A mi me pasa que prefiero ver las películas en doblaje Español Latino que leer subtítulos. Hace años que dejé de asistir con pipa y bufanda a mi cineclub favorito, el del teatro México de la Universidad Central y en 2021 compré mis últimos DVD pirata en la carrera séptima al encontrar ya en línea todo lo que me interesa de los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. No uso Netflix, así que me mantengo desinformado de las producciones del colonialismo americano y solo veo viejas películas disponibles en el Youtube o novedades con una clave prestada en Mubi, y llevo varios años de decadencia cinéfila dedicado solo a las películas mexicanas de la época de oro. A cine solo voy de vez en cuando a la Cinemateca de Bogotá, a ver los estrenos de los maestros que se están despidiendo del cine (Scorsese, Kaurismaki, Wenders, Godard). Y así de mal va languideciendo mi amor por el cine en general y por el colombiano en particular.

Pero mi preferencial deformación viene de que al comienzo de los dosmiles vi toneladas de películas en doblaje latino. El doblaje preferido es para mí el mexicano. Es el que muchos sentimos más cerca, más propio, más cercano a nuestra vocalización y de paso el que mantuvo controlada la latinización vulgar del castellano por un par décadas y nos dio para el uso cotidiano giros extraídos de los Simpson y de Futurama y de series televisivas que sentimos como propias porque estaban en doblaje mexicano y no en su lengua original, frases que muchos usamos, como “ay caramba”, “no mames”, “no manches”, “mi cuate”. Es así como algunos incautos caímos  despreocupadamente en el colonialismo cultural con incontables películas que mediatizaron las frases al uso. La voz de mis programas de infancia, Los años Maravillosos, Dragón Ball y Los caballeros del zodiaco eran también la voz de Clint Eastwood, Julie Delpi, Meryl Streep,  Sam Shepard, Jack Nicholson, Di Caprio y de los protagonistas de las películas de Tarantino, diablos, rayos.

Era un trasvase natural, que aceptamos como si todos los personajes hablaran en un tono familiar en voces tan reconocibles como la de tus padres y hermanos o amigos. Una vez, de turista en el jardín botánico de Oaxaca, fui presa de un desdoblamiento mientras oía la voz del guía que hablaba de las plantas de los zapotecas y de un árbol cuyos frutos los monjes dominicos usaban de jabón, porque la voz me era tan familiar que tuve que sentarme y cerrar los ojos hasta descifrar que quien nos guiaba era Gokú ya adulto. No sé quién era el guía, pero debe seguir allí describiendo la flora de la región. La voz original de ese doblaje era del traductor de doblajes mexicano Mario Cuitláhuac Castañeda Partida.

En 2021 ante la aprobación de una ley antidiscriminación que hizo su trámite en el senado mexicano (SEGOB) se llegó a interpretar que afectaría los doblajes en español latino en cine y a la larga en la televisión y las plataformas. La ley antidiscriminación obligaba a los exhibidores a proyectar las películas solo en su lengua original y con subtítulos.

“Las películas serán exhibidas al público en su versión original y subtituladas al español, en los términos que establezca el Reglamento. Las clasificadas para público infantil y los documentales educativos podrán exhibirse dobladas, pero siempre subtituladas en español” –Diario Oficial.

(El texto hizo parte de la reforma al artículo 8 de la Ley Federal de Cinematografía promovido por el senador Clemente Castañeda, coordinador nacional de Movimiento Ciudadano.)

Los snobs de la actividad cineclubística (pese a ser minoría) estaban saltando en una pata y echando pestes en twitter de los que aún vemos pelis con doblaje (como medida de prevención contra la presbicia), pero los que tuvimos antaño que formar nuestra apreciación cinematográfica en el videoclub de las empresas intermunicipales de bus en viajes de doce horas por carretera o en la televisión, echaríamos hogaño de menos las voces de esos traductores de doblaje mexicano.

En México hay 7.000.000 de cinéfilos sordos que tienen todo el derecho a ver cine sin limitaciones, ni más faltaba. La mala noticia era que una ley así en México condenaba a la desaparición el doblaje “Español Latino” como opción en todos los demás países (con menos cinéfilos, como Colombia) y nos dejaba en manos de los doblajes al español peninsular, el de España, donde se dice “ostia tío”, “te voy a follar” o “madre mía” como auténticas interjecciones de placer, lo que al menos a mi me suena tan impostado que da la impresión de que las expresiones dolor/placer  son iguales y que los dramas en doblaje español (de España) son al mismo tiempo películas cómicas.

Hace poco, en octubre de 2023, la suprema corte de México (SCJN) modificó la ley de 2021 aclarando que no se podrá prohibir que se realice doblaje en México, pero deben sí exhibirse con subtítulos para beneficio de los cineclubistas discapacitados.

Así que es posible seguir oyendo a Omar Chaparro como Kun-fu Panda.

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