Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Sojourner Truth (1797-1883)

Buscó la verdad, buscó la libertad, la suya y la de un pueblo, la de su raza, y no paró nunca de luchar por las causas que también la comprometieron con la humanidad entera. Ya en 1799 los Estados Unidos había iniciado los trámites legislativos para abolir plenamente la esclavitud, y sin embargo hubo que esperar 28 años más para que el arduo recorrido derivara por fin en la emancipación y pudiera concretarse el tan anhelado derecho a la libertad. Es así como Sojourner, (quien sería bautizada como Isabell), nació en medio de un contexto enteramente esclavista, a unos cientos de kilómetros de la ciudad de New York. Sus padres habían sido capturados en África y enviados a América para luego ser comprados por un latifundista, y en cuyas plantaciones habían estado trabajando durante varios años, engrandeciendo su familia y así mismo la fuerza productiva y el capital de su dueño. Isabell sería la décima hija entre trece hermanos. Al morir el amo, será su hijo quien lo sucederá con los asuntos empresariales y herede todo el capital de su padre, incluyendo la posesión de sus tantos esclavos. Al cumplir 9 años Isabell es vendida junto a un rebaño de ovejas por unos $100. Para ese entonces la pequeña solamente conocía su lengua materna, el alemán, y poco podía ofrecer como fuerza laboral debido a su corta edad, a su contextura larguirucha y a su falta de vigor. Años más tarde, al narrarnos sus experiencias, Sojourner patenta en este amo al clásico testaferro abusivo de quien tendría que padecer múltiples maltratos cotidianos, y que a veces se valía de una barra de acero para castigarla. Dos años después la vendió por $105 a un tabernero, quien la explotaría durante año y medio antes de feriarla a su cuarto dueño. En esta ocasión se trató de un hombre que al parecer no la maltrataba, más no así su esposa, que desde un principio se mostró celosa de la esclava, y sería la encargada de ocasionar las nuevas tribulaciones de la atormentada vida de Sojourner. A sus 18 años se enamora de un esclavo de un predio vecino con quien tendrá a su primera hija, y a quien se le impedirá continuar con esta relación, ya que los hijos de este no favorecerían a su dueño, puesto que legalmente le pertenecerían a quien fuera el amo de la madre. Pese a esto la pareja buscaba la forma de encontrarse en medio de la clandestinidad, siendo así que en alguno de estos encuentros fueron sorprendidos, y la mano inclemente de los patrones acabaría por propinarle al amante una paliza de la que no consiguió sobrevivir. Este episodio marcaría profundamente el alma sufrida de la prometedora guerrera de las libertades civiles. Unos años más tarde se casaría con un hombre mucho mayor que ella, también esclavo, y con quien tendría tres hijos, ya que un quinto hijo, una niña, se presume que era hija de su patrón. Ad portas de que finalmente el gobierno concediera la emancipación a nivel nacional, su amo le prometería liberarla siempre que mantuviera su fidelidad y rendimiento. Por esos días Isabell había sufrido una herida en la mano que le imposibilitó mantener su intensa productividad, y no obstante conseguía hilar cerca de 40 kilos de algodón por cada jornada. Sin embargo a su dueño esto no le parecería suficiente, negándose a concederle la anhelada libertad, y ante el reclamo de un alma rebelde Isabell acabaría por escapar de estos latifundios, llevándose con ella a su hija y abandonando así a sus hijos varones. La decisión de dejar a sus hijos fue debido a que estos no podrían obtener en ninguna parte la emancipación hasta tanto no contaran con la edad de los 20 años. La desesperada fugitiva se refugió en la mansión de un prestante terrateniente que acabaría comprándola legalmente por un valor de $20. Su nuevo dueño y su mujer, ambos defensores del abolicionismo, le prometieron la libertad a Isabell toda vez que se cumpliera un año, y no sólo cumplieron con lo prometido, sino que en adelante siguieron sirviéndole como aliados de lucha y como bastión y apoyo en los desafíos que se avecinaban para la valerosa Isabell. En 1827 se entera de que uno de sus hijos fue vendido de manera ilegal, y decide llevar su caso ante la jurisdicción competente. El niño había padecido abusos notorios de su amo, quien tuvo que acatar el veredicto de la corte, que lo sentenciaba a regresar el niño a su legítima madre, siendo este el primer caso judicial en la historia estadounidense en el que una mujer negra consigue prevalecer en un juicio contra un hombre