La reescritura de la historia o, por lo menos, la visibilización de nuevas voces y perspectivas es una de las acciones que más me gustan de estos tiempos.
En las últimas semanas he procurado investigar sobre artistas jóvenes colombianos dedicados a las artes plásticas y visuales que hagan parte de las llamadas minorías: indígenas, afrodescendientes o LGTBI.
- Puede ver: Un mural para celebrar la diversidad 🏳️🌈
Reconozco que de este último grupo me ha costado conocer nombres. Conozco el trabajo de Lorenzo Jaramillo (1955-1992) o Fernando Arias (1963-) porque los vi durante mis clases de maestría; y recientemente me recomendaron el trabajo de Carlos Motta (1978-). Sin embargo, estos artistas ya están consolidados, así que mi búsqueda de jóvenes artistas sigue en marcha.
Pero, afortunadamente el algoritmo de Instagram, tal vez aprovechando las tendencias #semanadeladiversidad, #diadelorgullo #LGBT, #pride, me recomendó la cuenta Museo Q, una iniciativa que tiene como objetivo “visibilizar las historias y memorias relacionadas con las identidades y las expresiones de género, así como con las orientaciones y las sexualidades no hegemónicas, como parte esencial del relato nacional”.
En sus dos primeras exhibiciones, “Lo que se ve no se pregunta” en 2016 y “Lluvia de sobres” en 2017, realizadas con el apoyo de Idartes y ArtBo respectivamente, mostraron el trabajo de varios artistas LGBTI como Ángela Navarro, Sebastián Sanabria, David Anaya, Victoria Holguín, Julián Urrego, Yorely Valero y el Colectivo Macabra, este último conformado por Madorilyn Crawford y Manu Mojito.
Sin embargo, Museo Q no se ha quedado en el espacio expositivo. Una de sus estrategias es intervenir espacios públicos, como por ejemplo en “Leer las flores”, un proyecto pedagógico realizado en 2018 y 2019 en varios parques de Bogotá, incluyendo el Jardín Botánico. Estudiando la sexualidad de las plantas propusieron una serie de recorridos para reconocer que “somos naturalmente diversas” y “tender puentes en la sociedad para que los derechos de la comunidad LGTBI sean reivindicados”.
“Nuestro logro más grande es generar espacios de discusión para poder acercarnos con cualquier tipo de público y hacer este ejercicio pedagógico a través de una conversación tranquila y cómoda” sostienen.
“Devenir queer: al límite del patrimonio” es el proyecto más reciente, ganador de la Beca de investigación sobre las prácticas artísticas y culturales de los sectores sociales #LGBTI del Programa Distrital de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura de Bogotá. Es una publicación digital, argumentan, mediada por la desobediencia en cuanto a los criterios editoriales y académicos se refiere.
“Es una polifonía de voces, disponible gratuitamente en la página web que reúne a 14 autores que reflexionan sobre la convergencia entre patrimonio y queer”, comentan. Actualmente todos los textos están siendo leídos por otras 14 personas LGBTIQ, incorporando distintos acentos. Así mismo, tiene el recetario “Insultos comestibles”, en el que transforman insultos como “roscón” y “arepera” en recetas que brindan también un contexto histórico. Durante agosto y septiembre realizarán eventos con los autores y los lectores en Biblored, la red de bibliotecas públicas de Bogotá.
Museo Q nació en 2014 teniendo como contexto las cifras de víctimas de la comunidad LGTBI tanto en el conflicto armado, como en la sociedad civil. Para el equipo del museo era importante trasladar los derechos del papel a la cotidianidad ya que es allí donde persiste la discriminación y la violencia.
Se autodenominan “museo en tránsito” para empezar a movilizar y transformar el concepto mismo de museo. “No queríamos crear un museo convencional donde sólo nos visitaran personas LGBTI, queríamos ir a todos los museos para que a través de sus colecciones nuestras vidas pudiesen ser exhibidas”. De la misma manera, “es necesario reflexionar y controvertir el concepto de patrimonio para proponer otros tipos de patrimonios, más líquidos y fluidos”.
Desde su creación, han liderado procesos artísticos multidisciplinares para reflexionar sobre el cuerpo, la identidad, el erotismo o la discriminación, teniendo siempre en cuenta otras características como la raza, la clase o la religión. El cuerpo, sostienen, “es también espacio de exhibición, pieza expuesta y narrativa personal”.
Museo Q es el único museo en Colombia que participa de la Marcha LGBTI. Desde 2015 acompañan las celebraciones del Mes del Orgullo (porque el 28 de junio se celebra el Día del Orgullo) y en 2021 no será diferente. El próximo 4 de julio, en la marcha de Bogotá (que también sucederá en Cali y Medellín) estarán al frente del Museo Nacional. Sin embargo, “Va a ser una marcha muy inusual, por la pandemia, por el paro y porque muchas mujeres trans y hombres homosexuales no se sienten seguros en los espacios públicos en donde, en teoría, se están defendiendo los derechos fundamentales”, reflexionan.
No obstante, a pesar de las condiciones no se puede dejar de estar presentes y aunque hay que cuidarse también hay que manifestarse. La bandera LGBTI, creada en 1978 y que se inspiró en un arcoíris, tiene múltiples significados y aunque la situación de violencia para muchas personas LGBTI persiste, es importante reconocer que Colombia ha tenido importantes avances. “La tristeza se transforma en acción … Y todo eso es visible en la Marcha LGBTI”, concluyen.