Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Virginia Woolf (1882-1941)

Adeline Virginia Stephen creció en una familia en la que se juntaron los hijos de sus padres de matrimonios pasados, componiendo un círculo numeroso dentro del cual destacaría un lazo de hermandad más estrecho que forjaría con su hermana Vanessa. Diferente a sus hermanos varones, Virginia y Vanessa no asistirían a la escuela, sin embargo recibirían la instrucción de su padre novelista, a parte de una formación exclusiva con profesores particulares. Virginia aprovecharía así para interesarse en la nutrida biblioteca de su padre, comenzando ella misma y por cuenta propia a descubrir quiénes serían también sus padres dentro del mundo literario. Virginia recuerda estos primeros años de su infancia como años felices, y en especial conserva fuertes recuerdos de la casa de campo a la que solían ir a veranear. Su labor como escritora profesional se inaugura hacia el año de 1905, presentando para el Times Literary Supplement un estudio periodístico sobre las hermanas Brontë. Pero su naciente carrera se vería de momento interrumpida por la trágica muerte de su madre. Muy pronto en su vida se encontraría con los tormentos psicológicos que la trastornarían hasta el día de su muerte. Sin embargo su temperamento variable y su inestabilidad mental no impedirían que declinara en su producción literaria y en su oficio como escritora, y aunque varias veces tuvo que postergar algunos de sus trabajos por una condición psiquiátrica que la llevaba a escuchar voces y a experimentar una angustiosa sensación de extravío. Según parece estos trastornos se vieron exacerbados por algunos episodios de su infancia en los que Virginia dice haber sido abusada sexualmente por dos de sus hermanos medios. Lo cierto es que un tipo de patología que hoy se conoce como bipolaridad comenzaría a despertársele desde muy niña, sumado a la profunda depresión en la que se sumió tras la muerte de su madre. Un tiempo después cobrará fuerzas para terminar sus cursos en el King’s College de Cambridge, y unos años más tarde, en 1912, contrae matrimonio con el escritor y economista judío, Leonard Woolf, que sería su inseparable amigo y aliado, en una intensa relación de pareja que Virginia testimoniaría a través de sus diarios. Cuando lo conoció se refirió a él como a un “judío sin un céntimo”, del cual sin embargo se había prendado, y tras años de convivencia confesaba el amor que se tenían: “Hacer el amor -después de veinticinco años que no podemos tolerar el estar separados…- ver que es un enorme placer ser deseado: una esposa. Y nuestro matrimonio tan completo.” Leonard sería el bastión sobre el cual se sostendría el espíritu tantas veces alicaído de la melancólica escritora, cuidando de ella de manera infaltable y tratando de brindarle las condiciones y una atmósfera apacible para que pudiera enfocarse en el imaginario de sus cavilaciones y escritos. En 1915 la editorial de su hermano publica su primera novela, Fin de viaje, y ese mismo año coincidirá con la muerte de su padre, episodio que le generaría un ataque de nervios, y por lo cual tendría que ser recluida en una casa de reposo, y en adelante la poetiza ya nunca más podría desprenderse de su inseparable depresión. Tras la muerte de su padre, Virginia se muda al barrio londinense de Bloomsbury, y será en su propia casa donde se daría lugar a las tertulias que reunían a los más notables escritores del momento, como es el caso de los filósofos y escritores Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y E.M. Forster, e incluso el célebre economista J.M. Keynes, en lo que se conoció como el Círculo de Bloomsbury. Este grupo de intelectuales compartía valores e intereses comunes, además de un mismo criterio estético. Se consideraban críticos de la misma sociedad alta a la que pertenecían, manifestándose también en contra de la discriminación femenina. Así pues Virginia sería una figura destacada del movimiento, cobrando mayor importancia cuando su esposo, también miembro del prestigioso círculo, le propone montar una imprenta editorial que a parte le servirá de distracción a la inquieta escritora. Para 1917 fundan la editorial Hogarth Press, la cual publicaría obras de afamados intelectuales como T.S. Eliot, Sigmund Freud y Katherine Mansfield, así también como las obras inéditas de la dueña de la empresa. Para 1919 Woolf publica su novela Noche y día, y en la cual ya será notoria su transgresión frente a los esquemas narrativos tradicionales, motivo por el cual su libro no gozaría de una buena acogida por parte de la crítica. En 1922 conoció a la escritora Vita Sakcville-West, con quien durante casi diez años mantuvo un amorío que no fue desconocido por Leonard, y a pesar de que a finales de los años veinte dieran por terminado su romance, la amistad entre ambas permaneció incólume y siguieron estando unidas hasta la muerte de Virginia. Fue entonces en el año de 1925 con la publicación de Mrs. Dalloway y su novela Al faro, publicada dos años después, cuando la escritora inglesa empezará a recibir especial atención por parte no sólo de los críticos sino también del público en general. Su acierto estaba en la originalidad narrativa de su técnica que más se acercaba a la poesía, interesándose no tanto por la acción como sí por la intriga de las almas de sus personajes. Influenciada por autores como James Joyce y Marcel Proust, Virginia conseguirá distanciarse sin embargo de las formas literarias predominantes para dar con una narrativa propia e innovadora. Superando el realismo imperante y dejando de lado la trama de la historia y la descripción de los personajes como el núcleo sustancial que es eje en las novelas clásicas, la desafiante y peculiar autora se permite experimentar con una narrativa donde no se le da una importancia particular a los lugares, y ni siquiera a los acontecimientos mismos, para en