blanco. Para 1829 se interesa con devoción en el cristianismo, y se traslada a New York para trabajar como sirvienta en la casa de un reconocido evangélico, y tres años más tarde se muda a la casa de otro afamado representante de la comunidad religiosa, conocido como El profeta Matías, y con quien por un episodio trágico del azar sería incriminada de robo y asesinato, en un suceso que para fortuna de ambos terminaría por resolverse cuando se demostró su inocencia y fueron absueltos de los cargos que se les imputaban. En 1839 aquel hijo que hacía años había rescatado, parte en un barco ballenero y cuatro años más tarde, en otro puerto, su madre lo esperará en vano. Por esa misma época, entregada fervorosamente al adventismo, decide cambiar su nombre y bautizarse Sojourner, cuyo significado sería algo así como “residir temporalmente”, y apellidándose Truth, cuya traducción literal del inglés es “verdad”. Para 1844 se une a una de las crecientes asociaciones que insistían en favor del abolicionismo, y de allí en adelante su vida fue un batallar intenso y sin tregua por la igualdad entre los blancos y los negros, las mujeres y los hombres. En 1846 dicta sus memorias y cuatro años más tarde son publicadas con el título de The narrative of Sojourner Truth: A Northern Slave. En 1851 se desplaza por las distintas ciudades del estado de New York dictando conferencias e incentivando todo tipo de movimientos que abogaran por los derechos civiles, la libertad de credos religiosos e ideologías, así también como las iniciativas que pudieran impulsar el movimiento pacifista. Ese mismo año, durante la Convención de Derechos de la Mujer de Ohio, celebrada en Akron, Sojourner se haría un personaje célebre luego de pronunciar su discurso titulado: Ain’t I woman? Destacada oradora, durante los años siguientes Truth se dedicó a llevar su verdad en los viajes que emprendía a donde estuviera haciendo falta una voz capaz de impulsar el activismo por los derechos de la mujer y de las negritudes. En cada una de sus intervenciones insistía con la tolerancia, y a pesar de que fuera constantemente abucheada e insultada, e incluso se cuenta ese episodio en el que un tipo desde la tribuna la acusó de ser un hombre, a lo que Truth respondió desabotonándose su blusa y exhibiéndole los senos de una mujer que, literalmente, sacaba el pecho. Fue así como nada la amedrentó para dictar cientos de conferencias, hasta que la Guerra de Secesión la llevaría a ocupar otros campos de batalla, reclutando soldados negros que se unieran al Ejército de la Unión desde los frentes de las tropas de la Armada Americana. En 1965 se encontraba prestando servicios como enfermera, y de regreso a casa fue arrojada del tren en el que se desplazaba, nada menos que por el mismísimo chofer, acusándola sencillamente de ser negra. Sojourner denunció la agresión y pudo demostrar las heridas ocasionadas por la caída, ganando otra vez la demanda con la que se sancionaría al operario del tren. Una vez acabada la guerra, Sojourner Truth se empeñará en sacar adelante los avales legislativos que posibiliten a los antiguos esclavos apropiarse de algunas tierras en las que habían morado desde siempre. Pero luego de siete años de infructuosas batallas, la aclamada abolicionista no conseguiría que el Estado Federal otorgara dichas concesiones a quienes también se habían destacado como veteranos de la guerra. No obstante, su prestigio la llevó hasta la Casa Blanca, donde sería recibida por el presidente Ulysses S. Grant, quien personalmente quiso expresar su admiración por su vida y por su lucha. Visionaria, quiso ir más allá o anticiparse varias décadas, y en 1872 intenta votar para las elecciones locales, pero su pequeño acto de subversión sería inmediatamente invalidado. Además de las peleas ya mencionadas, Sojourner Truth también alzó su voz para cuestionar el sistema penitenciario y proponer reformas de las prisiones y la condición de los reclusos, así como defender la supresión de la pena de muerte y en general todos los asuntos tocantes a la lucha por los derechos y las libertades humanas. Espigada, alta, flaquísima, su ataúd alargado fue llevado en los hombros de figuras notables de la época, y a su entierro asistieron cerca de dos mil personas. En 1981 su nombre se suma al prestante círculo del Salón Nacional de la Fama de Mujeres. En 1997, como parte de la misión Mars Pathfinder, la NASA envía a Marte un robot explorador al que, en su nombre, bautizaron Sojourner.

Sojourner Truth

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