Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Sarah Vaughan (1924-1990)

La potencia prístina de una voz que brotaba de un lugar irreconocible, la hicieron merecedora de un puesto privilegiado en el mundo musical, y en especial en la escena del jazz, donde estará inmortalizada junto a las figuras descomunales de Billie Holiday y Ella Fitzgerald. Comenzó cantando en el coro de la iglesia, y durante ocho años estuvo recibiendo lecciones de piano. Una vez cumplidos los 18 años, Sarah decide probar suerte y participar en el concurso musical Apollo, para lo cual tuvo que desplazarse hacia New York en compañía de una amiga, e integrando una banda jazz en la que actuaría como pianista, lograron alzarse con el segundo puesto. Un año después Sarah se presentó como cantante solista, interpretando la canción Body and soul y alzándose esta vez con el primer premio, que consistió en un incentivo de U$10 y la firma de un contrato con una disquera. En 1943 Sarah da inicio a su carrera como cantante, sirviendo de telonera a nada menos que a esa consagrada música que era Ella Fitzgerald. En 1943 es contratada como pianista por la exitosa Big Band, y unos meses más tarde pasará al lugar de cantante, siendo este el puesto que ciertamente le correspondía ocupar. La banda tuvo gran acogida, celebrando varias giras y ofreciendo algunos conciertos, consagrándose como un grupo pionero del bebop, y que contaba con la presencia de afamados músicos del momento, como el caso del saxofonista Charlie Parker. En 1945 Sarah decide lanzarse como solista, haciendo presentaciones independientes en bares y clubes nocturnos de New York, hasta que entonces se conoce con el productor Treadwell, quien se encargó de asesorarla desde la forma cómo debía peinar, vestir y comportarse, hasta el estilo mismo que le convenía adoptar para conquistar, como parecía destinado, al mundo entero. Sarah se arregló la dentadura, siguió los consejos de su productor, y desde entonces sería conocida en el escenario artístico como “Sassy”. Y por si fuera poco, para darle un giro total a su vida, la relación de negocios involucró el plano de lo sentimental, y la pareja acabó casándose en 1946. A lo largo de su carrera Sarah estuvo yendo de una disquera a otra, rompiendo lazos por sentir falta de compromiso y decepciones de toda índole, para luego regresar a una disquera ya conocida y otra vez volver a abandonarla. En este recorrido serían varios sus representantes, y con cada uno de ellos estableció no sólo un vínculo comercial, sino que además se vio involucrada sentimentalmente con todos ellos. El primero de sus amantes agentes sería pues el señor Treadwell, quien le conseguiría un contrato con una de las más prestigiosas disqueras del momento, Columbia, con quienes permanecería hasta el año de 1953, cosechando un listado de baladas románticas que muy pronto se convirtieron en éxitos comerciales. Para 1949 Sarah aparece por primera vez en compañía de una orquesta filarmónica, y luego del evento uno de los músicos la apodaría con un apelativo por el cual también se le recuerda: The divine one (la divina). Ese mismo año invierte en una casa de tres plantas a la que se muda con su esposo y sus padres. Durante esta época ganó el New Star Award de la revista Esquire, además de los galardones conferidos por otras dos reconocidas revistas que premiaban a lo mejor de la música: la revista Down Beat y la Metronome. Ese mismo año inaugura un programa radial que se transmite desde New York y en el que goza de un espacio de varios minutos para discutir con otros músicos acerca de los diferentes estilos y propuestas. Para 1950 se reúne con Miles Davis y juntos compondrán una de las canciones predilectas de Sarah en toda su trayectoria. En 1953 hace una de sus primeras apariciones en televisión en un programa de variedades donde interpretó dos de sus canciones más sonadas. En 1953 su amante y agente le consigue un contrato único con la disquera Mercury Records, y sería con esta disquera que llegaría para su repertorio de éxitos su primer disco de oro. La afamada cantante se dedica a participar en festivales y emprende varias giras a través de los Estados Unidos. Un año más tarde, por desacuerdos con Mercury, Sarah inicia un contrato con la disquera Roulette, y para 1954 la vemos destacarse en una gala memorable en el renombrado Carnegie Hall. En 1958 se divorcia de Treadwell, quien se ocuparía siempre de administrar las finanzas de la cantante, y que al momento de disolver la sociedad declaró que la pareja disponía de un total de U$16.000, los cuales fueron divididos, y así cada quien tomó su propio rumbo. No hubo que esperar sino un par de meses para que Sarah consiguiera un nuevo agente, es decir un nuevo amante, y que en esta ocasión se trataba de un tipo con muy poca experiencia en el negocio de la música, y con quien se mudaría en 1959 a la ciudad de New Jersey. Dos años