Tornaviaje, aquel objeto que se trae al regresar de un viaje, es la inspiración que el Museo del Prado de Madrid, España, tuvo para organizar la exposición en la que rinde homenaje y reivindica el arte producido en América Latina durante la Colonia, y que no podría tener otro título que: “Tornaviaje. Arte iberoamericano en España”.
Como su nombre lo indica, se trata de una muestra en la que exhiben física y virtualmente cuadros y artículos producidos en Latinoamérica durante la Conquista española (época que ellos llaman virreinal), objetos que fusionan las culturas de ambos continentes y que durante siglos carecieron de valor artístico y estético por la mirada eurocéntrica que rige al mundo.
Sin embargo, es el mismo pensamiento eurocéntrico y hegemónico el que les otorga valor y los eleva a la categoría de obra de arte. Uno puede ver este gesto como algo malo, pero yo prefiero ver lo positivo, pues me gusta que, en estos tiempos, así sea por moda, se haga el intento de aprender y establecer nuevas narrativas y darlas a conocer.
Como lo dijo en la inauguración de la exposición el director del Museo del Prado, Miguel Falomi, “la historia del tráfico artístico trasatlántico no es unidireccional, como nos habían contado, fue bidireccional y seguramente fue bastante más numeroso desde América a España.
Para muchos no es novedoso que se reconozca el valor del arte producido en Latinoamérica. Recuerdo mucho que en mi clase de arte colonial la curadora Sigrid Castañeda nos dio un recorrido por el museo del Banco de la República, Mamu, y nos contó que la custodia conocida como “La lechuga” era la muestra viviente de la fusión entre el barroco (XVII y XVIII) y el oficio orfebre, por lo que es la fiel muestra de que el conocimiento europeo y latino sí se relacionaron.
Pero para muchas otras personas lo producido por los artesanos y los criollos carece de valor y por ello el objetivo de “Tornaviaje. Arte iberoamericano en España” es presentar al público español y a los turistas 107 obras creadas en Perú, Colombia y México, entre otros países, de las cuales 26 fueron restauradas para la ocasión, algo que les concede, además, nuevo valor económico.
Todas las piezas seleccionadas llegaron hace siglos a España; la mayoría no son conocidas por el público. Son, lo que ellos llaman, “arte vivo”, pues no pertenecen a museos y reposan en 25 provincias diferentes, las mismas a donde llegaron hace 300 o 400 años.
Esta exposición que tenía previsto abrir sus puertas en 2020 hace parte de una serie de propuestas que busca dar a conocer aquellos lenguajes que durante años fueron negados, olvidados, ignorados.
En ese sentido, Javier Solana, presidente del Real Patronado Museo Nacional del Prado, admitió durante la conferencia de prensa que en España tienen “desconocimiento profundo sobre las pasiones entre América (Latinoamérica) y España”.
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Por eso, para reivindicar de cierta manera aquellas figuras olvidadas y reconocer la doble vía de la cultura entre los continentes, le encargaron al curador Rafael López Guzmán liderar la investigación sobre la “plástica americana” que llegó a España por Sevilla y Cádiz y que, aunque se distribuyó por todo el país, pero de la que se perdió la pista de cómo llegó o qué significaron tuvieron.
Luego de dar un borondo virtual por “Tornaviaje. Arte iberoamericano en España”, destaco cuatro puntos:
1. La exposición física que se puede ver en el Museo del Prado se organizó teniendo la plaza pública, específicamente la del Zócalo de Ciudad de México, como escenario central y principal porque es allí donde estaba -y está- presente la iglesia, los jueces, los políticos, pero también la gente común y corriente que hacía algún oficio. Es también el sitio donde se comunican e interactúan las personas.
2. En la otra sala jugaron con el concepto de los atrios de las iglesias latinas, aquel lugar importante para la sociedad latinoamericana a partir del siglo XVI porque es un espacio religioso y porque es donde se ejerce el intercambio educativo, donde se intercambian los saberes propios con los que llegan desde España.
Además, cerca al atrio quedan las huertas de los conventos que es donde se aclimatan las especies botánicas que llegan del viejo continente y que luego van a llegar hasta los indígenas; pero también donde se reunían los productos de estos países que van a España.
3. Entre todos los intercambios de arte y culto hay dos que se destacan que desde América Latina marcaron a España: la Virgen de Guadalupe y Santa Rosa de Lima. Los cuadros de estas personalidades religiosas fueron pintador por criollos, quienes crearon sus propias manifestaciones estéticas, sus propias representaciones, luego de aprender la iconografía europea, es decir, las características de las imágenes de un tema específico. En este caso, el religioso que fue fundamental para la evangelización para imponer el cristianismo como ideología.
4. La hibridación de las técnicas. Muchos objetos cotidianos como baúles o muebles fueron realizados con materiales latinoamericanos como la plata, piedras y madera típica del territorio; pero siguiendo modelos europeos… y vuelve a mí el recuerdo de “La lechuga”.
El director del Museo del Prado reitera que la tesis de “Tornaviaje. Arte iberoamericano en España” es “contar al público español una historia que ignora: que a España, desde el momento de la Conquista de América hasta su Independencia, llegaron más objetos artísticos americanos que desde Italia o Flandes, que siempre se han considerado los repositorios habituales del artes no español que se puede encontrar en nuestro país”.
Yo agrego que ese desconocimiento también está presente en mucha de la población latinoamericana y que en este siglo XXI vale la pena visitar iglesias, conventos, instituciones o museos que nos permitan acercarnos al arte colonial.
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