiere mucho, debo confesar.
Pero, creo que después de ver esta exposición, me daré la oportunidad de pensar en las palabras de Rumié, quien dice que los artistas están atentos a los mensajes de este animal sigiloso para seguir plasmando ese simbolismo en el arte.
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Lilian Contreras Fajardo
Periodista con maestría en Estética e Historia del Arte.
Coautora del libro “Cartas de Cuarentena”, junto a la cineasta Josephine Landertinger Forero.
Creadora de @liarteconarte.