En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Sugar Man y el sistema de la fama

[Searching for Sugar Man, un documental de Malik Bendjellou, 2012]

Hubo una vez un Star System constituido puntualmente para ser la mitología del éxito capitalista. Era el siglo XX. Quienes entraban en ese sistema buscaban solo la riqueza fastuosa y la celebridad. El sistema estuvo organizado con complejos publicitarios: grandes despliegues, prensa, cifras de ventas, sistemas de ponderación, concentración mediática. El mundo de la industria musical hizo parte de este sistema, tanto como el universo del cine, el imperio de la moda, el de la televisión, el de los objetos suntuarios, pero ya después terminó acaparado por los grandes protagonistas del capital, la política y la religión que pasaron a ocupar el primer lugar como iconos y patrones de la influencia en la conducta social de la humanidad.

Al margen de este sistema, parecía poco probable que hubiera otra forma de conseguir la fama, o una cuota de aceptación para una gran obra musical. Por suerte, el sistema fue socavado por el desplome del monopolio disquero bajo el advenimiento de la web 2.0 que acaparó, en internet, todo el acceso al acervo musical del mundo (y audiovisual) y simplificó la cadena mercadeo para concentrarla en los productores de tecnología (es hipótesis). El ocaso de los ídolos puede rastrearse en que cada vez están más viejos y marchitos y gangosos los legendarios, y cada vez hay más ídolos minoritarios y sus representantes obtienen menos ingresos por su música porque requieren más actividad periférica (campañas, fundaciones, escándalos, redes sociales) para impactar a una comunidad de seguidores fragmentaria. De manera que, parece previsible, la industria musical tal como llegó a comportarse con la fabricación del estrellato, no existirá más, aunque subsista aun la leyenda de las viejas glorias del Rock y el pop, de los cantautores, de los discos legendarios, influyentes.

La celebridad nos parece aún, a quienes fuimos alimentados con la iconografía fastuosa del capitalismo norteamericano (se nos ha dicho, nos ha sido inoculado en los zapatos, en los bluyines, en el desayuno de cereal, en la tv, en el cine, en la radio, y lo aceptamos y lo creemos) la forma más amable del poder, o al menos la más deseable. Y sin embargo, hubo una vez un músico, Sixto Rodríguez (Rodríguez a secas), que obtuvo la celebridad, sin saberlo; consiguió que lo aclamaran millones en ausencia, sin saberlo; fue catapultado al centro de la palestra de la fama, sin saberlo; pero esto no lo consiguió en su país, ni en su continente, ni a través de sus canales de validación, ni fue aceptado por su cultura; y ya después, al enterarse, tampoco quiso usufructuarla, a la fama, ni cambiar su vida de obrero constructor por una vida de opulencia y gloria merecidas.

Es esa la paradoja del documental Searching for Sugar Man, que trata de recobrar a grandes rasgos el fenómeno musical de Rodríguez, un compositor y cantante de origen mexicano que triunfó en Sudáfrica con dos discos ignorados por el sistema de la fama de Estados Unidos.

Este documental es un golpe al sistema del espectáculo; no su legitimación. Es lo que incomoda a los críticos musicales que hablan en él. ¿Cómo puede alguien no querer ser famoso? ¿No ganar millones o que las multitudes lo aclamen? El Sixto Rodríguez escasamente entrevistado en este documental de Malik Bendjelloul que consagra su propia obra y la devela a Estados Unidos y a los países subsidiarios de su cultura, es un hombre en la madurez de la edad provecta, un damnificado del sistema de exclusión de la fama, un marginal. Consiguió la celebridad por un mecanismo paralelo de consagración que poco tiene que ver con la fábrica artificial de ídolos domésticos que hacen la bandera del capitalismo y su arsenal (Hollywood, MTV, Vogue, Disney, Rolling Stones, HBO, FOX, CNN, Premios de las industrias para las industrias, Oscar, Grammy, Globo, Copyright); la consiguió por medio de una cadena de casualidades que integra esa ley sin pruebas del azar y la voluntad de un grupo social excluido que lo adoptó como símbolo de la lucha social de Sudáfrica.

Rodríguez perdura porque su música está reivindicada por ese público que se identificó con las letras contestatarias de su juventud. Letras que pasaron de ser alegóricas a hacerse necesarias en el contexto político de la lucha sudafricana contra el Apartheid (abominable modelo de segregación colonial mediante el cual los negros seguían sin derecho a tener alma y sin derecho a tener lengua). Cuando Sixto Rodríguez se enteró de su fama gratuita, aceptó ir a Ciudad del Cabo para agradecer la supervivencia de su música. Luego volvió a Detroit, la ciudad emblemática de la decadencia post-industrial (que acaba de poner en venta su museo de arte), y continuó allí, viviendo en uno de los suburbios construidos para alojar la mano de obra barata, con su vida de albañil.

Sixto Rodríguez no necesita extorsionar la música, ni su imagen pública, ni la posteridad. La historia de este documental es la historia una de las formas más extrañas de la marginación: la marginación aceptada, elegida. Admirable.

Sixto rodriguez, Searching for Sugar Man
Searching for Sugar Man (2012)

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