En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Depósito Digital Voluntario en la Biblioteca Nacional de Colombia

¿Todo lo que se publica en internet debe ser conservado?

La Biblioteca del Congreso de Estados Unidos optó por guardar una copia mundial de 170 mil millones de mensajes de Twitter (periodos 2006-2010). ¿Con qué objetivo? ¿Conservar el lenguaje telegráfico de la época? ¿Conservar la sapiencia colectiva? ¿Conservar basura espacial de la opinión pública? ¿Espiar la ropa interior de todo el mundo? Dice el escritor mexicano Juan Villoro que Twitter es  una especie de foro mundial, de lugar para la opinión pública que nunca había existido. Si expandimos ese criterio, Twitter es un documento colectivo de nuestro presente. Y en ese criterio, también son un documento colectivo los blogs, los contenidos textuales en redes sociales, los bancos fotográficos abiertos, los bancos de música, los de subculturas; todo lo que la humanidad comparte en la web.

¿Quién velará entonces por conservar la memoria de nuestro tiempo? ¿La memoria de internet? ¿Qué es lo que debe ser conservado o no? ¿Un blog de imágenes sádicas del narcotráfico mexicano debe ser conservado? ¿Y un blog de recetas que no salen? ¿Y las fotos privadas de tu hermana? ¿Y los aforismos de quinceañera de una celebridad? Si una pregunta difícil es la arbitrariedad que conlleva toda conservación, la que sigue no será menos atroz:  ¿cómo debe ser clasificado lo que se conservará, para que no se vuelva invisible entre la multiplicidad y el crecimiento de la información disponible de todo el mundo? Mientras esas preguntas las resuelve la generación venidera que encontrará la forma de sopesar la estupidez del pasado y desenmarañarlo, las entidades cuya función es conservar el acervo de conocimientos de la humanidad se van planteando los primeros dilemas de conservarlo todo.

El primer escollo que se han encontrado, es el formato. La obsolescencia de los formatos digitales es la obsolescencia de los programas y aparatos que permiten acceder a la información contenida. Si un texto se crea en un programa que desaparecerá a la vuelta de diez años y no hay forma de hacer una conversión a la tecnología de la época, el texto o el documento visual, auditivo, desaparece, se vuelve críptico. El ejemplo puede ser el del betamax: los que tenían la ilusión de conservar sus películas favoritas en ese formato (como Cabrera Infante), tal vez no puedan reproducirlas hoy, a falta del aparato indicado. Lo mismo el VHS. Y próximamente el DVD.

El segundo escollo es la pérdida de información que conlleva la conversión de un formato a otro. Una foto cuyo original se traslade a un nuevo formato o a un nuevo dispositivo pierde información en el tránsito. Esta pérdida es el deterioro de la calidad con que la foto llega al nuevo traje.

Los otros problemas, tal vez más difíciles de resolver, son las fronteras de la ley de propiedad intelectual de los contenidos y de los programas tecnológicos, el aumento exponencial de los archivos privados que crea cada persona y la necesidad de clasificar la información por categorías (meta-etiquetas) ante la incapacidad humana para revisar uno a uno todos los documentos de la humanidad actual.

La Biblioteca Nacional de Colombia, desde el año 2013, ha presentado una alternativa muy apropiada para conservar parcialmente el patrimonio de los contenidos digitales que se crean en Colombia. Es un repositorio llamado con un nombre que resuelve parte de los problemas de la pregunta sobre lo que debe ser conservado: Depósito Digital Voluntario. Es decir, el ciudadano es quien elige qué debe ser conservado de todo lo que publica.

Este depósito voluntario está dirigido a todos aquellos ciudadanos colombianos que hacen contenidos digitales en texto, video, audio, animación o mezcla de técnicas. De modo que los blogueros que comparten sus textos en la web, los músicos que montan sus canciones en vitrinas como Youtube o Vimeo, los cineastas que crean películas para el medio digital, los fotógrafos que comparten sus contemplaciones, cualquier persona colombiana que alimente una página web puede voluntariamente entregar una copia parcial de este material (el archivo no puede superar los 60 MB) para que sea conservado en las catacumbas virtuales de ese viejo palacio portugués que está en la calle 24 con carrera 5, en Bogotá.

La única observación que por ahora puede hacerse a esa gran iniciativa, es que el límite establecido para guardar la copia sólo permite archivos parciales. Y este se ve a la vez reducido al inventario de extensiones dado. Lo que deja fuera gran parte del material vigente hoy. Material que puede representar interés para los colombianos por venir. Ojalá la biblioteca pueda implementar un servicio en línea que permita a los creadores de contenidos digitales colombianos sin importar el lugar donde se encuentren o la plataforma en que publiquen, vincular sus páginas, sitios y archivos sin barreras para dicha conservación. ¿Un sistema de registro con cuenta personal, etiquetas para indexación y con agregadores simples de categorías, feed y url que actualicen la información de los sitios a medida que vaya siendo publicada? La frecuencia de actualización en Internet obliga a tener una plataforma de almacenamiento de la memoria digital colombiana amplia, flexible y constante, no circunscrita a cantidades, formatos o fechas (a no ser que se resuelva hacer copias por plataforma y periodos de contenidos digitales, como eligió la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos con Twitter 2006-2010).

Enlaces:

Depósito Digital Voluntario en la Biblioteca Nacional de Colombia

Primer Simposio Nacional sobre Patrimonio Bibliográfico, BLAA, BNC, Taller de digitalización de un archivo, por María Steva, Universidad de Texas, archivo Revista Corónica

biblioteca_nal-deposito digital voluntario

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