Liarte: diálogo sobre arte

Publicado el Lilian Contreras Fajardo

Espacios culturales: retos de digitalización más allá de la pandemia

Los retos a los que se enfrentaron los espacios artísticos y culturales debido a la pandemia y las posibilidades a futuro para seguir existiendo, a pesar de las restricciones de las visitas al espacio físico, fueron los temas generales que esta semana se trataron en dos conversaciones virtuales que pude seguir.

Casi siempre que se tocan estos temas sale el término “brecha digital” en referencia al público, a la gente que no tiene la posibilidad de disfrutar el contenido online porque no tiene acceso a los nuevos medios (computador, tabletas, celulares) o las nuevas tecnologías (internet).

Sin embargo, la codirectora de la Red de Museos y Estrategias Digitales (Remed, España), Ana Martí, propuso en el simposio “Retos sobre cultura digital y necesidades de formación” mirar en otra dirección con el objetivo de plantear la “brecha digital” como la falta de capacitación de los trabajadores de instituciones y organizaciones culturales.

Martí recordó que en marzo de 2020, cuando empezó el confinamiento, los museos y establecimientos culturales debieron improvisar en el contenido digital, pero que este 2021 es más que necesario pensar en una estrategia digital para seguir relacionándose tanto con la sociedad que los rodea, como la que está fuera de esas fronteras.

Para ella, la experiencia híbrida (presencial – virtual) es la alternativa para sobrevivir en esta era digitalizada y que es deber de los gestores culturales saber cómo utilizar a favor la tecnología que imponen grandes compañías como Facebook o Microsoft.

Pero no es fácil tendiendo en cuenta, según su propuesta, que la “brecha digital” se impone, por así decirlo, desde la directriz por dos razones básicas: mantener la burocracia y falta de profesionales calificados.

La primera tiene que ver con esa autoridad que supuestamente otorga el conocimiento y que genera una distancia con el público no conocedor de las artes, mientras que la segunda está relacionada con el poco criterio que tienen los gestores culturales para identificar qué plan estratégico implementar si se quiere llegar a la gente joven o a los mayores porque, evidentemente, no debe ser el mismo.

En “Retos sobre cultura digital y necesidades de formación”, organizado por Estudios Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y el Museo Nacional de Arte de Catalunya, quedó claro que varias entidades culturales de España están trabajando en establecer una buena comunicación digital porque el interés no está exclusivamente en generar ingreso con la entrada al recinto, sino en crear contenido pago al estilo televisivo o periodístico.

Contar con personal capacitado y tener la decisión de atraer nuevos públicos parece una ruta obvia, pero no. Además de la burocracia de la que habla Martí, que se resiste a eliminar el statu quo que desde hace siglos impuso la separación de la llamada alta cultura de la baja cultura, el tema tiene que ver con los recursos.

Supongo que como sucede en el área de la salud o el periodismo, los trabajadores hacen lo que pueden con los recursos que tienen; y seguramente el pago a los gestores culturales no es el suficiente para alguien con más experiencia.

Ante el panorama pandémico y pospandémico las instituciones deben tener claro cuál es el impacto que quieren tener en la comunidad y, de paso, definir si el concepto de comunidad sólo abarca al público que visita el espacio físico.

Esto es fundamental porque una cosa es generar comunicación virtual para atraer visitantes, y otra distinta es presentar proyectos o exposiciones que puedan interesar al público lejano, un valor importante porque esa institución logra recordación y visualización en otra parte del mundo.

Curiosamente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ofreció un gran ejemplo de cómo realizar una cumbre virtual relacionada con el arte. “¿Cómo sanar un mundo herido?” cuenta con un sito web que alberga la información básica de los participantes, obras y panales programados, pero el evento fue pensado estratégicamente para no simular la experiencia presencial. Es decir, la cumbre se desarrolló durante la mañana de dos días y, pensando en evitar la fatiga digital, la agenda fue variada y ágil.

“¿Cómo sanar un mundo herido?” reunió a líderes tomadores de decisiones culturales de diversos países, quienes contaron cómo afrontaron los retos de la pandemia.

Amanda de la Garza, directora general de Artes Visuales y del Museo Universitario Arte Contemporáneo (Muac) de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam, México), comentó que la pandemia los obligó a seguir siendo un museo sin espacio físico, por lo que se idearon la estrategia #MUACdondeEstés para seguir desarrollando su papel en la sociedad como museo universitario, público y de arte contemporáneo.

Así mismo, comentó que es hora de dejar la resistencia a redefinir el concepto de museo vigente según el Consejo Internacional de Museos (Icom), pues el arte contemporáneo debe plantear una reflexión sobre las problemáticas actuales de la sociedad.

Por su parte, María Belén Sáez de Ibarra, directora de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, dijo que no es fácil pensar en contenido digital cuando los artistas hacen obra que impacta a una comunidad alejada de la urbe.

Desde mi punto de vista son dos temas diferentes los que plantean De la Garza y Sáez; pues una cosa es el contenido que se ofrece al público y otro el trabajo que realiza un artista. Si el artista realiza una obra política que se nutre de la comunidad y así mismo aporta al desarrollo de la misma, pues sí es difícil trasladar ese trabajo a la esfera virtual; pero la obra resultante de ese proyecto mancomunado sí se puede llevar al espacio digital.

Estos soportes virtuales no deberían ser simplemente la publicación de fotografías sobre la exposición u obra, y textos curatoriales en un sitio web o en redes sociales. Y ahí es donde el criterio del gestor cultural debería apuntar a buscar cómo llevar esa comunicación al lenguaje del videojuego, audiovisual, pódcast o realidad virtual, por ejemplo. Inclusive, se pueden realizar proyectos nativos digitales.

Esto depende mucho de la capacidad económica de la organización y ahí se llega a otro debate: el mercadeo, una palabra que no gusta en el ámbito cultural pero que, ante la falta de apoyo estatal, es necesario abrir otras puertas de financiamiento. Todo esto, sin nombrar la responsabilidad del ciudadano a la hora de votar por candidatos desinteresados en perpetuar el patrimonio histórico y cultural.

En conclusión, el futuro de las organizaciones e instituciones culturales para sobrevivir a la pandemia parece estar en el entendimiento de la separación de las fronteras físicas y digitales, que es tan valioso el espectador que asiste al espacio físico como el que navega el contenido virtual, y que para lograr ese formato híbrido es necesario cambiar el paradigma y contar con el personal necesario.

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