Sabemos hablar y escribir, pero no tanto comunicar. Inclusive, profesionales que trabajan el día a día en la narración de historias se quedan cortos a la hora de transmitir el mensaje.
A muchos se nos olvida la tesis que Marshall McLuhan postuló en 1967 en el famoso texto “El medio es el mensaje”, en el que sostiene que la infraestructura de la tecnología de la comunicación es, además del mensaje en sí, lo que define la cultura, la conciencia y la sensibilidad de la humanidad.
En mi experiencia, que suma casi dos décadas, he ratificado la premisa de McLuhan. Mi carrera la comencé en el periodismo digital y en los últimos años, debido a cambios en la redacción de El Espectador, pude aprender del medio impreso.
Mi conclusión es que el medio no debe determinar el tipo de información que se emite, pero sí la forma en la que se emite. Es decir, tanto en digital como en web se pueden tratar los mismos temas, con la misma seriedad y calidad, pero el diferencial es cómo se presenta en cada plataforma.
En web se pueden usar los recursos de video e imágenes publicadas en redes sociales, que dan un mayor contexto a la información; mientras que en los impresos es necesario recurrir a la palabra para narrar todo.
Cuando estudié la maestría en Estética e Historia del Arte me pregunté muchas veces en la importancia de la comunicación a la hora de presentar una exposición, un artista o una obra.
Existe el mito de que “la gente no lee”, pero está comprobado que la gente lee lo que está bien escrito y es interesante de acuerdo con sus intereses.
Durante mi época de estudio también me pregunté cómo los mismos artistas dan a conocer su trabajo, específicamente en Instagram, porque en la academia siempre se habla de la experiencia estética y cómo esta se vive en un museo presencial.
¿Qué sucede cuando uno, desprevenido, ve en Instagram la obra que publica un artista, un museo o una galería?
De ese cuestionamiento nació mi tesis, “Instagram como herramienta de exhibición y difusión para los artistas plásticos”, en la que estudié y analicé el uso, durante 2019, que los artistas plásticos colombianos Erika Diettes, Gabriel Zea y Luis Carlos Cifuentes dieron a su cuenta personal de esa red social.
No voy a exponer aquí las conclusiones, pero sí quiero contar que fue muy difícil seleccionar los artistas con los que trabajé porque en ese tiempo no muchos acostumbraban a usar Instagram, a postear su obra, ni a comentarla.
También quiero resaltar que, gracias a la pandemia generada por el coronavirus, a finales de 2020 percibí que esas dinámicas comunicativas cambiaron, y artistas que antes no publicaban nada o lo hacían esporádicamente se tornaron activos.
Es por eso que ahora quiero entablar desde el espacio virtual @liarteconarte un diálogo coloquial sobre arte en el que, en un principio, quiero retomar la investigación de mi tesis y cómo ha avanzado el tema en Instagram, así como realizar entrevistas o comentarios sobre artistas, obras o exposiciones.
Mi objetivo no es generar la conversación desde la crítica, sino desde el bagaje periodístico con el fin de que el público pueda enterarse, de un artista específico, cuáles son sus motivaciones, qué lo impulsa a crear obra, qué quiere transmitir y qué proceso llevó a cabo para ello. Ya será el lector el que decide si conecta o no con la propuesta artística.