En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Bogotá años 60 y 70: memoria visual de los movimientos sociales, Sergio Becerra

De la conferencia dictada por Sergio Becerra en el Banco de la República sobre movimientos sociales en Bogotá. Artículo.

chircales-fernando cruz

En la calle 13 sur con carrera 27, en un taller de mecánica, vendieron el revólver con que Juan Roa disparó sobre Gaitán. Eso me hace pensar dos cosas: la primera que las armas también tienen biografías y que aquí cerca a mi casa, ya en el año 48, había los mismos talleres de mecánica que hoy. Las múltiples capas de tiempo y las múltiples ciudades que hay en la Bogotá actual, hace que haya también múltiples formas de coexistir y vivir la ciudad. Las necesidades, las formas de divertirse, las formas de consumir, las zonas de bienestar que compartimos, sus cambios, pueden verse en un desplazamiento simple de extremo a extremo por Transmilenio. Puede verse superficialmente en su arquitectura. O en su falta de arquitectura. O en su anárquica albañilería. Por ejemplo: la arquitectura solo la disfruta el poder; plazas, monumentos, zonas de alto consumo, zonas bancarias, con sus plazas sin árboles para tener un efecto panóptico de control sobre las mismas, sus medidas de seguridad, sus cámaras, sus barrenderos constantes e invisibles, sus cables subterráneos. Pero hay otras gamas de ciudad que solo pueden verse en un despegue aéreo o en una visita a los cerros o desde la última estación Paraíso a la que se puede llegar desde el portal Tunal, o viajando en una foto antigua. Es la ciudad del ladrillo colorado, la ciudad de la periferia. Tal vez nos parezcan espeluznantes esos rascacielos de ladrillo prosísmico que muestran la ausencia de todo plan de ordenamiento territorial, pero cada familia necesita la lucha de una generación para aumentarle un piso a la casa. Es decir que para tener una casa de cuatro pisos a una familia se le ha ido el trabajo de sesenta años de sus miembros (veinte años por generación).

En la foto que está al comienzo de esta entrada puede verse el libre mercado, la democracia para quién, las hipótesis de Dios, las fronteras invisibles, las guerras del porvenir, el sistema de clases-castas de Colombia. Es una foto de Fernando Cruz, parte del primer premio del concurso de fotografía “Bogotá, ¡Patrimonio Presente!”, del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural 2010. Una secuencia que puede hacer eco con el estudio geográfico del documental Chircales rodado entre 1967-1972 por Marta Rodriguez y Jorge Silva, salvo que el documental puede observarse la evolución de la ciudad a partir de los avatares de una familia y en la foto todo es estático y depende del observador. En ambos casos, es el sur de Bogotá, hace cincuenta años y hace diez. Ya la capa vegetal ha sido reemplazada por casas, por las necesidades de las industrias que empezaron a comerse a bocados las canteras y los materiales de aluvión de los ríos y a extraer las aguas subterráneas. Si uno no ve nada, no hay problema. Si insistimos en imaginar el presente y ubicar los barrios actuales en la antigua ciudad aunque nos estén mostrando cómo se construyó, y pensamos qué anarquía la que ha construido el sur, entonces es porque vivimos en un imaginario urbano donde la ciudad de la familia pobre es menos agradable que la que viven otros con más recursos. De los sesentas a hoy la misma zona de la ciudad se modificó con varis capas de pintura y pavimento. La ciudad de los pobres sigue estando en el mismo lugar y la de los ricos sigue alejándose. La brecha entre ambas ciudades es cada vez más ancha, equidistante. Nuevos pobres viven más al sur y nuevos ricos más al norte. Mientras para viejos pobres se modificó su entorno y acaso sus condiciones materiales y subsistencia (hipótesis) y esto se refleja en el cambio de sus espacios, para los nuevos ricos la ciudad se conformó en cercos y vallados del norte. La población de bogotanos nuevos se setentuplicó en cien años: de 40.000 habitantes a 8.000.000 en un siglo.

En el Museo de Arte del Banco de la República, el miércoles pasado, Sergio Becerra, ex director de la cinemateca distrital, hizo una exposición gráfica de las transformaciones de Bogotá y la representación de los movimientos sociales que hicieron la ciudad actual. La exposición se basó en la cartografía involuntaria de los registros fotográficos, los archivos visuales en obras de arte documental (Jorge Silva y Marta Rodriguez, Carlos Alvarez, la fotografía en Fernando Cruz), la revisión de la prensa y su modo de cubrimiento de los movimientos sociales.