cambio sumergirse en la pisque y ahondar en las mentes de los personajes, en lo que se conoció como el libre “fluir de la conciencia”. Un viaje intenso a través de los pensamientos desbordados en un atrapante y fogoso lirismo, adentrándose en los motivos emocionales de sus personajes y relatando impresiones sensoriales que acaban enriqueciendo y dándole forma a las personalidades que intenta describir. Sería criticada por actitudes anti-semitas que pueden entreverse en algunos personajes judíos que figuran como estereotipados, además de algunos comentarios que podríamos leer más tarde en sus diarios, y a pesar de estar felizmente casada con un judío. Ciertamente ella y su esposo no profesaban ninguna religión, e incluso Virginia se atrevería a criticar sin recatos al mismo cristianismo: “Mi judío tiene más religión en la uña del pie; más amor humano en un pelo.” En 1928 da a conocer otra obra experimental de gran acogida, Orlando: una biografía, en donde emplea el mismo estilo del “fluir de la conciencia”, pero esta vez para narrarnos la biografía de un personaje ficticio que vive durante más de tres siglos encarnando ambos sexos, un producto de la fantasía pero como si se tratara de un personaje real. Una obra creativa que resultó bastante novedosa y que dedicaría a su compañera Sackville-West, y cuyo hijo diría años más tarde refiriéndose a esta obra, que se trataba de “la carta de amor más larga y encantadora en la historia de la literatura”. Su mayor protagonismo como una pieza inspiracional para las mujeres, vendría en el año de 1929 con la publicación de una conferencia que había dictado ya en un par de ocasiones y que titularía Una habitación propia. El contenido de este libelo tuvo un gran impacto, dado que la escritora se atrevía a denunciar la condición sumisa de la mujer, dependiente en todo de sus maridos, y sin la posibilidad de encontrar un espacio íntimo y personal donde pudiera desarrollar sus tantos talentos a los que también tenía derecho, reivindicando el rol femenino y destacando su importancia necesaria en la construcción social. En 1931 presenta otra obra de gran relevancia, Las olas, y en la que sus seis personajes estarán trasegando en la marea de sus pensamientos, difiriendo del relato clásico del monólogo tradicional, y otorgándole un poder narrativo que más pareciera acercarse al verso poético. En adelante, y a pesar de sus constantes ataques de angustia y depresión, Virginia seguiría colaborando con artículos y críticas literarias para distintas revistas, así como publicando ensayos, relatos y cuentos, y para 1938 saca a la luz su libro Tres guineas, en el que nuevamente insistirá sobre los pormenores y obstáculos a las que se ven abocadas las mujeres en un plano de desproporcionada inferioridad con respecto a los poderes de los que gozan legalmente los hombres, afectando el desarrollo social y perjudicando la educación de todo un sistema que debería instruir sin distinción de género. Así mismo el texto se pronuncia respecto a la censura literaria a la que tantas veces se vería expuesta. En su última novela, Entre actos, escrita el mismo año de su muerte, la consagrada escritora depone todo el prontuario de las preocupaciones que serían también las causas que defendería a través de la palabra: el arte como sentido de vida, sus reclamos por una sociedad donde las mujeres pudieran disfrutar a la par de los hombres, los cuestionamientos en torno al tiempo. Esta será la novela en la que su lirismo llegaría a componer un escrito donde la prosa se ve definitivamente sustituida por el verso. Una vez concluida, Virginia se vio nuevamente acosada por una severa depresión, que acabó por acrecentarse cuando su casa en Londres fue destruida por los bombardeos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de abrigarse con su chaleco, recorrer el sendero que la llevaba hasta la rivera del río Ouse y cargarse de piedras los bolsillos para finalmente anegarse en las aguas, Virginia le dejaría a Leonard una última nota de una sola página, en la que se confesaba incapaz de soportar esta nueva oleada depresiva en la que se sentía enloquecer, incapaz de continuar con sus trabajos, incapaz incluso para leer. Le expresa su gratitud y cariño, señalando que su bondad es lo único en lo que cree en este mundo, y que solamente él hubiera podido salvarla. No quiere ser una carga para su marido y le pide que continúe con su vida, despidiéndose con la última línea que escribió: “No creo que dos personas pudieran ser más felices de lo que hemos sido tú y yo.” Veinte días después su cuerpo sería hallado, y sus restos fueron incinerados y luego enterrados bajo un árbol en la localidad rural de Sussex. Terminada la guerra, la reputación de la escritora y el valor de su obra serían menospreciados, para volver a tomar un nuevo impulso cuando en los años 70’s los movimientos feministas ven en su vida y en su obra un referente de mujer, destacando su labor como una escritora que supo confrontar a una época de marcada discriminación en contra de la mujer de intelecto, consiguiendo abrirse un camino propio y demostrando que las mujeres podían contribuir en el campo literario con su enorme ingenio creativo y desde su mirífico mundo femenino. En especial el texto de Una habitación propia es uno de los más citados y aclamados dentro del ámbito del feminismo, resaltando su tesis en la famosa frase que reza: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. Su historia y obra, su misma persona, han servido no solo de modelo y referente, sino que han sido la fuente de inspiración de novelas, poemas, películas y obras teatrales. A pesar de las críticas que puedan hacérsele, no cabe duda para nadie de que Virginia Woolf es una de las más grandes escritoras en lengua inglesa del siglo XX, así como una de las renovadoras del lenguaje mismo.

Virginia Woolf

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