Al final de la película La mirada de Ulises de Theo Angelopoulos, después de atravesar Koritsa (Albania), Skopje (Macedonia), Bucarest y Constanza (Rumania) y el río Danubio el director de cine griego llamado A. quien vuelve del exilio en Estados Unidos entra en Belgrado, Bosnia, distribución actual de la extinta Yugoslavia, y pasa a Sarajevo donde encuentra a Ivo Levi, el coleccionista de las miradas desaparecidas (como se autodefine en el film), cuidador de la filmoteca quien posee la única copia de Las Hilanderas de los hermanos Makanis, primera película del cine griego. Levi le enseña al director A. algo que los espectadores tienen que imaginar. Lo que le muestra es el horror: una masacre, que es la evidencia de la destrucción de Yugoslavia, ese crisol de pueblos que A. ha visto a fragmentos como tierra arrasada y castigada y desmembrada y simbolizada en la estatua del Lenin roto que llevan en una barca. No lo vemos, porque tenemos que restituir esa aniquilación en el pensamiento. Vale la pena volver a ver La mirada de Ulises ahora que la academia sueca ha otorgado el Premio Nobel 2019 a Peter Handke.
Félix Romeo, un escritor español que buscó desesperadamente a Handke en Soria donde se refugió de los ataques tras la renuncia al dinero (que no al galardón del premio Heine) filtró el dato de que una vez le pegaron a Handke porque lo confundieron con Thomas Bernhard. Después de que le pegaron, supuso que si hubieran sabido que no era Bernhard sino Handke entonces no solo le habrían pegado sino que además lo habrían matado. El premio Nobel 2019 sitúa a Handke junto a los autores de primera línea en lengua alemana (y de Europa Central) del siglo XX. Hermann Broch, Thomas Mann, Robert Musil, Günter Grass, Thomas Bernhard, Joseph Roth. Sin embargo, tras el anuncio del premio, las críticas y cartas de protesta han venido a confirmar que la consagración literaria te puede pulverizar. Salman Rusdhie ha hecho notar que la academia premió a un negacionista del holocausto a quien hace 15 años tildó del idiota del año. Las madres de Srebrenica han anunciado que extenderán una carta a la Academia Sueca para que retiren el Nobel a Handke. Hasta Zizek aprovechó el galardón para mostrar la icongruencia ética de las instituciones neutrales suecas que hacen remedos de incorrección política capitalista premiando a Handke mientras permiten aniquilar a Assange: según Zizek habría que retirar el premio de literatura a un negacionista del holocausto y entregar el de paz a Julian Assange, “verdadero héroe de nuestro tiempo”.
En 2006 Handke asistió a sepelio de Milosevic, muerto en cautiverio y a la espera de una condena de la corte internacional por crímenes de guerra. En 2016 el tribunal exoneró a Milosevic de los delitos de crímenes de guerra entre 1992-1995. En 2010 Handke, a quienes las madres de Srebrenica llaman hoy “defensor de los carniceros balcánicos”, dijo sobre las 8000 víctimas de esa matanza: “Pero reitero, enojado; reitero lleno de rabia contra los criminales, comandantes y estrategas serbios: Srebrenica es el peor crimen contra la humanidad cometido en Europa después de la Segunda Guerra”. https://www.milenio.com/opinion/alfredo-villeda/fusilerias/tres-nobel-neruda-grass-y-handke
En los años 90 Handke se opuso a los bombardeos de la OTAN y publicó un libro de viajes sobre por los pueblos Serbios. Susan Sontag, una de las intelectuales occidentales que defendieron en los noventas la intervención bélica de la OTAN en Yugoslavia lamentó que un escritor como Handke se pusiera de parte del genocidio. Juan Goytisolo y Bernard-Henri Lévy y los intelectuales de la OTAN literaria también cuestionaron a Handke. Handke no estaba de parte del genocidio, al menos no como pudo estarlo Limónov (a quien es posible ver en un video disparando un fusil contra la ciudad sitiada): estaba en contra de los bombardeos de la OTAN, en contra de la intervención, que alentaba aún más la guerra étnica en países que fueron unificados de manera arbitraria tras la segunda guerra europea. Bernard-Henri Lévy, otro de los intelectuales que encabezó las protestas contra el premio Heine que se le otorgó a Handke, sería uno de los intelectuales públicos que años después defenderían la invasión y los bombardeos de Francia y la coalición en Libia, pero para entonces la Europa posmoderna estaba de nuevo en crisis económica y necesitaba el dinero de Libia depositado en bancos Europeos. Acostumbrados como estamos al maniqueísmo de ver a Occidente (sus bloques de cooperación militar y económica) como el eje del bien y al fantasma del comunismo en todas las minorías derrotadas (que ocupan el actual lugar de los bárbaros y se supone que debemos creer que el comunismo es la causa de los conflictos más atroces del hemisferio después de la guerra contra los nazis) como eje malévolo, es probable que con el rechazo cultural al premio de Handke resurja la idea de que actuar a conciencia te hace cómplice de lo atroz. El premio a Handke quiere hacerse pasar como un premio eurocéntrico en el sentido colonialista y no como lo que es: un premio a la Europa central, esto es la Europa dividida, derrotada. Es sobre todo un premio a un individuo que se atrevió a ver de cerca su tiempo y a escribir sobre la paradoja de la individualidad fragmentada por los grandes cataclismos humanos. Justamente eso es ser un escritor: estar en contra.
Sarajevo, la masacre, es lo que no vemos en La mirada de Ulises. Pero algo encuentra allí el protagonista, en esa tierra castigada, que es lo que cambia el objetivo del viaje: no hay un pasado ideal. Eso que no queremos ver es lo que debemos restituir como espectadores-individuos. Sarajevo destruye cualquier metáfora de una Europa ideal. Sarajevo finaliza el siglo XX que fue un siglo de aniquilación. Las guerras más devastadoras surgieron de ese belicismo europeo. Balcanizar es separar lo que nunca estuvo unido. Handke es como el director de cine de la película de Angelopoulos: un sujeto, no un objeto, de la historia.
Al final de la película A. anuncia cómo lo ha transformado su odisea por el campo de pruebas del odio en una Europa extinta: “Cuando regrese, lo haré con las ropas de otro, con el nombre de otro. Nadie me esperará. Si me dijeras que no soy yo, te daría pruebas y me creerías. Te hablaría del limonero de tu jardín, de la ventana por donde entra la luz de la luna, y de las señales del cuerpo. Señales de amor. Y cuando subamos temblorosos a la habitación, entre abrazos, entre susurros de amor, te contaré mi viaje, toda la noche, y las noches venideras…Entre abrazos; entre susurros de amor. Toda la aventura humana. La historia sin fin.”
Imagen: La mirada de Ulises, Theo Angelopoulos