Una ciudad con estos índices de población no emerge de la nada. Una ciudad como Bogotá, la Bogotá de los trabajadores rasos de todas las áreas, emerge del trabajo de las mujeres, del trabajo de los hombres, del trabajo de los niños; en fin: de los trabajos terminales, como cánceres. Por eso la exposición empezó por los contrastes por época de la idea de periferia, en una ciudad de periferias creadas con herencias campesinas, con barrios que empezaron como invasiones, invasiones que se convierten en tugurios, luego suburbios, luego zona metropolitana, luego en localidad de una metrópoli. Una ciudad es la relación y la lucha diaria contra las barreras geográficas, políticas, económicas impuestas por el entorno, y en esa lucha se da la construcción de un territorio. Cuando el territorio ha sido una larga herencia de latifundios, la lucha diaria por la subsistencia provoca los conflictos sociales que acaban en movimientos civiles o movimientos armados y en represiones y al final en modificaciones radicales del suelo urbano. Cuando los pobladores provienen de prácticas campesinas, como Bogotá, la herencia campesina, las formas de ver y hacer la vida, de divertirse, de vestir, de construir, esa memoria, esas formas múltiples de interpretar la identidad, se trasladan también a la ciudad. Por eso vivimos aún en una ciudad de herencia provinciana, construida sobre un flujo constante de migrantes internos.

Un apartado especial de la exposición fue dedicado a la figura de Camilo Torres y el movimiento político Frente Unido y su obra social, el Ciproc. ¿Cómo fue registrada por la prensa? ¿Qué movimientos se derivaron de ideas como educación popular, como la organización de base orquestada en mingas de cooperación para construir tejido social y poder popular? La muerte de Camilo Torres convertido en miembro de la guerrilla del ELN no refrenó la organización de los movimientos de base. En los años setentas el modelo de acción cívica derivado de Ciproc y de las luchas campesinas de la Anuc en el norte del país o en casos como El coconuco en el Cauca, proporcionaron modelos aleccionadores de cooperación y organización de las poblaciones más vulnerables para la construcción del territorio en Bogotá. El estado y las administraciones han estado ausentes en la construcción del territorio. Es la autogestión de las comunidades lo que ha permitido la organización de lo que los urbanistas etiquetan como “derecho a la ciudad”. El caso emblemático de barrios como Policarpa, La fragua, La perseverancia, quedan registrados como narrativas del territorio social en documentales de Carlos Álvarez, La democracia para quien, Chircales de Silva y Rodríguez, o en producciones más recientes como Hortúa de Andrés Chávez.

Algunas ideas generales que quedan latentes de lecturas narrativas de la cartografía o de los archivos de prensa, como esta conferencia, es que las luchas comunitarias por la construcción del territorio, los movimientos sociales y la representación de esas luchas en la prensa oficial y las narrativas audiovisuales pueden ayudar a esclarecer de dónde resultó esta ciudad en que decidimos vivir. No es la franja de atracos bogotanos de los noticieros actuales lo que explicará la ciudad que tenemos. El aumento de la población deviene en aumento de conflictos urbanos (ya en la Alcaldía de Gaitán las quejas sobre atracos urbanos era uno de los retos mayores de la administración). Si hoy se observa la delincuencia, de forma pasiva, en la televisión, nunca se interroga las formas de vida donde se gesta la delincuencia. Por encima de que Bogotá sea una ciudad caótica, desordenada, peligrosa, se deja de lado la estratificación y los abismos de clase: el aumento de la ciudad pobre que obliga al desplazamiento y amurallamiento de la ciudad rica. Sabemos muy poco sobre la evolución de la ciudad, sobre el pasado de lo que fue ayer un basurero y que se transformará mañana en un barrio sobre un basurero. Desconocemos los episodios determinantes en medio de estas evoluciones. Sabemos poco sobre la historia de la especulación sobre el valor de la tierra, la plusvalía de las mejoras, la estratificación de los terrenos urbanos, los cambios de dueño entre antiguos terratenientes y actuales firmas de construcción. Sabemos poco sobre lo que hizo que el espacio público de la ciudad se convirtiera en el pastel de los especuladores de la tierra y de las firmas constructoras del terreno urbano. Sabemos poco sobre las causas de las inundaciones de barrios situados sobre el trazado natural de los ríos. Sabemos poco sobre los años que llevó a la iglesia la colecta pública para la construcción de un hospital. En cambio sabemos que en el metro cuadrado es el más caro del país, que en temporada de lluvias se desborda Tunjuelito y las casas se saturan de aguas negras, que nadie quiere pagar el pasivo de los hospitales. Hoy sabemos mucho sobre los atracos, pero poco sobre los condominios. Y prácticamente sabemos nada sobre la vida en la indigencia.

Trabajos como el de Sergio Becerra, al ser interpretaciones narrativas de archivos documentales, proporcionan observaciones claves para el porvenir. Una de esas observaciones ayuda en tratar de explicar la dimensión desbordante de la ciudad así: la proliferación de desplazados de las guerras de Colombia llevó al aumento exponencial en la población de Bogotá (un aumento de 70 veces en un siglo). La ciudad de 40.000 habitantes de 1900 llegó a 8.000.000 pasado el año 2000, y lo fue a causa de los éxodos de la guerra en Colombia. La población de una urbe como Bogotá se debe a la guerra que ha vivido el país. Es por eso que, suponer que la guerra en Colombia ha ocurrido en la periferia, es un gran equívoco. La guerra está implicada en la vida cotidiana de prácticamente todo el mundo.

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