Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Sabina Spielrein (1885-1942)

Los referentes más sonados del psicoanálisis y de la psicología analítica son indiscutiblemente los nombres rimbombantes de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung. Sin embargo, y en el medio de ellos dos, aparece la figura no reconocida de una mujer que sirvió como eslabón entre ambos e inspiró algunas de sus teorías más destacadas. A través de sus propias experiencias, y posteriormente por medio de sus trabajos y conclusiones clínicas, Sabina Spielrein es hoy un referente indiscutible en el desarrollo del psicoanálisis, aparte de protagonizar un escándalo sentimental que acabaría por involucrar a estos tres personajes y por el que Sabina sería más recordada. Nació y creció entre prebendas y privilegios, y sin embargo sometida a una estricta educación, y en especial un trato desmedido por parte de su padre, lo que alentó en la pequeña Sabina un ser temperamental y propenso al descontrol histérico. Su educación no siguió los cánones tradicionales de la academia francesa, y fue matriculada en una pequeña escuela que ofrecía un sistema educativo con un enfoque innovador, ilustrado y liberal. Se interesó así por el violín, el piano y el canto, además de perfeccionarse en algunas lenguas como el inglés, francés, alemán, yidis y hebreo. De gran imaginación y de una notable inquietud intelectual, de carácter díscolo y rebelde y con una particular precocidad sexual que desde siempre ligó con el maltrato físico. A los 4 años retenía voluntariamente las heces, obligándose a no defecar durante semanas, y provocándose un placer que no pretendía ocultar y que en cambio manifestaba públicamente sin sentir ningún pudor. Confiesa haberse traumatizado al presenciar una paliza que su padre le propinó a su hermano cuando éste estaba desnudo. A los 7 años comenzó entonces una fuerte pulsión por comer de manera desaforada y masturbarse compulsivamente. Llegó al punto de no poder comer en público y de relacionar todo acto violento con el deseo sexual. Durante la adolescencia comenzó a presentar conductas negativas, inclinaciones suicidas, pesadillas frecuentes, mutismo, agresividad e irritabilidad. A los 18 años abandonó su ciudad natal en Rusia para ser sometida a un nuevo tratamiento psiquiátrico en un prestigioso hospital de Zúrich, y en donde se convertiría en una paciente particular para el joven y prometedor doctor Jung. Sabina sufría crisis depresivas, trastornos de afectividad, continuos episodios psicóticos y alternancia entre el llanto y la risa compulsiva. El tratamiento de Jung permitió a Sabina curar ciertas dolencias y atacar los síntomas de su enfermedad, lo que acabó desatando una relación estrecha e íntima que superó los límites profesionales entre médico y paciente. De este amorío se enteraría después el mundo, y entre ambos la correspondencia que cada quien por su parte sostenía con el prominente Freud, en la que los historiadores parecen advertir ciertas manipulaciones por parte del reconocido psicoanalista, según conviniera a su relación con cada uno, y sobre todo en conveniencia con sus trabajos y teorías personales. Sabina insistió a Jung en su deseo de tener un hijo con él, e incluso la esposa de Jung se vio en la tarea de redactar una carta a la madre de Sabina, insistiéndole en que su hija estaba por destruir su matrimonio. Al parecer el afecto que Sabina sentía por su doctor provenía no tanto de un interés erótico como sí de una marcada y profunda admiración por éste. Meses después de iniciado su tratamiento, y aun internada en el hospital, Sabina se matriculó en la Universidad de Zúrich (primera universidad en permitir a la mujer acceder a los estudios superiores), y muy pronto la combinación de su brillante capacidad intelectual y su compromiso con el estudio, sumado a sus experiencia psiquiátricas personales, además del trato cercano que ya sostenía con los más ilustres representantes de la medicina y la psicología, le darían cierta ventaja por encima de los demás estudiantes, destacándose como una figura prometedora en el campo del psicoanálisis. Obtendría su licenciatura en medicina y una matrícula de honor en psiquiatría luego de que presentara su notable tesis sobre la esquizofrenia. Sabina creía que el instinto de conservación puede ponerse de manifiesto a través de un deseo sexual en el que ya está como implícita una tendencia casi instintiva hacia la destrucción, proponiendo una relación inevitable entre el elemento agresivo y destructor con el comportamiento erótico. Se ha demostrado y documentado que los estudios freudianos respecto al tanatos y al eros, a la pulsión de muerte que se une al acto afectivo, y al desarrollo de otras tesis posteriores, se vieron influenciados por las teorías propuestas por Spielrein, entre las que se destaca su principal contribución teórica titulada Pulsión destructiva y sádica. Para muchos Freud se dedicaría casi que a copiar las tesis de Sabina Spielrein, simplificándolas a su manera, y desconociéndole el crédito de sus aportes. De igual forma uno de los principales conceptos junguianos, el anima, llega a los postulados del autor gracias a la relación que sostuvo con su paciente especial, y en donde descubre que hay también una parte femenina en la espiritualidad de todo hombre. Ella la más capacitada para explorar y proponer estas teorías, dado sus experiencias personales y su interés particular por la psicología. Años más tarde se trasladaría a Rusia para continuar sus estudios como miembro de la Asociación Psicoanalítica, en Moscú. En adelante sus labores se concentraron principalmente en la pedagogía infantil, fomentando el crecimiento de los niños como personas capaces de adquirir autonomía y libertad desde muy temprano, profundizando en el desarrollo y los trastornos del lenguaje infantil, y otras teorías relevantes a la psicología evolutiva. Para acometer sus proyectos fundaría un instituto de formación pedagógica llamado White Nursery, ya que todas sus instalaciones estaban pintadas de blanco, y a la que incluso el mismo Stalin confiaría la educación de su hijo Vasily. Luego vendrían las persecuciones contra los judíos. Su instituto sería clausurado y difamado de ser un centro donde se llevaban a cabo prácticas que pervertían sexualmente a los niños. Varios miembros de su familia fueron ejecutados y otros enviados a campos de concentración. En 1942, a las afueras de una sinagoga, y por disposición de un comando nazi, Sabina y sus dos hijas serían fusiladas en compañía de otros judíos. Uno de sus alumnos más notables sería Jean Piaget, quien posteriormente avanzaría en los estudios tocantes a la psicología y a la pedagogía infantil. Algunos documentos recientemente encontrados, investigaciones de historiadores y el hallazgo de cartas y correspondencia desconocida, le han dado a Sabina Spielrein el justo lugar y el reconocimiento que merece y que hasta ahora le había sido arrebatado. En sus palabras hay siempre un anhelo de amor entremezclado con su temor y desprecio por el matrimonio y su miedo a las decepciones amorosas: “Ningún dolor me es demasiado insufrible y ningún sacrificio demasiado grande como para impedirme cumplir con mi destino sagrado”. Freud la describió como “perteneciente al tipo salvadora o sacrificada”. Su obra y sus escritos están siendo editados al alemán, gran parte de ellos ya se encuentran traducidos al inglés, y apenas se ha comenzado a conocer en lengua española. El mundo recientemente está descubriendo quién fue Sabina Spielrein, y reconociéndole su tremenda influencia en dos de las mentes más lúcidas del siglo XX, como lo fueron Sigmund Freud y Carl Gustav Jung.

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