Esta fue la mujer que un día se sorprendió de que el jovenzuelo con el que andaba encamándose no era nada más, ni nada menos, que su propio hijo. Uno de los casos ejemplares de incesto, y aunque ninguno de los dos conociera el cierto vínculo que los unía, motivo por el cual Yocasta terminaría suicidándose y, avergonzado y sintiéndose maldito, su hijo Edipo se arrancaría los ojos.

Yocasta era según la mitología griega la hija de Meneceo y la hermana de Hipónome y Creonte, así como la esposa de Layo, rey de Tebas, con quien habría contraído nupcias siendo apenas una niña. El destino de su hijo le fue leído por el oráculo cuando éste apenas se encontraba en su vientre. El futuro advertía de un niño que asesinaría a su padre, y por lo cual Layo creyó más conveniente alejarlo de ese destino fatal y apartarlo hacia el interior del bosque. La tarea sería encomendada a Citerón, quien sencillamente dejó a Edipo sobre algún lecho, de donde luego sería rescatado providencialmente por un grupo de pastores, que a su manera recordarán la historia de Moisés salvado de las aguas. Y así como en el relato bíblico, el niño sería presentado a la reina de Corinto, quien se encargaría de adoptarlo y de garantizar para este huérfano el próspero porvenir de un rey.

Sería ella quien lo bautizó Edipo, y quien más tarde abandonó sus dominios para emprender un viaje en el que, predestinado, lo llevaría a un encuentro con su padre. Ambos desconocían quién era realmente el otro, y luego de un desventurado impasse la profecía acabaría por cumplirse, y el hijo terminó dándole muerte al padre.

La historia prosigue cuando es Edipo quien consigue vencer la Esfinge que amenazaba a Tebas, suceso tras el cual la viuda Yocasta volvió a casarse, y aunque su marido fuera su propio hijo. Tuvieron supuestamente cuatro hijos: Ismene, Antígona, y Polinices y Eteocles, quienes no pudieron entenderse como hermanos, pero sí como enemigos, ya que terminaron matándose el uno al otro. Varios autores sugieren sin embargo que estos cuatro hijos serían los que luego tendría Edipo con su esposa Euriganía.

La historia de Yocasta y principalmente la del personaje principal de este relato que es Edipo, figura en una cantidad de escritos de tiempos antiguos, destacándose como el más conocido la tragedia narrada por Sófocles: Edipo rey. Y sería de este mito de donde Freud se valdría para explicar mejor lo que llamaría precisamente El complejo de Edipo.

El psicoanálisis pretende revisar el concepto tabú del incesto, considerando que la atracción hacia el sexo opuesto empieza a despertar con la presencia del padre o la madre, y a su vez suele ser común el rechazo y la animadversión hacia la madre en el caso de las mujeres, y así mismo le sucede a los hombres con sus padres. Este complejo ahonda mucho más en esta relación que se crea entre el niño y su madre, y Freud se empeñó en analizarlo con esta misma profundidad.

Y aunque este complejo se refiere tanto para hombres como para mujeres, hacia 1920 Raymond de Saussure acuñó el término Complejo de Yocasta, donde igualmente existe esa relación incestuosa que se manifiesta o se reprime, pero en donde la madre se verá dominante y posesiva y celará a su hijo de todas las formas, mantendrá su control y evitará sobre todo que este se aparte de su lado para entregarle su amor a otra mujer. El complejo de Yocasta suele ser más común en las mujeres que por diversos motivos han tenido que criar solas a sus hijos sin la asistencia, presencia y figura masculina.

Nietzsche también se interesó por el mito y en el Nacimiento de la tragedia, en su capítulo nueve, es Edipo el que encarna la figura de quien se opone y se resiste a la norma y transgrede a la misma naturaleza, Edipo el ser rebelado, y que es gracias a su rebelión que conquista un lugar que le es vedado a los conformes. El filósofo alemán sugiere que será el abandonar la inocencia lo que finalmente acabará confrontándolo a un destino aciago y ominoso.

Edipo pudo haberle consultado al mismísimo Sófocles, o que el autor dejara plasmada en su obra la frase que dio a uno de sus discípulos cuando este le consultó si debía o no casarse: “Hagas lo que hagas te arrepentirás, hijo mío”. De esta forma, pues, Edipo no pudo escapar de su destino fatídico, y en la tragedia se cumple la profecía autorrealizada, esa predicción que, una vez hecha, es en sí el motivante de su realización.

Lo tentador de ver el más allá, conocer el destino y el porvenir, saber qué es lo que se viene, pero no poder evitarlo. La profecía, entonces, se cumplió. Pero el pronóstico no habló sino de un parricidio, sin que hiciera mención de un suicidio, del prohibido incesto y, de paso, omitiera sobre un miserable invidente más en este mundo, alguien que ya no quiso ver después de haberlo visto todo.

YOCASTA

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