Sólo escribiendo entendí que me encantan las películas familiares. Durante la última década he visto varias narraciones sobre este género gracias a que varios cineastas han decidido compartir la intimidad de su hogar.
“Amazona” es tal vez el documental colombiano que más me encanta porque es una cachetada a la maternidad romantizada. Me identifico con muchas cosas de Val, la mujer que dejó a su familia por descubrir quién era como mujer; pero también me identifico con Clare, la hija y directora que en el filme cuestiona y reflexiona sobre los actos de su madre. Sin embargo, creo que es mi hija Laura quien más sentirá afinidad con Clare, si es que algún día me hace caso de ver el documental.
Todos estos relatos familiares me han permitido entender que las relaciones interpersonales son difíciles porque los seres humanos somos complejos. Y no importa qué tanto amor o pasión exista entre las personas, siempre hay puntos que explotan.
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Este 1º de septiembre se estrena en salas de cine colombianas “El árbol rojo”, una película que aborda las relaciones familiares y de amistad desde otro punto de vista porque entre sus tres protagonistas (Eliécer, Esperanza y Toño), solo dos comparten la misma sangre; pero todos comparten la tristeza de la ausencia de un padre.
Cada uno de los personajes está en una década de la vida distinta y por motivos de fuerza mayor, Eliécer y Esperanza deben viajar a Bogotá, destino al que quiere ir Toño en busca de lograr su sueño de boxeador.
Este viaje no es exactamente unas vacaciones, aunque les permite transitar a ritmo de gaita por las carreteras de Sucre, Bolívar, Magdalena, Santander y Cundinamarca, y así como el espectador puede ver los distintos paisajes y climas, también puede percatarse los cambios sentimentales que hay en Eliécer, Esperanza y Toño. Y si en un principio a estos personajes los une la soledad y el abandono, luego los une el cariño, la protección y el amor.
Siempre he pensado que los viajes son ideales para conocer a las personas: sus gustos, el genio, la capacidad de adaptación y conciliación, el manejo del dinero, etc.
El último viaje de vacaciones que recuerdo que hice con mis padres y mis hermanos fue hace mucho, cuando aún estaba en el colegio, y tal vez por eso me esfuerzo por viajar con mi esposo Lucho y Laura.
A mis 43 años son muchas las veces que con mis padres y hermanos viajamos por carretera de Cali a Bogotá, y muchas las veces que junto a Lucho hemos ido de Bogotá a Cali. Los 462 kilómetros que separan estas ciudades me han visto crecer, pelear y fortalecer mis lazos familiares.
Sin embargo, cuando vi “El árbol rojo” me dio cierta tristeza por la vulnerabilidad de los personajes, pero también por la de mi familia porque, a pesar de los años, no aprendió a comunicarse.
“El árbol rojo” es una oda a la esperanza, al amor y al cariño que se forja entre las personas. No importa si no se comparte la misma sangre, lo más seguro es que siempre queramos estar rodeados de aquellas personas que nos hacen sentir bien y a las que demostramos amor.
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