En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Pirata en el río seco

Rondaba los 40 y estaba jodido. Su novia que era cinco años menor lo dejó por el mejor amigo. Se fueron a viajar por Suramérica en una furgoneta combi. El eterno sueño de los jóvenes de ese país aislado y austral vivido antes de hacerse viejos. Y los persiguió hasta La Paz, con la certeza de que irían al lago Titicaca, como ella le había hecho prometer a él que la llevaría en sus mejores días. Pero pronto se dio cuenta de que él había cometido el error, porque había esperado para cumplir su promesa demasiado tiempo , dejándole la oportunidad a su mejor amigo, que tenía trabajo en la misma pizzería donde los tres trabajaban y una furgoneta combi de reparto. Cuando se enteró de que se habían fugado en la furgoneta, supo que al otro ella también lo había convencido de vivir el sueño que ella misma alimentó en su fantasía pandémica: irse por Suramérica, como el Ché.

Así que tomó lo poco que había ahorrado para hacer un viaje juntos y le alcanzó para llegar a La Paz, y hacer autoestop hasta el lago. Se alojó en un hostal de mochileros, donde le prestaron un sleeping-bag de pluma para protegerse del frío. Caminaba entre los visitantes, buscando los rostros de su ex amigo y los ojos verdes y traidores de ella. Cuando se cansó de observar extranjeros, el agua, las islas flotantes y de esperar en el frío a la pareja para encararlos, desistió, vendió la ropa que llevaba, los zapatos de repuesto y siguió el camino de Suramérica solo.

Entró a Perú por Tacna, bordeó la costa desértica de Perú viéndola por la ventanilla de un autobús y cruzó a Ecuador en pocos días. Cuando llegó a Pasto alguien le dijo en el terminal que no solo la cocaína de mejor calidad debía ser colombiana, también la marihuana debía ser de Corinto, así que había llegado al paraíso. Cuando respondió que solo estaba buscándose a si mismo, le dijeron que si estaba buscándose a sí mismo entonces debía ir a consultar el Yagé.

Así que se desvió al valle del Sibundoy donde tuvo visiones extrañas donde su novia era su hermana y otras, donde su familia no era su familia sino una familia de secuestradores. Su familia eran los secuestrados. Llamó a su madre para preguntarle quién era su verdadera familia. La madre le preguntó si el viaje lo había vuelto un «pelotudo» y agregó que los pobres no adoptan.

Siguió el camino de la selva. Hasta llegar a Macarena. Le atrajo por el nombre, en recuerdo de un baile y una canción pegajosa que había en los noventas cuando solía quitar el volumen a la televisión para ver solo el cuerpo de las mujeres balanceándose. Macarena era un pueblo de un calor húmedo donde permanentemente transpiraba y la ropa nunca se secaba salvo dejándosela puesta, así que decidió no cambiarse. Como ya no tenía dinero, buscó trabajo en un local. La mujer le enseñó los precios de los abarrotes y le mostró dónde guardar el dinero de las ventas. Ella lo dejaba de vendedor encargado toda la tarde a cambio de un plato de comida y algunos pesos, también de una habitación amoblada solo con una cama en el patio abierto de aquella casa.

En un restaurante ofreció sus servicios como pizzero y enseñó la receta de la masa argentina y de las combinaciones vegetarianas que por allí no se conocían. Luego se ofreció a enseñar a hacer una huerta a un grupo de familias desplazadas organizadas en una urbanización de casas de interés social a las afueras. Sabía sembrar huertas desde la escuela elemental que tenía ese enfoque.

Estuvo un año en el pueblo, hasta que alistó la mochila y le anunció a quienes le conocían que pronto vendrían por él. Hizo el viaje de rigor al río de los siete colores y luego, en el camino de regreso, encontró una cabaña abandonada en uno de los brazos secos del río. Allí se instaló por unos días. Los niños de una familia que fueron a bañarse al otro brazo del río, lo vieron y dijeron a los adultos que había un pirata en el río seco. Los adultos fueron a corroborarlo y lo encontraron leyendo y secándose al sol en uno de los playones pedregosos. Al verlo allí con su ropa raída y el pelo ensortijado en rastas, le ofrecieron comida caliente de una gran olla de sancocho, pero él se negó a recibirla porque se estaba purificando para su viaje. La purificación consistía en comer mangos que estaban en cosecha alrededor de la cabaña.

Unas semanas después, los turistas se sintieron atraídos por la cabaña abandonada a la orilla del brazo seco río y fueron a grabar con sus cámaras. Desde afuera vieron la soga. El cuerpo aún se balanceaba.

(Esa hubiera podido ser la historia. O cualquier otra más existencial o menos melodramática, que explicara la gran travesía, el estado de ánimo, el lugar elegido y la larga espera, según la ficción. Pero la verdadera historia aún no podría saberse, porque el cuerpo de un mochilero argentino que fue encontrado ahorcado en La Macarena, Meta, sigue en una bandeja del anfiteatro del cementerio a la espera de una colecta pública que permita cumplir los requisitos de la aerolínea para el traslado a Villavicencio. Quienes encontraron el cuerpo, lo anunciaron en el pueblo y los funcionarios del CTI-Fiscalía lo hallaron en descomposición, el cuerpo en el piso separado de la cabeza. Estaba renegrido como si lo hubieran quemado, pero el funcionario de la fiscalía dijo que era el efecto de la sangre coagulada en los ahorcados. En la mochila estaban los documentos donde constaba su identidad y su nacionalidad, argentino, pero debía haber una investigación para establecer realmente la identidad y causa del deceso y esta no había empezado, porque según ellos, los funcionarios, costaba 2 millones el traslado a la morgue. Un funcionario encontró el dedo índice que permitía la verificación plena, pero la identidad solo podría corroborarla un forense del cuerpo técnico de la capital del departamento. Y el problema era que no había dinero para trasladar el cuerpo, verificar la identidad y confirmárselo a sus familiares en Argentina. Así, cuerpo y cabeza fueron guardados en una bolsa y permanecieron en una bandeja del cementerio durante diecisiete días. En donde sigue, al día de hoy. La asociación de mujeres de ese pueblo rodeado de cadáveres expectantes planea reunir el dinero para enviarlo a Villavicencio.)

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