En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Aquellos años del boom

 

En aquellos años del boom un crítico literario podía profetizar la gloria, fama y dinero que una obra maestra traería a su creador. Hoy ya no es posible que la crítica tenga tal magnetismo y la literatura tal poder de persuasión (acaso porque la primera no existe -perdió sus espacios- y la segunda perdió su ambición). En aquellos años del boom podías tener hijos y seguir escribiendo. Hoy las mejores mentes de la generación están destruidas por la crianza, las cátedras por horas, los guiones para series, o tienen 40 años y maravillosas excusas para no irse de la casa de los padres o no renunciar a las becas. En aquellos años del boom podías ser castrista o anticastrista. Hoy es sospechosa la utopía y lo deseable es que no se te vean inclinaciones políticas en la obra ni que tu prosa tenga modulaciones provincialistas si aspiras a los grandes premios de la edición comercial. En aquellos años del boom parecía que la mafia literaria estaba compuesta por intelectuales públicos. Hoy la mafia literaria proviene de las facultades de escritura creativa que egresan para decidir las políticas públicas. Quiero decir que aquellos años del boom no volverán.

En aquellos años del boom un autor podía considerarse profesional si desestimaba todas las obligaciones materiales de su realidad y se dedicaba a escribir un libro cada 3 años. El caso de Vargas Llosa y de García Márquez sufragados con salarios pagados como anticipos por la agencia Balcells es un efecto culmen de esa profesionalización. A los que no tenían perspectivas altas de venta, les tocaba hacer migraciones culturales o matrimoniales y ganarse la vida traduciendo o dando clases en Barcelona.

Lo definitivo del boom fue el cambio del mercado, los flujos de los libros entre la península y América, la consolidación de públicos lectores y la alianza del autor con los defensores de sus derechos patrimoniales y legales, los agentes literarios, que cambió cuando cambió el mercado del libro en América Latina.

El boom fue un fenómeno editorial que dejó alterada la forma de circulación de los libros en la babel iberoamericana. Los mercados en los años 70 se hicieron internacionales, los editores españoles enviaban las carabelas a Latinoamérica porque aprendieron tarde que había mercados nacionales pujantes como los que impulsaba Sudamericana en Argentina, Monteávila en Venezuela, Era en México, el Fondo de cultura económica, mercados que antes abrieron pioneros españoles en la diáspora tras la guerra civil (hoy todas esas editoriales fueron adquiridas por los monopolios). El boom fue una respuesta vanguardista a un empobrecimiento literario de España. Durante el franquismo, los libros que se publicaban en España estaban domesticados por el realismo costumbrista y la guerra civil, mientras que de América  echó a llegar obras en un idioma renovado, una revolución en la forma, el lenguaje y el contenido. Libros como La ciudad y los perros, Tres tristes tigres, se publicaban mutilados por la censura franquista. Sin embargo, esos libros arriesgados que eran hechos por autores latinoamericanos  llevaron a los editores a tomar riesgos lo que cambió el mercado del libro y la recepción por los grandes públicos.

El efecto, sin embargo, fue pasajero. No duró más de dos décadas. Coincidió no solo con las afinidades ideológicas entre los miembros del boom, sino que concluyó con la disolución de esas empatías y alianzas. El boom coincidió con las etapas de mayor productividad de esos autores que estaban entre los 24 de Vargas Llosa y los cuarenta y tanto de Julio Cortázar.

Desde el fin del boom, el mercado de los libros ya no es igual. Se reunieron en esos años condiciones políticas, culturales, mercantiles, mediáticas que no se volvieron a repertir en la América Latina.  Lo que queda hoy es el culto por el cadáver del boom, su leyenda. Y Xavi Ayén volvió a revisar esa leyenda en 2015.  Para él, un libro como Cien años de soledad no solo es una obra maestra, sino una escuela de mercadeo en sí (por eso expone su devenir editorial). En 871 páginas nos hace ir al pasado, a esa época en que se publicaron las grandes obras narrativas de nuestra lengua y cuando aún se leían. La época de los premios míticos y de las revistas ideologizadas y de los críticos clarividentes como Luis Harss que consagraban libros, aproximaban a sus autores y se sellaban pactos con las utopías y con las audiencias.

Aquellos años del boom recorre la producción de dos figuras centrales del fenómeno, García Márquez y Vargas Llosa. Alrededor  de esas dos figuras consagradas por el Premio Nobel se organizan otras crónicas editoriales,  perfiles de figuras adyacentes,  autores de tercer reglón que lo eran porque no vendieron tanto (Cortázar, ahora es posible saberlo, vendió menos ejemplares de Rayuela -en las primeras ediciones- que lo que vendió Bolaño con Los detectives salvajes muchos años después). Las líneas adyacentes tal vez son las que explican los éxitos de García Márquez y Vargas Losa. Allí  están las coordenadas esenciales para seguir las huellas de los dinosaurios extintos, como Carlos Fuentes. Aún más conmovedoras resultan las tragedias de los fuera de serie como Néstor Sánchez, las vidas condenadas a la frustración como la de José Donoso, los autores de culto como Cabrera Infante, los mil trabajos de Sergio Pitol, y en un capítulo, el más exiguo, las luchas de las escritoras, solo algunas, de las que escribían durante el boom y cuyas obras no trascendieron. Y es que las protagonistas del boom parecen serlo más las esposas, las editoras y las agentes que las escritoras. (Es curioso que Clarise Lispector o Reinaldo Arenas no sean objeto de estudio, y es que acaso revisar todo lo que pasaba por la literatura latinoamericana mientras acaecía el boom no es propósito de este libro y es una tarea que aún esta por hacer.)

Xavi Ayén delimitó muy bien su materia de estudio: el boom visto desde la meca cultural, que era Barcelona. El libro contiene datos valiosos como las cifras de ventas. Asuntos editoriales tomados de fuentes directas como la agencia Balcells, viñetas de figuras destellantes como el editor Carlos Barral en el esplendor, decadencia y caída en desgracia de su editorial, personalidades determinantes como Carmen Balcells, espectros fugaces como el escritor gay Mauricio Wacquez y su relación con los esposos Donoso, personajes sorprendentes como el editor pirata Fernando Tola, maravillosas derivas urbanas por una ciudad literaria reconstruida a testimonios como Barcelona, y en primer plano las historia completa de la amistad y enemistad entre Vargas Llosa y García Márquez.

Es sobre todo una historia comercial del boom y una síntesis de las tesis ideológicas de la época. Lo que queda hoy de la industria del libro no se parece a esos años y este libro permitiría establecer un paralelo, descarnado y descorazonador pero ilustrativo de esos cambios. La única industria del libro que perdura y puede mantenerse en el mercado en un contexto neoliberal es el monopolio. Las trasnacionales no depende de las ventas individuales de un autor sino de las ventas sumadas de todo el catálogo, los microsellos, las alianzas con las políticas públicas de los gobiernos neoliberales y la saturación del mercado. Y los fenómenos editoriales (Bolaño, Aramburu, Faciolince, la literatura infantil) lo son solo en ámbitos locales. Para considerarse un escritor profesional actualmente habría que entrevistar a Paulo Cohelo o a alias Popeye. Por eso ese libro es una crónica esencial y divertida sobre una época ya extinta.

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