más tarde la pareja adopta una niña, pero dos años después el matrimonio se disuelve y Sarah se quedará con la custodia de la pequeña. Una serie de eventos de violencia, la dilapidación del apostador empedernido que era su esposo y la despreocupación que había manifestado en los últimos años como su agente, hizo que la pareja arreglara sus asuntos financieros, tras lo cual se descubrió la deuda que él había estado acumulando, y que desataría en la confiscación de su casa. Bastó con separarse para que Sarah se reencontrara con un viejo amigo de la infancia, con el que repetiría la historia de generar un vínculo comercial y sentimental. Rompe relaciones con la disquera Roulette para regresar a grabar con Mercury Records. Al año siguiente visita por primera vez la Casa Blanca, luego de que el mismísimo presidente Johnson la invitara personalmente. En 1967 termina su contrato con Mercury Records, y durante los últimos años de la década de los 60’s estuvo grabando de manera independiente, y así mismo para 1969 rompe su tercera relación de pareja y se muda a Los Angeles. Al año siguiente conocerá a su próximo amante y representante, y a pesar de que otra vez daría con un hombre poco versado en los negocios, esta vez su compañero era un declarado fanático de su música y de su carrera. En la década de los 70’s Vaughan reactiva y vuelve al escenario. Viaja por Dinamarca y también visita Japón, se presenta en Broadway, toca en la cumbre privada de Martinica donde se reúnen los presidentes Gerald Ford de Estados Unidos y Giscard d’Estaing de Francia, y acompaña a varias orquestas sinfónicas entre las que se destaca su participación con la Filarmónica de los Ángeles, y cuyo acto se representó nuevamente y con el mismo éxito en la ciudad de New York. Como una estrella consagrada, en 1978 aparece un documental basado en su vida, y ese mismo año firma un contrato con una disquera que se enfocará en la producción de música brasilera, con quienes grabaría siete álbumes, y cuyo trabajo le significó a Sarah su primera nominación al Premio Grammy. En 1981 se divorcia de su agente y amante, y de allí en adelante vendrán los años 80’s cargados de premios, homenajes y distinciones para una de las figuras más destacadas e influyentes de la música jazz. Su presencia inconfundible, dueña del escenario, su piel brillante y su infaltable sonrisa, toda la coquetería reunida en su menuda figura encantadora, el vaivén suave y licencioso de sus caderas, y a este espectáculo de la feminidad le sumamos esa voz versátil que puede jugar entre la agresividad y la ternura, una mezcla de poderoso dulzor que enamoró al mundo entero. Basta un piano y un contrabajo para que su melodía fuera un cántico arrullador, estremecedor, inevitable. Pasaba de un registro vocal a otro con las facultades prodigiosas de una experimentada soprano. Única al momento de improvisar, uno de sus mayores talentos consistió en incorporar el bebop con un elegante sentido armónico, flexible, dinámico, además de ser reconocida como una de las grandes maestras del scat. A pesar de que los años irían engrosándole la voz, Vaughan continuó deslumbrando siempre por ser un talento extraordinario, sobresaliente, definitivamente única. En 1980 adornaron con una placa conmemorativa las afueras de las oficinas en las que antaño pululaban los bares donde cantaba La Divina. Recibe un Premio Emmy y también un Grammy a La Mejor Interpretación Vocal de Jazz Femenino, y en 1985 consagra su nombre en el Paseo de la Fama de las Estrellas de Hollywood; tres años después llegará a la cumbre cuando pase con méritos a formar parte del Salón de la Fama del Jazz Americano. Durante la siguiente década quiso actuar por cuenta propia, grabando en estudios independientes y compartiendo el escenario con las más destacadas figuras de la música mundial, como es el caso del cantante de ópera José Carreras. En 1989 Quincy Jones le propone a Sarah cantar una canción a dúo con Ella Fitzgerald. Como si su vida hubiera dado un giro completo, Sassy daba por terminada una carrera prolífica y plagada de éxitos de la misma forma como había comenzado: cantando con otra gran leyenda a la que había secundado 46 años atrás. A pesar de la artritis y otros problemas de salud, Vaughan realiza una gira por Europa en la que no dejará notar su mal estado y su voz resonará con el candor de siempre, pero finalmente tendrá que interrumpir sus conciertos y espectáculos debido a las complicaciones que agravaron su salud. En 1989 le diagnosticaron cáncer, y luego de insistir en vano con un severo tratamiento de quimioterapia, decide volver a su casa en California para pasar sus últimos meses en un recinto tranquilo, al lado de su hija, quien estaría junto a ella cuando esa voz de otro mundo se quedara por fin muda y para siempre mientras miraban juntas la televisión.

Sarah Vaughan

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